Los pactos de Sánchez dilapidan el poder autonómico del PSOE
Los tres únicos barones socialistas, incluido Page, sólo gobiernan sobre el 8% de los españoles
Ha pasado de presidir comunidades que suman el 36% del PIB nacional a otras que apenas llegan al 7%
Sánchez culpa del descalabro autonómico al «déficit de liderazgo» de sus dirigentes regionales
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la campaña de las elecciones gallegas
El PSOE tiene desde la noche del domingo una obsesión de cara a su discurso público, que consiste en afirmar que sigue siendo un partido «vertebrador» de España y en ningún caso una fuerza «residual» en algunos territorios. Ambas palabras las empleó este lunes la ... portavoz socialista, Esther Peña, durante su comparecencia posterior a la reunión de la Ejecutiva Federal, que presidió Pedro Sánchez y en la que se analizaron en profundidad los resultados de las elecciones gallegas, donde el PSOE perdió cinco escaños, pasando de 14 a 9, y cayó hasta el 14% de los votos, en una comunidad donde gobierna tres de las cinco principales ciudades: La Coruña, Lugo y Vigo.
Si se amplia la muestra a lo facturado en las cuatro provincias de esa comunidad por la coalición gobernante, con una vicepresidenta gallega como Yolanda Díaz, el PSOE y Sumar apenas alcanzan el 16% de los apoyos. La mitad que el BNG, que superó el 30% de los sufragios, y a una distancia abismal del PP de Alfonso Rueda, que revalidó su mayoría absoluta con casi la mitad de los votos emitidos, por encima del 47%.
Pero el batacazo gallego no es más que un suma y sigue en el proceso de dilapidación de poder y presencia territorial que para los socialistas han supuesto los pactos de Sánchez con los nacionalistas e independentistas catalanes, vascos y gallegos, además de las coaliciones de gobierno inéditas a nivel nacional, primero con Podemos y ahora con Sumar. Un camino que se inició con la moción de censura a Mariano Rajoy de junio de 2018, apoyada por esas formaciones, y que llega, de momento, a una campaña en la que el candidato de los socialistas gallegos, José Ramón Gómez Besteiro, no ocultó en ningún momento su deseo de convertirse en el vicepresidente de la nacionalista Ana Pontón.
Desde que Sánchez regresó triunfalmente a la Secretaría General del PSOE en 2017, después de su defenestración un año antes en un célebre Comité Federal, los socialistas han recuperado el Gobierno de España, pero han visto esfumarse buena parte de su poder en otros escalones del poder institucional, nada desdeñables en un sistema tan descentralizado como el del Estado de las Autonomías.
Los números son contundentes. En los últimos siete años los presidentes autonómicos socialistas se han reducido de siete a únicamente tres, quedándose por el camino la comunidad más poblada de España (Andalucía) o una de las más ricas, la Comunidad Valenciana. Resisten ahora el asturiano Adrián Barbón, la navarra María Chivite y el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, como únicos barones del partido. Y sólo el último de ellos –abiertamente crítico con el acercamiento a los nacionalistas– con mayoría absoluta.
El PSOE ha pasado, de esta manera, de gobernar en el nivel regional para 20 millones de españoles a hacerlo para algo más de 3,5. Y de gestionar la presidencia de administraciones -las comunidades autónomas tienen, entre otras, competencias tan importantes como la Sanidad o la Educación- que suman el 36% del Producto Interior Bruto (PIB) español a hacerlo en otros que sólo llegan al 7%. Y otro dato gráfico: la superficie total donde hay presidentes autonómicos socialistas es ahora de 100.454 kilómetros cuadrados de nuestro país, un tercio de la que era en el año 2017.
El PSOE, en definitiva, y con la única excepción que supusieron las elecciones municipales y autonómicas de 2011, en plena debacle de José Luis Rodríguez Zapatero, tiene hoy menos poder autonómico que nunca.
Presencia menguante
La pérdida de poder y de presencia en varios de esos territorios, además, ha ido menguando. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, los socialistas llegaron a ganar las elecciones autonómicas con Ángel Gabilondo en 2015 y 2019, cuando el PP madrileño sólo pudo retener el Gobierno de la Puerta del Sol merced a acuerdos de investidura o de coalición con Ciudadanos (CS), como también ocurrió en el ayuntamiento de la capital de España. Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida gobiernan ahora, en cambio, con mayoría absoluta, y el PSOE ha dejado incluso de liderar la oposición madrileña en detrimento de Más Madrid, la formación escindida en su día de Podemos.
Algo no muy distinto, pero todavía más doloroso para los socialistas en el que tradicionalmente fue su feudo inexpugnable, es lo que ha ocurrido en Andalucía. En 2018 el popular Juan Manuel Moreno llegó a la presidencia de la Junta mediante una coalición con CS apoyada externamente por Vox. En 2022, en cambio, y después de que Sánchez llevase sus acuerdos con los independentistas más lejos aún, hasta el punto de conceder el indulto a los cabecillas del 'procés', los populares andaluces alcanzaron una histórica mayoría absoluta.
La excepción a este panorama que muchos socialistas ven con gran preocupación es, además del nivel nacional, tras la remontada de Sánchez el 23J, Cataluña. Con Salvador Illa al frente el PSC ganó las elecciones autonómicas de 2021, aunque no pudo evitar que el independentismo gobernase en al Generalitat; recuperó el año pasado después de muchos años la alcaldía de Barcelona –con el apoyo del PP para darle el bastón de mando al socialista Jaume Collboni– y arrasó en las elecciones generales del año pasado, cuando obtuvo 19 escaños. La excepción que parece confirmar la regla de un partido que mantiene La Moncloa pero se desangra a nivel regional.