Francia reabre en Irún la frontera que cerró durante la pandemia
La localidad guipuzcoana espera que la reapertura sirva para rebajar la presión migratoria
De ahogarse en el Estrecho a morir en el Bidasoa
El incremento del nivel antiterrorista en Francia y las restricciones a la movilidad que impuso la pandemia trajeron una imagen inédita en el puente que une Irún, la última localidad española en Guipúzcoa, con Hendaya, primer pueblo francés al otro lado de la frontera. Unas vallas y un férreo control policial impedían cruzar con la normalidad de antaño a los trabajadores transfronterizos o a los vecinos acostumbrados a pasear sin obstáculos a los dos lados de la frontera. Todo ello también se había convertido en un muro para los inmigrantes que después de llegar a España de forma ilegal viajaban hasta Irún con el objetivo de proseguir su viaje hasta Francia.
Varios operarios franceses retiraron las vallas el domingo por la tarde, pero ha sido a las 8:30 de este lunes cuando se ha oficializado el fin de esa barrera que hacía que en no pocas ocasiones fueran centenares los inmigrantes que se quedaban atrapados en tierra de nadie en la localidad guipuzcoana. Verles sentados en sillas en la plaza del pueblo atendiendo las indicaciones de diversas ONG se había convertido en una estampa usual. Incluso, algunos de ellos perecieron ahogados en el río Bidasoa, cuando trataban de acceder a nado, o en accidentes ferroviarios porque trataban de burlar los controles policiales a través de la vía del tren. El alcalde de Irún, José Antonio Santano, ha descrito la reapertura como el «triunfo» de la «fuerza ciudadana».
Porque, en todo este tiempo, han sido numerosas las peticiones al Gobierno francés para poner fin a un cierre fronterizo que resultaba anacrónico en una Europa con libertad de movimiento. «Hemos hablado con mucha gente», ha explicado Santano. El primer edil de la localidad guipuzcoana presentó sendos escritos de queja ante los gobiernos de España y Francia y acudió al Ararteko, defensor del pueblo vasco, para que llevara el asunto a la Unión Europea. «Atacaba los fundamentos de la propia unión y de la libertad de las personas», ha reiterado. Además, han sido varias las concentraciones que promovido Irungo Harrera Sarea, organización que colabora en la atención a los migrantes, junto con Cruz Roja o Cáritas Guipúzcoa. Al otro lado de la frontera los vecinos de Hendaya también se han movilizado y llegaron a entregar en el Ayuntamiento 12.000 firmas para que el alcalde se las entregara al prefecto de los Pirineos Atlánticos.
Alerta antiterrorista
Sin embargo, han pasado dos largos años para que la presión surtiera el efecto deseado. En realidad, los controles en la frontera comenzaron ya en 2020, pero fue en enero de 2021 cuando Francia decidió cerrar el paso entre Irún y Hendaya justificados en el incremento de la alerta antiterrorista. Ese cierre creó casi de inmediato un problema migratorio nunca antes visto en Irún.
Según datos del Gobierno vasco, en el año 2021 la localidad de poco más de 62.000 habitantes tuvo que acoger a más de 8.000 personas en tránsito que habían llegado a España de manera irregular y la cifra no ha hecho más que incrementarse desde entonces. El director de Migración del Gobierno Vasco, Xabier Legarreta, explicó la semana pasada que el 84% de las personas que estaban acogiendo los recursos para estas personas en Irún habían llegado a España por la «vía Canarias». En la mayoría son senegaleses que buscan llegar a Francia o a Bélgica, porque allí la barrera idiomática es menor y suelen tener a conocidos o familiares con los que alojarse.
El Gobierno vasco incluso llego a convocar de urgencia la semana pasada la mesa que coordina la atención a los migrantes, ya que lo habitual suele ser que las oleadas migratorias de Canarias se dejen notar un mes, o mes y medio después, en la frontera con Francia. Los alcaldes de Irún, Fuenterrabia y Hendaya, que este lunes han escenificado con un abrazo simbólico la reapertura de la frontera, esperan que a partir de ahora el atasco migratorio pueda descongestionarse. «Pasamos una página negra de la pequeña historia local, pero también de la Unión Europea, que tenía aquí una asignatura pendiente», ha concluido Santano.
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