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LIBRO «LOS PRESIDENTES EN ZAPATILLAS»

«La calidez de Suárez; Calvo-Sotelo, el formado; el carisma de González; adusto Aznar y Zapatero, el impasible»

La polémica envuelve una publicación sobre la vida de los cinco mandatarios en democracia en La Moncloa, con algunos episodios negados por sus co-protagonistas. María Ángeles López de Celis ha trazado sus 32 años en la sede de la Presidencia con detalles que despiertan interés, curiosidad y morbo

espasa

ÉRIKA MONTAÑÉS

Ella tenía 21 años, estudiaba el último curso de Psicología y su vida entraba en una nueva etapa, que ha abandonado hace casi tres meses pero que deja impresa en “Los presidentes en zapatillas”. 32 años dan para mucho y éste es el tiempo que separan esa entrada a la sede presidencial española en el Palacio de La Moncloa y el momento en el que la secretaria ha salido de las vidas de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero para sentarse a contárnoslo todo. No dice en su libro (que ya ha salido a la venta y editado por Espasa se presenta oficialmente este martes 28 de septiembre) si llegó a ver a estos presidentes de la era constitucional en “babuchas”, aunque sí plasma no sólo cómo interpretó su gestión sino que también se adentra en la cara oculta de algunos de ellos y pone imágenes y anécdotas a muchos de nuestros vagos recuerdos.

Esta funcionaria de Moncloa se vale de su carrera académica para retratar la personalidad de los cinco dirigentes de la democracia con un mensaje intimista en el que abunda en una cuestión nada baldía: la influencia que las esposas ejercieron en sus maridos, los principales mandatarios del país. Pero sobre ellas hablaremos en el próximo capítulo.

Se infieren sus preferencias

En el prólogo del libro, el periodista José Oneto, arduo conocedor de López de Celis, confiesa que “se puede deducir entrelíneas la preferencia de la autora por uno u otro personaje”. Y, en efecto, la ex secretaria de Moncloa entrelaza la vida política y privada de los presidentes y retrata la “calidez de Suárez, la talla intelectual de Calvo-Sotelo, el carisma cautivador de González, la adustez y la antipatía que despertaba Aznar y, finalmente, la impasibilidad de Zapatero ante las mayores dificultades y problemas”.

El libro compagina pasajes anecdóticos con otros de trascendencia histórica

Es un libro que nos permite echar un ojo y comprobar, a partir de una visión parcial , qué se cuece en las interioridades de Moncloa. Nunca mejor dicho, pues la autora de este completo relato nos describe hasta las preferencias culinarias de uno u otro matrimonio, al tiempo que combina estos capítulos más melifluos con otros de trascendencia histórica inenarrable. Así que pasen y aliméntese de curiosidades, anécdotas, momentos históricos y pasajes controvertidos del discurrir, no siempre fácil, por el aterrizaje y el asentamiento de la democracia en España. Háganlo a través de las cinco familias que han sido inquilinas en La Moncloa:

ADOLFO SUÁREZ:

Una Moncloa que María Ángeles nos abre puertas adentro como nunca. Llegamos hasta el búnker construido en época de Felipe González y en el que los Aznar, Cascos, Rato y Acebes tomaron allí las uvas una Nochevieja ante el tan temido “efecto 2000”.

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Pero no corramos tanto. Veinte años antes, llegó "un auténtico seductor" a Moncloa. De Adolfo Suárez nos revela su aleteado efecto sobre las mujeres. Galán, tenía una sonrisa limpia y un gran encanto personal. La autora no tiene más que buenas palabras para él: “Tenía una manera penetrante de fijar la mirada, entre confiada y veloz, limpia y afectuosa; te hacía sentir que realmente estaba encantado de conocerte y que a partir de ese momento se consideraba tu amigo. (...) Le gustaba rodearse de gente joven y guapa, savia nueva e ideas frescas, para acometer una etapa de la historia de España tan incierta como apasionante”. E ilustra la historia con una visita de la actriz italiana Gina Lollobrigida, una “supermujer a la que Suárez llevaba del brazo” con toda naturalidad. “¡Ya está poniendo ojitos!”, decían sus más estrechos colaboradores. Era el “prototipo de hombre que representaba la imagen del nuevo español, joven, dinámico y atractivo. Las mujeres le adoraban y sus colaboradores lo admiraban”, completa la ex funcionaria.

