El probable retorno de Junqueras aviva la tensión en el seno de ERC
Sectores del partido piden pasar página para renovar liderazgos y cuestionan su hiperintervencionismo
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Junts marca el perfil ante ERC y añade más presión con la unilateralidad
En Esquerra Republicana, la dinámica del 'procés' había convertido lo que antes era un partido caótico, de naturaleza asamblearia casi al estilo cupero, en un partido disciplinado, vertical y, hasta cierto punto, fiable. El contraste con el desbarajuste de Junts, una banda que solo ahora ... con el caudillaje indiscutido de Carles Puigdemont se ha conseguido disciplinar, es evidente. Al menos así se ha explicado hasta ahora, ya que el cambio de ciclo político –con una ERC en fase de estancamiento electoral– y la posibilidad de que una amnistía posibilite el regreso a la primera línea de Oriol Junqueras están tensionando el partido de manera interna como no sucedía desde que su presidente ahora inhabilitado se hiciese con las riendas de la histórica formación en 2011.
«Es inevitable, en toda organización con un esquema de bicefalia, las tensiones surgen», explica desde dentro del partido una fuente con conocimiento directo aludiendo a la inquietud que está generando en un sector, así como en el entorno del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, la posibilidad de que Junqueras regrese y pretenda ser candidato a la Generalitat en las próximas elecciones autonómicas, previstas para el inicio de 2025 si no hay adelanto, lo que obviamente obligaría al 'president' a dar un paso al lado.
Si las citadas fuentes minimizan la tensión y aseguran que cualquier decisión se tomará desde el consenso, otras apuntan a la existencia de un malestar cada vez más palpable, tanto por el temor a que el retorno de Junqueras rompa el actual equilibrio como porque entienden que apostar por el actual presidente del partido como cabeza electoral sería un error estratégico, aunque pudiese leerse como una reparación tras los años de prisión. Es el mismo sector que valora y respeta el trabajo hecho por Junqueras –que recogió un partido hecho añicos tras el quebranto que supuso el tripartito y lo llevó a superar a Junts y a hacerse con la presidencia de la Generalitat–, pero que en cambio entiende que el actual presidente representa una etapa ya superada y que el partido debe apostar por la renovación, del mismo modo que no se puede seguir viviendo de la retórica de 2017, como precisamente se le reprocha a Junts.
Las tiranteces actuales nacen de la anómala manera con la que Pere Aragonès llegó al poder. Con Oriol Junqueras encarcelado y Marta Rovira huida a Suiza, asumiría la consejería de Economía y la vicepresidencia de la Generalitat en mayo de 2018, luego la presidencia del Govern en funciones tras la inhabilitación de Quim Torra (septiembre 2020) y luego ya la presidencia en mayo de 2021, cargo que alcanzó con apenas 38 años de edad. «Lo que era un liderazgo en modo interino ha acabado adquiriendo grosor, formas a tus propios equipos, el cargo te refuerza, y la presidencia acaba tomando su propia dinámica, lo que a veces choca con la del partido», reconoce una fuente dentro de la formación que recuerda que incluso en el PNV, señalado como ejemplo de perfecta organización bicéfala –'lehendakaritza' por un lado, partido por otro– «hay tensiones».
La bisoñez de Aragonès en su primera etapa ha dado paso a un liderazgo que, pese a seguir a la sombra de Junqueras, ha adquirido hasta atrevimiento. Se demostró en la decisión de cesar a su vicepresidente Jordi Puigneró (Junts) de manera fulminante –lo que precipitó la salida de Junts del Govern– o, de forma reciente, la decisión de acudir al Senado a defender la amnistía, lo que se leyó tanto como un intento de ERC de asomar la cabeza en una negociación protagonizada por Puigdemont, como una manera del propio Aragonès de reivindicarse internamente.
La última palabra
En este escenario, si el papel hiperintervencionista de Junqueras en asuntos del Govern no molestaba a Aragonès y los suyos durante su etapa como vicepresidente, o incluso de presidente en funciones, ahora hay sectores que entienden que el presidente del partido se excede, incapaz de separar el ámbito de ERC del que es propio del Ejecutivo, hasta el punto de querer tener la última palabra en todo, incluso en los mínimos detalles de funcionamiento operativo del Govern.
Fuentes más cercanas a la línea oficial matizan esta realidad, pero sí reconocen que, en el caso del partido, Junqueras está muy encima de todas las decisiones –estando inhabilitado puede dedicarse al 100% a ERC–, muy por encima de lo que es habitual entre los líderes de otras formaciones.
Una demostración de ello es la implicación, a fondo y directa, de Junqueras en la contienda que han librado las dos candidaturas enfrentadas por el control de la federación de Barcelona de los republicanos, tradicionalmente convulsa. Desmintiendo la tesis oficial de que no había una lista oficialista y otra alternativa, Junqueras, según ha podido saber este diario, se ha empleado a fondo en ayuda de la candidatura de la concejal Eva Baró, finalmente ganadora por escaso margen, y en la que además Junqueras ha colocado al consejero de Interior, Joan Ignasi Elena (ex PSC), preparándole el terreno para una posible candidatura a la alcaldía de la capital catalana. Elena relevaría a Ernest Maragall –otro exsocialista también impuesto por Junqueras–, cuyo fracaso en las últimas locales en Barcelona carga de razones a los críticos con el intervencionismo del expreso.
Un «acto de justicia»
La disputa entre Junqueras y el entorno de Aragonès tiene también lecturas más de fondo. Sectores en el partido asumen que la demanda de la amnistía es un «acto de justicia», una «reparación histórica» para rehabilitar a Junqueras, Rovira y salvar a muchos otros cargos ahora amenazados por la Justicia, si bien también señalan que toda reivindicación de cariz 'político' –por no hablar del referéndum, que ERC, a diferencia de Junts, fía para largo– tiene el coste de atenuar otras demandas (Cercanías, financiación...), con menos épica pero más necesarias para la consolidación y buen funcionamiento del Ejecutivo.
Frente a la visión de los críticos, desde el partido se precisa en todo caso que si hay inquietud por el hipotético retorno de Junqueras es entre los niveles intermedios, «algo normal en toda organización cuando hay movimientos». En cualquier caso, precisan, «Aragonès no está en duda», lo que no significa que Junqueras haya renunciado a presentarse. «Habrá que buscar una solución, y nadie duda, conociendo el carácter de Aragonès, de que no habrá choque. Se llegará a un pacto».
En contraste, hace pocos días, un alto cargo de la formación comparaba la situación de ERC con la de Junts: «Si Puigdemont decide que él es candidato, Albert Batet – líder de Junts en el Parlament– salta por los aires. Aquí es distinto». «Mejor tener dos líderes –en alusión a Junqueras y Aragonès– que ninguno», precisan fuentes del partido, que no obstante reconocen que «habrá dilema».
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