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Yo también fui la Lolita de Nabokov

Él era un niño. Siempre lo fue. Y yo también. 30 años de diferencia pero me entendió y lo entendí, me quiso y lo quise

Yo también fui la Lolita de Nabokov abc

juana burón

« Yo no sabía que el amor era esto »...Son solo ocho palabras. Ocho palabras de un poema cuyo final no recuerdo. Me avergüenza no recordar el resto, puesto que esos versos, escritos en una servilleta con tinta borrosa, hicieron que mi vida cambiara para siempre , como si en un abrir y cerrar de ojos, hubiera nacido de vuelta.

Lo conocí en el teatro . Y me enamoré perdidamente de él . Todavía me pregunto si era al artista o a la persona. Supongo que a ambos. Eran lo mismo. De lo que no dudo es de que derrochaba talento y de que jamás en mi vida volví a ver a Goya o a Velázquez arriba de un escenario . Allí arriba parecía verse un lienzo vivo, colores y pinceles bailando al compás de los objetos y de los movimientos de los actores. Era obra de arte en estado puro . Salí extasiada y no fui la única. Alguna vez me contó que la bisnieta de Sorolla no pudo contener las lágrimas al ver su las pinturas de su bisabuelo representadas de forma tan magistral en un teatro. Creaban imágenes increíbles .

El caso es que no sabía quién era, ni cómo se llamaba, ni su edad. Solo que tenía un acentazo español que no me era nada familiar. Y es que España no me era familiar .

Buenos Aires y el chándal de Valle Inclán

Llevaba una vida normal, de estudiante empedernida y obsesa de las matrículas de honor. Me había apuntado en Ciencias Políticas y me iba muy bien. Pero ese día olvidé mi vida .

Salimos del hall del teatro, una vez que nos habían presentado y antes de que pudiera respirar, dijo: «Tengo una casa muy bonita en Madrid, podrías venirte a vivir conmigo y hacer la carrera allí». La frase sonó completamente absurda como lejana, como imposible, como fruto de todo lo que salía de su boca : espontaneidad pura, frases que dejaban inmóvil a cualquiera. Nada de lo que decía era común. Para todo había una respuesta desconcertante. «¿Cómo estás?», le preguntaba algún vecino. «Pues un poquito mejor que muerto», decía. Cuando le decía que hiciera algo de deporte me decía: « ¿Tú has visto alguna foto de Valle en chándal? ». «Pues eso», se contestaba a sí mismo. A veces cantaba en alto por las calles, otras detenía a los transeúntes y aún conociéndose al dedillo Madrid, consultaba: «¿Disculpe, cómo llego a la Puerta del Sol?».

Y esa frase absurda, esa invitación a un país lejano a una niña de tan solo 18 años terminó haciéndose realidad. Seis meses después de aquel encuentro, de mails frenéticos por su frecuencia, cargados de palabras que no sabía ni que era capaz de escribir, llegué a Madrid en verano .

La culpa la tuvo el poema

La culpa la tuvo el poema. O el beso que le di después del poema. Lo cogí de las solapas y así empezó todo . Sin más explicación, sin más palabras, sin nada más. Antes de partir, cada día que pasaba sin él era una sucesión continua de pensamientos, de encuentros recreados en mi mente, de besos y abrazos que nunca nos dimos. Yo no sabía quién era, él no sabía quién era yo . Pero puedo jurar que jamás sentí lo que sentí con él. No sé si fueron las cartas de cada día o el poema...

Me presentó a Machado, a Valle, a María Zambrano, a Baroja, a Unamuno, a Ortega, a Juan Ramón Jiménez...Y yo, le robaba sus líneas para regalárselas...Comencé a leer Cartas a un joven poeta» de Rainer María Rilke y me sentí parte de la obra. Él era, en definitiva, mi amor, pero también mi maestro . Cada carta que nos escribíamos tenía su propia impronta. Algunos derrochaban amor, nos prometíamos lo impensable y otros subían en intensidad...El deseo crecía conforme pasaban los meses y yo planeaba en silencio una partida. La partida definitiva . Me senté, miré a la cara a mis padres y les dije que me iba, que me había enamorado. Al principio, todo parecía una broma, una ocurrencia más de las mías, que siempre tenía algo que decir para arrancarles una sonrisa a ellos, mis padres, mi vida, mi gran soporte y apoyo... lo más sagrado que tuve y tengo .

Si pudiera cambiar algo de la aventura más fuerte e importante en la que me embarqué con 18 años y que se prolongó durante 9 años y espero que muchos años más, es el hecho de ver a mis padres llorar . Hay una canción que dice:

« Y entre lágrimas tu figura es devorada por la gente, y una fiera malholiente clava en mi alma sus afilados dientes. Tengo miedo, tengo frío y dudo, y hago repaso. Fugaz e indeterminado, como un sueño ha comenzado esta historia y no sé, en verdad, si fue real ».

Nunca supe si mi historia real . A veces pienso que escribí un cuento para mí misma. Me he levantado miles de veces pensando...¿Qué hago aquí? ¿Cómo se produjo todo? ¿Por qué?

Muchas vidas

Pero ya sabes, la vida te empuja, sin preguntar, te lleva la corriente y a veces no puedes dar la vuelta. Creo de todas maneras, que me gustó el naufragio. O ese sueño del que aún no he despertado.

He vivido muchas vidas, miles, desde mi llegada a Madrid pero el su recuerdo y el de mi llegada está intacto . Madrid me era extraño. A veces, me ponía a prueba y le decía que la Gran Vía estaba en dirección a Ventas y Ventas donde está Gran Vía. Hoy no podría perderme ni con los ojos cerrados.