Suárez era el «prototipo del nuevo español, joven, dinámico y atractivo»

Otros rasgos de su personalidad que comenta la autora nacen de la "escasa inquietud deportiva" del entonces presidente, o su afán por estudiar economía todas las noches durante los primeros meses tras ser elegido el primer presidente de la era democrática. "Lo hacía con gran entusiasmo, como si tuviese un examen", apuntilla.

El libro cuenta que tras las primeras elecciones generales constitucionales en 1979, “el presidente ya sabía que se iría en un futuro cercano”, le “llovían las puñaladas”, y él era “consciente de esas maniobras” y de que “su peor enemigo se encontraba en su partido, la UCD, que era una merienda de negros”, expone su opinión López de Celis. Hombre de profundas convicciones religiosas, "lo que más enmarañaba su alma era un eventual enfrentamiento con la Iglesia", en un momento en el que sobrevolaba el fantasma de la Ley de Divorci o , que sí acometería su sucesor, Calvo-Sotelo y Bustelo.

Uno de los pasajes más polémicos que la autora traza en este volumen es el que revela su desencuentro final con el Rey, que alcanzó su cenit de tensión el 22 de enero de 1981 . En un receso durante el almuerzo con altos cargos del Ejército, Don Juan Carlos se ausentó para atender una llamada telefónica y los altos mandos aprovecharon el momento. Querían que se fuese y en esta reunión previa al 23-F los presentes exigieron al presidente que dimitiera por el bien de España, a lo que él respondió “Yo he recibido el poder del pueblo”. Crispado, uno de los militares “se echó una mano a la pistola”. El hijo de Suárez, Adolfo Suárez Illana, ya ha salido al paso de la publicación de este volumen alegando que este capítulo nunca se produjo y es "falso". “Es cierto que yo no estuve allí para afirmarlo, pero he revisado artículos de la época y lo he corroborado con diversas personas”, se ha defendido ella.

Un militar le pidió que se fuese y ante la negativa de Suárez «echó mano a la pistola

Poco después, Suárez hubo de grabar dos veces su mensaje anunciando su dimisión ante toda la ciudadanía , “con una palidez y ojeras desorbitadas”, dice la trabajadora de Moncloa. Además, en su primera alocución no había referencias al Rey, desatino que enmendó Sabino Fernández Campo, entonces jefe de la Casa del Rey, así que en el segundo mensaje Suárez introdujo una frase de su propia cosecha mencionando la labor de Su Majestad.

López de Celis también revela una intentona de atentado terrorista en La Moncloa, a la que Adolfo Suárez no quiso dar más importancia y que ha quedado tapada para la historia. Suárez abrió posteriormente un despacho de abogados en la calle Antonio Maura de Madrid. Hoy vive sumido en las “brumas del olvido”, se duele una secretaria que confiesa su eterna admiración a “un hombre entrañable”.

LEOPOLDO CALVO-SOTELO:

Él y su mujer apenas cambiaron nada de Moncloa, dice López de Celis. Como tampoco se interfirió con el cambio de inquilinos en la vida cotidiana de los ciudadanos ni en la rutina de palacio. De Calvo-Sotelo destaca la autora su generosidad lejos de las cámaras y describe a un señor con un finísimo sentido del humor, muy inteligente. “Era casi un virtuoso del piano, para lo que dispuso de una sala, y se habilitaron habitaciones adicionales para sus ocho hijos”. Además, en su Gobierno de veinte meses, cabe reseñar que fue el primer presidente en incorporar a una mujer –Soledad Becerril- y gozaba en su haber de un “gran pedigrí político y empresarial”.

