Robo millonario en vino en el restaurante Atrio: «La botella de 350.000 es mi seguro de vida»
Dimitru y Priscila, los ladrones de 45 vinos en el restaurante de Cáceres cumplirán 4,6 años de prisión. Se negaron a hablar en el juicio, pero contaron a la Policía que no fue un encargo, sino un golpe fácil, quirúrgico
Nuevo robo de vinos en un dos estrellas Michelin: se llevan botellas por valor de 150.000 euros
Ni robo por encargo ni una planificación de película. Los vinos del restaurante Atrio tenían valor histórico –uno en concreto–, pero no una custodia a la altura. «Me vuela la cabeza que un hotel de tres estrellas no tenga cámaras de seguridad», soltó Constantin Gabriel Dimitru, el acusado, durante el juicio celebrado a finales de febrero. Los investigadores le dan la razón. La Audiencia de Cáceres lo ha condenado a cuatro años y medio por apoderarse de 45 botellas valoradas en 1,6 millones de euros. A su novia le han caído cuatro años, pero de los caldos no hay ni rastro.
«La prueba de ADN acredita que los acusados estuvieron la noche del 26 al 27 de octubre en la habitación 107 del hotel. La prueba indiciaria acredita que fueron los autores», recoge la sentencia que analiza hasta diecisiete indicios para llegar a esa conclusión. Algunos, sorprendentes. Por ejemplo, cómo consiguió el ladrón la llave electrónica para acceder a la bodega del hotel restaurante.
«La llave maestra utilizada la portaba el único empleado que estaba trabajando esa noche. Inicialmente la tenía en su poder, pero en la vista oral indicó que tras volver de entregar la ensalada en la habitación 107 (en la que se alojaba la novia de Dimitru), la dejó en recepción en una cajita 'porque ya no la necesitaba'. Por el motivo que fuera los acusados tenían conocimiento del lugar en el que se guardaba la llave maestra».
Los policías que pusieron nombre a los ladrones de Atrio no tienen claro en qué momento se hicieron con la llave. «No está grabado, eso no se ve. Pero cualquiera que sepa abrir una puerta podría haberlo hecho. Parecía una invitación a entrar...», ironizan.
La noche del 26 de octubre de 2021 una mujer con pasaporte suizo –Mirka Golubic– tenía habitación y mesa reservada en el exclusivo restaurante de Cáceres. Ella, que en realidad era la mexicana Priscila Lara Guevara exmodelo y miss, y su pareja, Constantin Dimitru (que no se registró) tomaron un menú degustación de catorce platos por el que pagaron 400 euros. Al terminar les enseñaron la impresionante bodega, un clásico de Atrio (luego se supo que era la cuarta vez que cenaban en el local). A las 00.20 horas subieron a su habitación.
Ensalada y postre
A las 2.10 de la madrugada la falsa Mirka pidió una ensalada a recepción. Solo había un empleado, que primero se negó y después accedió. Tardaría unos 20 minutos, le advirtió. Era un tiempo perfecto. Dimitru bajó entonces a la recepción vacía, cogió una llave e intentó entrar en la bodega sin éxito, según la sentencia. No era la tarjeta adecuada. Por teléfono pidió más tiempo a su novia y esta volvió a reclamar comanda: un postre. Tendría que conformarse con algo de fruta, objetó el trabajador. Es en ese momento cuando, sostiene la Sala, el ladrón se hizo con la llave maestra número 27, accedió a la sala de catas y arrambló con las botellas millonarias, incluida la joya del establecimiento: un Chateau d'Yquem de 1806, valorado en 350.000 euros, según sus dueños.
Dimitru, cultivado en el gimnasio, guardó las 45 botellas en una mochila y dos bolsos. Subió a la habitación donde esperaba su amada, las envolvieron en cuatro toallas y abandonaron el hotel a las cinco de la madrugada. Un golpe limpio perpetrado por dos desconocidos, grabados por una cámara, ambos con mascarilla y ella, además, con peluca para despistar.
«Vimos las imágenes el primer día pero no los identificamos hasta que tuvimos todos los registros del tráfico de llamadas», explica uno de los investigadores de Robos de la Comisaría General de Policía Judicial. Desentrañar esa maraña de teléfonos a nombre de un tercero (una identidad falsa de Dimitru que ya había usado en un robo en Portugal hacía una decáda) fue lo más complejo. Lo consiguen a principios de febrero. El segundo paso clave, ese mismo día, fue localizar el pisazo de alquiler en el que vivían, en el Campo de las Naciones de Madrid. El casero les confirmó que la pareja se había marchado a primeros de noviembre. «Desaparecieron de la faz de la tierra», dicen los agentes. Dimitru, rumano, tiene nacionalidad holandesa. Las autoridades de este país no fueron especialmente colaboradoras. No sabían nada de ellos, pese a que luego se averiguó que habían alquilado una casa en La Haya, dado de alta una cuenta de ING y contratado una wifi. Suiza sí informó de que les habían detenido allí por otro robo de botellas del que escaparon.
«No eran Bonnie y Clyde, sino Priscila y Constantin, una feliz pareja que estaba de vacaciones en Croacia»
En julio de 2022 salta la alerta Schengen en un control fronterizo entre Croacia y Moldavia. La pareja acaba en un calabozo y de ahí directos a España en avión, escoltados por agentes españoles. En el trayecto en coche policial de Madrid a Cáceres, cada uno en un vehículo, es donde se mostraron más locuaces. «No eran Bonnie y Clyde, sino Priscila y Constantin, una feliz pareja que estaba de vacaciones en Croacia», sostuvo durante el juicio su abogada Sylvia Córdoba para quien la sentencia es «mediática» y no está probado «el robo con fuerza de especial gravedad».
Los investigadores esperaban encontrar a un par de ladrones avezados de esos que suponen un reto. «Priscila me defraudó bastante, es muy dependiente y sumisa a él, nada que ver con la tipa intrépida que imaginábamos. Son unos tortolitos enamorados y así han seguido, una unión sin fisuras». Otro policía, el que escoltó al novio, estaba convencido de que iban a colaborar. Dimitru, en esa confidencia informal, admitió que estaba cansado de esconderse, que había vendido varias botellas a unos rusos y que la joya, el Chateau d'Yquem la tenía a buen recaudo. «Es mi seguro de vida, mi plan de pensiones», dijo. «Le creí por completo, pensamos que decía la verdad porque estaba claro que habían sido ellos. El buen chorizo suele reconocer su robo, aunque luego no confiese». Fue la última vez que hablaron; al día siguiente su abogada decidió ya que no era una buena estrategia. Los investigadores habían quedado en entrevistarse con ellos después en la cárcel, pero se cerraron en banda. Y los vinos siguen sin aparecer. Se han hecho gestiones en varios países.
Los investigadores son muy críticos con las nulas medidas de seguridad de la bodega. Aun así, Reale Seguros ha pagado a los dueños 753.000 euros, cantidad que ahora se reclama a los ladrones. «Les abrieron la puerta en 5 minutos, con un empleado en la recepción. Dimitru nos contó que no tenía pensado ese robo, pero como habían ido tres veces antes y se dio cuenta de lo fácil que era lo decidió». «Vi la lista de botellas y los precios y flipé. Me dije voy a pegar una hostia, les voy a arrasar», les confió, aunque luego en el juicio no abriera la boca. Hasta entonces, era un especialista en hurtos con condenas irrelevantes. Pero al ver el botín y las facilidades optó por el mayor beneficio.
El tribunal no ha tenido dudas. Su abogada, todas: «Hay robos con violencia con menos pena». Los tortolitos enamorados siguen paseando su amor en prisión.
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