Spectator In Barcino
La ANC y las tesis de la CUP
El decálogo de la ANC suena más a la CUP que envió al burgués Mas a la histórica papelera que a una organización que blasona de suprapartidista
Artículos de Sergi Doria en ABC

El independentismo experimenta el eterno retorno del delirio. En 2015 la CUP envió al «astuto» Artur Mas a la papelera de la Historia (¡aquel patético abrazo del convergente con el cupero Fernández!). Los antisistema impusieron en la Generalitat a un señor de Amer con ... flequillo para que hiciera la faena: la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) «en forma de república».
La cosa fue como fue (muy mal).
Diez años después, nada nuevo bajo el sol. El de Amer, hoy 'Bifugado', con el flequillo menguante pero todavía vistoso, chantajea desde Suiza al apurado gobierno sanchista mientras no le llega la amnistía. Y mantiene a uno de sus escuderos, el canoro Lluís Llach, al frente de la ANC (Assemblea Nacional Catalana). Estos son sus poderes junto al fantasmagórico Consell de la República.
Creada en 2012, aquellos tiempos presuntamente unánimes del «derecho a decidir» y el desafiante «¡President, ponga las urnas» de su presidenta Carme Forcadell (hoy militante de ERC), la ANC se presenta como una organización independiente, «financiada por socios, suscriptores y donaciones privadas, y no está asociada a ningún partido político», según reza su web. También subraya la web que «ningún político en activo tiene derecho a asumir cargo alguno en la ANC».
Desarbolada por la triste respuesta civil a sus arengas de la pasada Diada, la ANC elabora una hoja de ruta de la que se ha encargado el escritor de la CUP Julià de Jòdar. La evacuación mental lleva por título 'Tesis de agosto': una forma como otra de pasar el tiempo de asueto mientras el Gran Líder del independentismo revalidaba sus habilidades de Houdini con las policías de Madrid y Barcelona mirando a otro lado.
Las tesis de agosto son diez como los mandamientos. En la primera se da por bueno aquel 1-O donde se votaba tres veces como refrendo de un proceso de independencia que el 27-O sancionó. La segunda lamenta que la toma del poder en la calle de las huestes independentistas no tuviera su correspondencia en los partidos parlamentarios. La tercera califica de «totalitaria» la respuesta del Estado y anima a que la independencia «habrá de ser radicalmente y obstinadamente unilateral, mediante procesos de resistencia y rebelión».
La cuarta y quinta tesis abundan en la lucha callejera y el control del territorio y las comunicaciones. La sexta ataca los pactos de Esquerra y Junts en Madrid: los indultos y la amnistía «solo han servido para que el Estado las utilice, en la mejor tradición de los sistemas dictatoriales, para perdonar a sus sicarios».
La séptima traza un cuadro victimista de Cataluña: represión totalitaria, negación de derechos «imprescindibles» y «depredación colonial». La octava, más de lo mismo: la confrontación contra la «pacificación» y el expolio colonial (¡cuánta colonia!). Las tesis se cierran con una llamada al activismo independentista y la «lucha popular»: sus términos nos recuerdan a los panfletos marxistas-leninistas años setenta de tan aciaga memoria.
Dos conclusiones. Estas «tesis de agosto» no figurarán entre lo mejor de Julià de Jòdar. La otra conclusión: el decálogo de la ANC suena más a la CUP que envió al burgués Mas a la histórica papelera que a una organización que blasona de suprapartidista: las declinantes cifras de las últimas convocatorias demuestran que a la ANC ya se le ha pasado el arroz «popular».
Decía Llach en vísperas de la Diada que a la ANC no le preocupa de qué partido son sus seguidores siempre que sean independentistas. Por eso admitió en la manifestación a la ultraderechista Aliança Catalana. Ultras de izquierda y de derecha con 'estelada' y antorcha en mano. La Assemblea Nacional Catalana prosigue su (tortuoso) camino.
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