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Accedió al cargo con 54 años, siendo un prestigioso ingeniero de caminos, con una larga y profunda formación y experiencia. Era políglota, hablaba cinco idiomas, había sido presidente de Renfe, era orteguista, moderno en el plano internacional, fue valiente dada su concepción cristiana del matrimonio y la familia, y pese a su elevada estatura, y su apariencia adusta y seria, "en el trato personal resultaba un hombre muy accesible, amable y dotado de un gran sentido del humor". Así se completa el dibujo de este oriundo de las tierras gallegas de Ribadeo, donde ahora reposan sus cenizas, que no se puede desvincular de su gran amor por el mar y los deportes acuáticos, de los que practicaba el windsurfing. "¡Y cantar habaneras!" , añade la autora. Ahí es nada.

Además de sus aficiones, López de Celis desgrana que Calvo-Sotelo “envidiaba todo lo que tenía Suárez y él no: facilidad para tratar con la gente y el arte de la seducción”. A Leopoldo lo llamaban “la esfinge” porque sonreía con la seriedad de Tutankamon, recuerda la ex secretaria, que entra en detalles de cómo empezó con un golpe de Estado su andadura en el Congreso y casi acaba con otro, la llamada “Operación M.N. (Movimiento Nacional)”.

«A Calvo-Sotelo lo llamaban la esfinge porque sonreía con la seriedad de Tutankamon»

"Fue el presidente de mayor talla intelectual", adolecía de ambición personal y tenía un gran afán de servicio. Jamás una frase vulgar o una palabra malsonante salieron de su boca, era un lector empedernido con una biblioteca que constaba de más de 10.000 volúmenes y ejemplifica su personalidad e ironía con un episodio que data de marzo de 1981: “Habiendo reunido a la cúpula militar, uno de los generales presentes, en tono cuartelero dijo: “No estés tan serio, hombre. Sonríe, Leopoldo, que viene la tele. El presidente, sin que se le despeinara un solo pelo, respondió al militar “bromista”: “General, que yo sonría, como que usted sepa comportarse, son ambos imposibles metafísicos”.

Su gestión política fue corta, pero impecable, sintetiza López de Celis, que a continuación pone la guinda sobre su carácter: “Detrás de esa máscara impasible, se escondía un hombre afectivoy sentimental”.

FELIPE GONZÁLEZ:

“Es más feliz ahora que cuando tenía todo el poder”. Esto escribe la ex secretaria de Presidencia sobre Felipe González, que confirma algunos prejuicios que la opinión pública tiene acerca del socialista y de los otros cuatro líderes que han pasado por Moncloa y, al tiempo, desmonta también algunos tópicos . Rompe en parte el mito de la personalidad arrolladora del sevillano, puesto que aunque es cierto que ante las masas era “un flautista de Hamelín” y un “encantador de serpientes” que encarnaba las ansias de cambio progresista, todo ese carisma no se reproducía en el ámbito interno. Gustaba de trabajar en soledad, era “apocado, poco comunicativo, parco en palabras, tímido y esquivo” en su vida interna.

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En “pantuflas”, González necesitaba de un “vulgar pestillo” en la habitación en la que pasaba más horas . No en vano, es fácilmente inferible que al ex presidente no le habrá gustado leer cómo la autora relata que "formaba un gran equipo humano y profesional con Rosa Conde", con la que “tenía una atracción especial que trascendía lo puramente profesional. En un momento dado, el despacho de Rosa Conde, que estaba siendo reformado, se hizo inhabitable y el presidente le prestó temporalmente el suyo, mientras él se instalaba en el Palacio. La visitaba con frecuencia en la tranquilidad del edificio y, eventualmente, echaban el pestillo de la puerta” , dice la autora, a modo de “hasta ahí puedo leer”.

González era «encantador de serpientes» en la tribuna y «esquivo» en su parcela interna

Con todo, de sus líneas se detecta cierta melancolía en la autora por lo que en Moncloa se atisbó como “el auténtico cambio”, la voluntad de los socialistas de “ser y parecer austeros”, las decisiones claves que se tomaron en esta época y algunas controvertidas como la del ingreso en la OTAN, pero también la “escandalera de corrupción” que envolvió, sobre todo, a las últimas legislaturas del PSOE.