Me bajé del avión y parecía un auténtico zombi. No entendía nada. Con un ramo de flores y más curioso aún, con un pañuelo rojo que en realidad, al hacer el ademán de secarte los ojos, lo hacía rebotar en el suelo porque escondía una pelota, fue lo primero que me mostró. Estaba preparando una obra de payasos. Pero no era por eso. Él era un niño. Siempre lo fue. Y yo también . 30 años de diferencia pero me entendió y lo entendí, me quiso y lo quise. Aguanté noches en vela cuando se marchaba a triunfar por el mundo, a escuchar elogios que no le interesaban. Él amaba lo que hacía . Siempre me pregunté si me quería más a mí o a su profesión. Y también me preguntaba si yo no amaba en realidad más a su profesión que a él.

En cualquier caso, lo acompañé en la locura...Y él en la mía . Yo no sabía que el amor era esto, tampoco sabía lo que era el sexo. Él me lo enseñó todo. Pero sobre todo, a sentir . A hacerme ver un cuadro hasta hacerme caer las lágrimas, a perder la conciencia en una sobremesa, a recorrer hasta el agotamiento librerías y bares...A conocer un cine que no conocía...e ideas políticas que tampoco tenía.

Sin pensar, solo sintiendo

El día a día se venía encima como un monstruo y cuando mis ojos vieron Granada, Cádiz, Córdoba, Barcelona, El País Vasco...Después de tantos viajes, de montar en casa fiestas solo de dos con disfraces y maquillaje incluidos, después de jugar como niños y discutir como adultos... pensé que era hora de hacer algo con mi vida .

Había acabado el colegio con la nota más alta y mis ambiciones académicas nunca durmieron. Eso sí, nada de Ciencias Políticas. Empecé Periodismo. Sin pensarlo. Así, como todo lo que he hecho en mi vida. Sin pensar, solo sintiendo . Mi carrera se convirtió en una carrera contra mí misma. Me hundí en los libros, tanto que solo sacaba felicitaciones, tanto que un día saqué un 10 con un (+) al lado.

«No he visto eso en mi vida», me dijo un compañero. Yo tampoco.

Mi vida era el estudio y él. Y ya no más. No necesitaba más. Iba al aula con zapatillas, coleta de colegiala y una alianza. Sí, nos casamos .

Una boda diferente, como no podía ser de otra forma. La organizamos en una semana. Y fue en Canarias, donde debería haber sido la luna de miel. Era día de fiesta allí pero en la mía no había nadie : ni padres, ni madres, ni hermanos, ni sobrinos ...No conocía a mis testigos. Solo a él. Y a mí misma. Le compré el vestido a un moro y fuimos al despacho del alcalde de la ciudad.

«¿Por qué no vamos al salón de actos?», nos dijo. «Será más bonito».

La diferencia de edad

Y lo fue. Una treintena de desconocidos vestidos de fiesta, con faldas largas ellas, con pantalones con pinzas ellos, posaron para la foto de una boda, cuyo matrimonio no conocían . Nos aplaudieron y nos besaron. No necesitábamos más. Era la secuela de la historia que estaba destinada a vivir con él: diferente, surrealista, especial y sobre todo, inolvidable.

La diferencia de edad trajo consigo muchos tragos amargos. No todo fue idílico. Las historias reales de amor que parecen novelas tienen ese punto trágico que no nos gustaría encontrarnos en las páginas de un libro.

Su familia fue mi familia y viví despedidas dolorosas. Jamás olvidaré la mano de su padre en el hospital, se la cogí con fuerza y le dije adiós. Nunca supe si me reconoció o no. Pero no lo olvidé, como al talentosísimo hermano que perdió . Que Dios te tenga en la Gloria.

Como el inicio arrebatado, el final también lo fue. Nunca entendí el amor . Me contó un amigo que le preguntó una vez al mimísimo Julio Caro Baroja , hace muuuchos años, qué era el amor. (Excelente pregunta, por cierto, para que los periodistas de hoy, o el periodismo de hoy que es cualquier cosa menos contar, la incorpore).

«No sé, hijo, eso del amor es muy complicado», zanjó.

La respuesta más contundente y cierta que he escuchado. Cuando me marché de casa di un portazo y me dijo. «Estás loca, tía». Nunca olvidaré esa maldita frase .

«El crimen del vecino»

Pasaron los años, nos divorciamos y fantaseamos con hacer una mega fiesta con sus amigos y los míos festejando el papeleo. Nos hacía gracia ir a los juzgados y esperar.

«Yo me voy a casar, solo para divorciarme, es super fácil esto», decía. Me contó que un día haciendo papeleos para el divorcio lo detuvo una chica de una ONG en las puertas de un juzgado, le pidió ayuda para alguna causa justa y él le dijo:

« No, es que yo acabo de salir de la cárcel, he matado a un vecino, no puedo ayudarte »...Y la chica salió corriendo.lo paró una chica de una ONG

No cambiaba más, su humor estaba intacto. Como todo lo bueno que me dio. La última vez que lo vi fue para papeleos. Nos marchamos en metro. Le pedí perdón por todo lo malo que había hecho (que no sé bien qué fue) y que le agradecí por todo, pero sobre todo, por haberme querido de verdad.

Se bajó antes que yo, me besó la cabeza y me dijo: Sí, eso es verdad, te quise muchísimo . Y volvió a mi mente el inicio el poema: «Yo no sabía que el amor era esto»...

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