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«Y encima se ríen estos cabrones...»

La juez Murillo no se reprime tras escuchar el relato de la viuda de un edil cuyo asesinato ordenó «Txapote»

NATI VILLANUEVA

Un micrófono abierto, un ambiente caldeado por las provocaciones de «Txapote» y los suyos al tribunal y el estremecedor testimonio de la viuda del concejal de UPN José Javier Múgica fueron el caldo de cultivo perfecto para que la juez Ángela Murillo no fuera capaz de reprimirse ante su compañero Juan Francisco Martel, a quien, entre testigo y testigo, durante el juicio que se celebró ayer en la Audiencia Nacional, comentó en un susurro: «Y encima se ríen estos cabrones».

D Acababa de abandonar la sala Adoración Zubeldia —la mujer del edil navarro—, y sus familiares y la presidenta de la Comunidad Foral, Yolanda Barcina, no habían terminado de secarse las lágrimas que les arrancó el testimonio de esta mujer, en tratamiento médico desde que el 14 de julio de 2001 ETA asesinara a su marido con una bomba-lapa en la puerta de su casa. «Salí al balcón y vi su cuerpo en una esquina. La explosión le había tirado a un arbusto. Mi marido se estaba quemando a la vez que la furgoneta», relató entre sollozos. (Un guardia civil ratificaría después que, como consecuencia de la explosión, Múgica salió disparado cuatro metros de la furgoneta y dejó por el camino su pierna derecha). En primera fila, «Txapote» y Andoni Otegi; detrás, Óscar Celarain y Juan Carlos Besance. Los cuatro con el rostro impávido, como si el relato no fuera con ellos, cuando fue precisamente la confesión del último, hace solo un año, la que adjudicó a cada personaje su papel en este macabro

plan: «Txapote» ordenó matar al edil, Otegi puso la bomba y los otros dos le cubrieron.

Actitud desafiante

Cuando la viuda abandonó la Sala y se estaba preparando la infraestructura para que un testigo declarara por videoconferencia, Murillo pronunció esta desafortunada frase con la misma espontaneidad que certeza de que no iba a ser escuchada en la sala de vistas. Y así fue. Pero le traicionó la señal de audio que estaban recibiendo los periodistas que cubrían el juicio fuera. Sus palabras empezaron a correr como la pólvora en Twitter mientras Murillo continuaba el juicio ajena a lo que estaba sucediendo.

Pocos dudaban ayer de que los procesados van a intentar beneficiarse de este comentario para recusar a la magistrada por falta de objetividad o recurrir una posible sentencia condenatoria ante el Supremo por este motivo, como hizo en su día Arnaldo Otegi. Lo único cierto al cierre de esta edición era que el comentario de la juez y la actitud prepotente de los procesados consiguieron eclipsar el dolor de una familia que lleva esperando diez años a que se celebre este juicio. Dijo que no iba a participar «en este circo» y se negó a ponerse de pie cuando se lo ordenó la juez. Los otros, siguieron sus pasos.

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