En el libro se nos presenta a un Felipe González (1982-1996) como el mandatario de trato más fácil y lo tilda como un “líder innato”. “Era muy fácil trabajar con él. Todos le llamaban Felipe, aunque no le conocieran de nada, y el sastre no podía más para remediar ese look, parte de su esencia ideológica. Era un animal político sin conservantes ni edulcorantes. De ese tipo de líderes que llevan la voz cantante y son capaces de conducir el rebaño por el buen camino”. Y completa: “La política está en su esencia intrínseca, aunque en petit comité parece encogerse de tamaño y lejos de ser el gran comunicador que es desde la tribuna, se muestra hasta huraño en ocasiones”.

Acerca de sus hobbies, hilvana: “Felipe González no seduce, hipnotiza. Y sus manos se mueven seguras, con una suave energía que emboba al que las contempla. Tal vez es esa habilidad manual la clave de su afición por compaginar actividades intelectuales con artesanales, como el cuidado de bonsáis, el billar, la petanca, el diseño de joyas y su extraordinario afán culinario, es un gran cocinero”.

Carmen Romero bautizó a su marido como “Isidoro” , quien se mostraba como todo “un malabarista de las relaciones internacionales”, y así lo hizo con Ronald Reagan, con quien “funcionó la química desde su primer entrevista en Washington en 1983. Al finalizar el encuentro, ya eran “Felipe” y “Ron””, reseña López de Celis.

«Sus dotes de convicción no funcionaron con sus propios hijos. En casa del herrero...»

Pero sus dotes de convicción no funcionaron con sus propios hijos, cuyas malas notas y su comportamiento sumamente rebelde trajeron de cabeza al matrimonio González-Romero.

Un plan para estrellar aviones contra el Palacio Real

Desvela como curiosidad que durante la conferencia de Paz de Oriente Medio celebrada en Madrid, se conoció el intento de ataque terrorista abortado por los servicios de inteligencia y que supuso que un grupo fundamentalista islámico pretendía secuestrar aviones en algún aeropuerto extranjero y estrellarlos contra el Palacio Real, sede de la conferencia, y el Hotel Palace , donde se alojaba la delegación soviética. ¿Les suena, desgraciadamente, de algo?

La autora describe que González debía sacarse un conejo de la chistera en 1993 si quería revalidar la victoria electoral y “el conejo se llamó Baltasar Garzón”. López de Celis se sincera: “En la noche electoral, Felipe González pronunció su famosa frase con la que aseguraba “haber entendido el mensaje”que los españoles le habían transmitido. Pero lo cierto es que no se enteró de casi nada”. Tampoco es conocido el episodio que desvela que en el primer debate televisado, Aznar pasó por encima de un González ausente que sí salió victorioso en un segundo cara a cara. El mismo día del primer debate había sufrido un problema en el avión.

Con todo y con eso, no fue suficiente para evitar que Aznar saliese al balcón de Génova en 1996 y se proclamase vencedor de las urnas. Cuenta la secretaria que “los González cumplieron impecablemente hasta el final e invitaron a los Aznar a almorzar en su casa con el fin de que fueran conociendo las dependencias que como familia iban a ocupar”. Durante los próximos ocho años.

JOSÉ MARÍA AZNAR:

Porque lo que no le roba la autora a José María Aznar es su "coherencia" por mantenerse firme en que no estaría más de dos legislaturas en el Palacio de La Moncloa. Y cumplir con su palabra. Según cuenta en el prólogo Oneto, los del mandato de Aznar fueron “cuatro años presididos por el sentido común y otros cuatro por la soberbia”. Y así parece reproducir el mensaje la escritora, quien nos introduce en esta nueva etapa citando el “máximo esplendor cortesano” que invadió La Moncloa con la llegada de los Aznar, especialmente de la primera dama .

«Aznar aterrizó como un hombre sobrio, con un discurso escueto, pero directo»

El presidente del Gobierno de España número 76 y el cuarto del periodo constitucional de 1978 sufrió hasta tres intentos de ataque terrorista, el más conocido, aquel en el que dos segundos salvaron a su Audi blindado. Amante de sus dos perros cocker Zico y Gufa , obsequio del alcalde de Oviedo tras el fallido atentado de ETA de 1995, Aznar aterrizó en el poder como un hombre “sobrio, introvertido, austero en su puesta en escena y con un discurso escueto, pero directo y contundente”. “Si algo le definía era su autodisciplina y su capacidad de trabajo”, afirma la autora, como la que tenía para levantarse a las 6-6.30 de la mañana en aras de practicar deporte.

