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Paesa, el espía que murió dos veces

Diplomático, espía, banquero, 'play boy'... Francisco Paesa era todo eso y también un tipo inquietante que estuvo entre las bambalinas de la fuga y detención de Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil

Fuerte aumento de la criminalidad, sobre todo de homicidios y delitos sexuales

Francisco Paesa tras declarar en la Audiencia Nacional en 1995 EFE
Pablo Muñoz

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Francisco Paesa tenía 87 años y una vida de película —de hecho se hizo una— a sus espaldas. Según reveló el pasado lunes 'eldiario.es' murió en mayo pasado a las afueras de París, en Bois-Colombes, una localidad en la que se había refugiado para pasar los últimos años. La incógnita ahora es la herencia que dejó, al parecer manejada por una sobrina, Beatriz García Paesa, que le ayudó en algunos de sus 'negocios' y conocía mejor que nadie sus secretos. Sea como fuere, con él muerto aumenta su leyenda.

Paesa saltó a las primeras páginas de los periódicos en 1994, cuando colaboró en la fuga del entonces director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, que había saqueado los fondos reservados, cobrado comisiones ilegales por las reformas de la casa cuartel de la Benemérita en toda España y hasta vació la hucha de huérfanos del Instituto Armado. En total obtuvo más de diez millones de euros actuales. Acusado de numerosos delitos huyó a París y permaneció huido diez meses, lo que provocó la dimisión del entonces ministro del Interior de Felipe González, Antoni Asunción. Paesa le ayudó a esconderse y ocultar el botín, pero también fue el mediador para su entrega en Tailandia tras recibir, al parecer, una recompensa a cargo de los fondos reservados. Es decir, cobró por las dos cosas.

En esa historia de Roldán, con dos órdenes de busca y captura contra él de Suiza y España, en julio de 1998 Paesa se inventó su muerte e incineración en Tailandia y la publicó en una esquela en 'El País' en la que se leía: «Las misas gregorianas que durante todo el mes de agosto se celebren en el monasterio cisterciense de San Pedro de Cardeña, se aplicarán por su alma y para confortar a los que le llevamos en el corazón».

Pero su vida dio para mucho más. Antes también ayudó al Gobierno, por supuesto a cambio de una generosa 'propina' en la operación de Sokoa contra ETA, una de las más importantes jamás hechas. Fue él quien vendió a la banda dos lanzamisiles a los que la CIA había colocado localizadores.

Años después Baltasar Garzón lo puso en su punto de mira por presionar con una identidad falsa a un testigo del caso GAL, pero nunca pudo sentarle en el banquillo.

Además fue traficante de armas, estafador de fina inteligencia, novio de la viuda de Sukarno, dictador de Indonesia, y disponía asimismo de pasaporte diplomático de Santo Tomé y Príncipe que le sacó de muchos apuros. Ahora ha muerto. O no...

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