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Blanca Marsillach: «Con mi teatro quiero devolverle a la sociedad todo lo que me ha dado»

La intérprete habla de sus proyectos de teatro social y de la creación de una compañía de integración

Blanca Marsillach: «Con mi teatro quiero devolverle a la sociedad todo lo que me ha dado» ISABEL PERMUY

JULIO BRAVO

En el juego de las sillas, Blanca Marsillach siempre perdería. Es imposible que se siente, tal es su actividad. Se diría que por la mañana le dan cuerda, y con ella aguanta hasta el final del día. Entremedias, reuniones, llamadas y más reuniones. Es insistente, muy insistente, y también, por lo visto, convincente. Ha conseguido que varias empresas apoyen sus proyectos teatrales solidarios , en los que centra su actividad de los últimos años, con su carrera de actriz aparcada. El último es un proyecto de integración total, en el que cuenta con el apoyo de la Fundación Repsol . «Todos mis esfuerzos de estos años iban dirigidos a la creación de una compañía estable en la que se integren actores profesionales y actores con discapacidad; y poder dar una salida y un lugar en el que se puedan anclar profesionalmente autores, actores, figurinistas o escenógrafos con distintas discapacidades. En resumen, que puedan vivir de su vocación». «Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?» , obra emblemática de su padre, será la primera piedra de este proyecto, que arrancará en otoño.

-¿Por qué quiso dedicarse a este tipo de proyectos?

-Quería contar un teatro diferente, y hacer un teatro útil, práctico, sin ánimo de lucro, y con valores sociales, donde la gente más vulnerable de la sociedad se sintiera partícipe. A mí me ayudaron en un momento determinado de mi vida unas mujeres, y sentí que esa ayuda la tenía que devolver. Y no encontraba la fórmula, hasta que en una charla que di en una casa de acogida de la Comunidad de Madrid unas chicas me contaron que su sueño era ser actrices, y me pidieron ayuda. Mi socia, Elise Varela, y yo empezamos a diseñar un programa, y ahí empezó todo.

-¿Y no echa de menos su faceta de actriz?

-Hay días que sí, que lo echo muchísimo de menos... Pero ya me sacaré la espina de alguna manera en el nuevo proyecto. Pero soy muy feliz con lo que hago actualmente, que implica a tanta gente y es una labor de equipo. Creo que, aunque suene muy grandilocuente, estoy contribuyendo, desde mi modestia, a que el mundo sea un poquito mejor y a que los valores que realmente importan ocupen su verdadero espacio. Llevarles a los niños de las campañas escolares, por ejemplo, la magia del teatro, que capten el mensaje que queremos transmitir, y poder arrancarles además una sonrisa no tiene precio.

-¿Qué les ofrece el teatro a estas personas discapacitadas o marginadas?

-En muchos casos es una tabla de salvación, porque el teatro tiene capacidad de transformación y de renovación. Es la mejor terapia para que puedan superar su malestar, tanto físico como psíquico. El teatro puede rescatar a muchas de estas personas de una realidad difícilmente soportable. El teatro lo cura todo.

-¿En este sentido, qué aprendió de su padre, Adolfo Marsillach?

-En su casa hay una placa que dice: «No soy tan ingenuo como para pensar que el teatro puede cambiar a la sociedad, pero puede ayudar a despertarla». Y yo le recuerdo siempre haciendo. Para mí es siempre un ejemplo y un estímulo. Él se enfrentó a desafíos similares al mío, y me enseñó que hay que tener mucha perseverancia y mucha seguridad en uno mismo, además de no aceptar un no por respuesta.

Blanca Marsillach: «Con mi teatro quiero devolverle a la sociedad todo lo que me ha dado»

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