Vicepresidentes contrapuestos

Era un presidente “de cabeza fría y pacienzudo como un chino”, rodeado de colaboradores tan gratos como Rodrigo Rato –que fue, con el presidente, “el único que se despidió una a una de nosotras”, asegura María Ángeles López de Celis- o de Francisco Álvarez-Cascos, a quien los perros de Aznar “odiaban profundamente” . No deja en muy buen lugar la autora cuando a “Chato Salmones” –como se apodaba a Cascos por su afición a la pesca de estos ejemplares- lo contrapone “con su estilo bronco con la imagen centrista de Aznar” en los primeros años. Cascos era un “hombre de carácter fuerte y autoritario, estrellaba contra la pared sin pestañear los aparatos de teléfono cuando su interlocutor no descolgaba a la primera. Y montaba en cólera sin miramientos”, recoge la autora.

De Aznar repasa su buen hacer en economía y gestión y las catástrofes ecológicas a las que tuvo que hacer frente. Pero “la huelga general y el Decretazo marcaron un punto de inflexión en la buena estrella de Aznar”. Perejil, la boda de su hija Ana –en la que la funcionaria dice que, por primera vez, vio al hombre, al padre emocionado - y, particularmente, la foto del trío de las Azores descoyuntó la relación del gobernante con la opinión popular. Nos cuenta López de Celis: “Fue muy difícil trabajar en aquella etapa contestada desde todos los frentes”.

Antes del 11-M, y conscientes de su victoria, los Rajoy recibieron la entrega de llaves de los inquilinos salientes a los entrantes en Moncloa para conocer la que iba y no fue su nueva residencia.

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No guarda buen recuerdo, está claro, la autora del periplo popular en Moncloa y se desgañita cuando escribe: “El día que Aznar obtuvo la mayoría absoluta fue el más feliz de su vida pero tanta alegría no puede ser buena y, a partir de ahí, dejó de escuchar . En su forzado autismo, pensó que solo la suya era la verdad absoluta".

«Su principal problema radica en su carácter intransigente», censura la autora

Apostilla: "No cabe duda de su balance positivo en materia económica y su mayor activo sea la dura batalla que libró contra ETA, pero su principal problema radica en su carácter intransigente y antipático. Pasa por ser un hombre frío y enigmático, calculador e implacable. Resumiendo: que no cae bien”. Ahora “lleva una vida plena y no siente nostalgia del poder”, confiesa su mujer Ana Botella y recoge la escritora, que, no obstante, se alegraría de que “volviese el estadista que añoran los dirigentes y afiliados de su partido y admiran muchos jóvenes españoles” y no el hombre altivo que fue en los últimos años.

JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO: Y con la vena aún reciente del desembarco zapaterista en su "casa", López de Celis elogia y reparte por igual al actual jefe del Ejecutivo. "Zapatero es un hombre tranquilo, que gana en la distancia corta. Es mucho más atractivo de lo que aparece en TV y sus ojos, azulísimos, son limpios y sinceros". Nostalgia de González cuando opone que "su carisma es de otro tipo y su estilo no es del tipo arrollador que maneja masas. Zapatero se mueve en otros parámetros; irradia paz, sosiego y optimiso, y tras la última etapa vivida en España, de confrontación y convulsión, tal vez muchos españoles deseábamos un poco de serenidad".

Zapatero huye del enfrentamiento directo y acostumbra a bordear las dificultades

Con el cántico de «Zapatero no nos falles» coreado en la noche del 14 de marzo de 2004, la escritora afirma que el único que de verdad confiaba en sus posibilidades de victoria era él mismo, y su esposa, quien "le profesa una fe sin fisuras".

