De izq. a dcha., actos de «kale borroka» en San Sebastián, en 1992 (TELEPRESS); un etarra, junto al emblema de ETA en octubre de 1996 (COVER) y manifestantes proetarras en casco viejo donostiarra, en 1993 (TELEPRESS).

De izq. a dcha., actos de «kale borroka» en San Sebastián, en 1992 (TELEPRESS); un etarra, junto al emblema de ETA en octubre de 1996 (COVER) y manifestantes proetarras en casco viejo donostiarra, en 1993 (TELEPRESS).

Historia de ETA desde dentro

Javier Pagola

La macabra historia de ETA, a pesar de la férrea disciplina que imponen sus cabecillas, ha estado salpicada de pugnas, tensiones, depuraciones, escisiones e incluso venganzas. Todo ello se ha traducido en una serie de asambleas, en las que pocas veces se ha debatido sobre la conveniencia o no de abandonar las armas. A lo más que ha llegado ETA en su medio siglo de historia es a dilucidar si en su estrategia debe priorizarse el independentismo sobre el marxismo leninismo o al contrario.

I Asamblea: la constitución

En mayo de 1962, cuatro años después de su creación, ETA celebró su I Asamblea. Lo hizo en el monasterio benedictino de Belloc, en territorio francés. A ella acudieron catorce terroristas, que establecieron como objetivo estratégico de la banda la «liberación nacional» de «Euskalherria», es decir, las tres provincias vascas y Navarra («Hegoalde») y las tres del País Vasco francés («Iparralde»). Crearon, además, una publicación para distribuir entre la opinión pública («Zutik»), un boletín interno de la organización («Kemen») y un manifiesto en el que los miembros de la banda se definieron como «Movimiento Revolucionario Vasco de Liberación Nacional» («Principios»).

«Comenzaban a estallar pequeños artefactos y sin que ETA hubiera decidido iniciar una "lucha armada" abierta»

Plantearon también marcos de colaboración con otros grupos que estén en disposición de defender la autodeterminación del pueblo vasco y, por último, formaron un «comité ejecutivo» integrado por Benito del Valle, Julen Madariaga, Patxi Iturrioz, López Dorronsoro y José Luis Álvarez Emparanza, «Txillardegi», entre otros. Todo ello en un contexto en el que comenzaban a estallar pequeños artefactos y sin que ETA hubiera decidido iniciar una «lucha armada» abierta.

II Asamblea: lucha armada y organización

En marzo de 1963, ETA celebró su II Asamblea en la localidad vasco francesa de Capbreton, en Las Landas, a la que acudieron 17 militantes. En ella se discutió discutir acerca de cuestiones organizativas y se planteó la opción de pedir cuotas para la financiación. Respecto a la «lucha armada», se decidió realizar, a partir de ese momento, dos o tres atentados al año. Algunos defendieron importar al País Vasco los modelos que algunos «movimientos de liberación nacional» ya estaban aplicando en diversos países, sobre todo de Centroamérica y Sudamérica.

En esta Asamblea, además, surgió el debate acerca de si dar prioridad al frente obrerista, que impulsado por el comunista Patxi Iturrioz, o al frente nacionalista radical, defendido por «Txillardegi». Se creó también la figura del «liberado» con dedicación exclusiva.

Tras esta Asamblea, ETA intensificó sus atentados con explosivos al tiempo el Régimen franquista aumentaba su represión

III Asamblea: lucha armada y organización

La III Asambleas se celebró entre marzo y abril de 1964, en un local del centro de Bayona. La banda intentó reorganizarse tras haber recibido diversos golpes policiales, constituyendo células integradas por tres militantes, dentro de un esquema de compartimentos estancos. En un intento de atraerse a las juventudes del PNV, muy insatisfechas con el «aburguesamiento» de sus dirigentes, ETA multiplica sus iniciativas propagandísticas y convoca el «aberri eguna» por primera vez desde la Guerra Civil, celebrado en 1964 en las calles de Guernica, Bilbao y Deva.

IV Asamblea: en busca de un modelo propio

ETA intentó celebrar la IV Asamblea en julio de 1965, en la Casa de Ejercicios Espirituales que los Jesuitas tenían en Loyola, el pleno corazón de Guipúzcoa, pero no pudieron porque las Fuerzas de Seguridad interceptaron a la representación que venía de Francia. Lo consiguieron un mes después, pero en una cabaña situada en el monte Urbía, cerca del Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu. Acuden entonces 20 militantes, algunos de los cuales, influidos por las luchas obreras, piden un giro hacia el marxismo.

En el transcurso de la Asamblea se observaron tres corrientes: los «culturalistas» o «etnolingüistas», representados por «Txillardegi»; los «obreristas», encabezados por Patxi Iturrioz, y los «tercermundistas», que siguen a José Luis Zalbide.

«Renunciaron a la tentación de mirarse en el espejo de las "guerrillas" centroamericanas»

Al mismo tiempo, sobre la mesa estuvo la ponencia denominada «Insurrección en Euskadi», que planteaba ya una confrontación abierta con el Estado. Los militantes, sin embargo, admitieron que la banda no estaba preparada para ello, y la sociedad vasca no estaría dispuesta a secundar semejante estrategia. Por lo tanto, renunciaron a la tentación de mirarse en el espejo de las «guerrillas» centroamericanas y consideraron que debían aplicar un modelo propio, uno que contemplara un endurecimiento progresivo del «conflicto vasco».

En ese contexto, ETA asume que el desencadenante de la «lucha armada» abierta lo va a ejercer una minoría que, eso sí, deberá disponer de unas estructuras fuertes. La banda traza su primera «hoja de ruta» dividida en tres etapas. La primera tiene como objetivo dar a conocer ampliamente la existencia de la organización criminal, que considera prácticamente cumplida. La segunda plantea la preparación de las condiciones para cometer atentados, ya con derramamiento de sangre. Y la tercera contempla disponer de los medios suficientes para desarrollar esa espiral de violencia y entrar en la dinámica de «acción-represión». En el diseño de esta estrategia, donde la banda entra en la dinámica de los atracos, tiene gran protagonismo José Luis Zalbide.