Su poeta preferido es Jorge Luis Borges y, en su depliegue propio de un diván, López de Celis ha sabido entrever que es un hombre que "huye del enfrentamiento directo y acostumbra a bordear las dificultades para acometer el problema desde una trayectoria envolvente que le permita acumular fuerzas y aliados". Él mismo y las personas que le odean "son personas sencillas, humildes. Le repatean los jactanciosos, le estomagan los que alardean de su poderío material o intelectual, le irrita sobremanera la gente que pretende dar lecciones". La ex funcionaria también se ha percatado de la asignatura pendiente del presidente: negado para los idiomas. Tiene una gran afición por el fútbol, del que no fue buen jugador, así que después se decantó por el baloncesto. Es aficionado a la pesca y disfruta con el contacto directo con la naturaleza.

Descubrió su vocación política en un mitin de Felipe González en Gijón y a partir de ahí la exploró hasta como delegado de curso en la Facultad de Derecho de León, donde fue muy popular y conoció a Sonsoles Espinosa.

El personal desea jubilarse con él

En cuanto a la convivencia en Moncloa, los Zapatero han impuesto la sencillez en su hábitat: "El despecho del presidente causa asombra en cuantos lo visitan". "Tanto él como su familia llevan una vida sencilla, incluso aburrida, y con una rutina que facilita enormemente la tarea de todos los que están a su alrededor. Como es lógico, el personal del Palacio valora mucho estas costumbres y trabajan tan a gusto que le han confesado al persidente su deseo de jubilarse con él". A Zapatero le gustan la música de Supertramp, la ensaladilla rusa y los cómics de Tintín. Es hincha del F.C. Barcelona y las discusiones con su mujer son por causa de la educación que deben recibir sus hijas.

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"Zapatero es como un corredor de fondo y posee una gran capacidad de sufrimiento y una habilidad para encajar reveses sin pestañear. Su talante preside su forma de gobernar, su estilo es reflexivo, muy didáctivo, se nota que es profesor, enemigo de los golpes bajos y abierto al diálogo, con perseverancia y contención verbal", desarrolla la autora para el general conocimiento del leonés. Los adjetivos que se la han "colocado" al hoy presidente del Gobierno hacen honor a la verdad: "es un castellano austero, en sus ideas y en sus maneras, aunque es tierno y afectuoso. Tiene buen humor y un optimismo antropológico", peligroso éste "cuando se acerca demasiado a la delgada línea que lo separa de la ligereza y la frivolidad (...) y cuando los indicadores económicos son malos", censura María Ángeles López de Celis.

El contagioso «síndrome de Moncloa»

Zapatero siempre ve el vaso medio lleno, pero algunos como su predecesor socialista Felipe González arremeten contra él porque sufre ya el "síndrome de Moncloa". "Muchos opinan que Zapatero ya no es el mismo, que se ha hecho vanidoso, Algunos le acusan de excesiva concentración de decisión política en su persona, de minusvalorar a su Gobierno y a la Administración, de no confiar en casi nadie y de vivir fuera de la realidad", refleja en la págian 244 la autora, que pasa a hilvanar por qué todos, excepto Calvo-Sotelo "a quien no le dio tiempo a padecerlo quizás porque estuvo poco tiempo", han acabado padeciendo esta "patología", con matices para muchos desconocidos.

Todos, salvo Calvo-Sotelo, han acabado infectados por el «síndrome de Moncloa»

"A Adolfo Suárez se le fue el tema de las manos y llegó a ofrecerse de nuevo al Rey, tras haber dimitido y designado sustituto. Felipe González derivó en un cierto caudillismo y el país se le quedó pequeño. José María Aznar olvidó que no se puede gobernar como si el país fuese un coto privado. Y José Luis Rodríguez Zapatero también se ha afectado. El primer síntoma que lo demuestra no es el alejamiento de la realidad, sino la intolerancia a las críticas. Zapatero ha entrado más bien en el síndrome de la madrastra de Blancanieves . Se mira al espejo y se pregunta, o mejor, afirma directamente, que él es lo mejor que le ha pasado a Españ en su historia reciente".

Mañana hablaremos de las esposas de los presidentes y sus familias, detalles de una vida privada dentro de un Palacio un poco más público a partir de este libro: "Los presidentes en zapatillas".

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