El punto de ventaja del aura blanca
A quince días del duelo en Barcelona, el Madrid gana por 37%-35,7% en la preferencia de la población española

Recordemos una vez más el episodio de los tres conspicuos estadísticos. Tres estadísticos fueron a cazar. El tiro del primero fue un metro a la derecha de la presa. El tiro del segundo fue un metro a la izquierda. Y el tercer estadístico, exultante, gritó: «¡Le hemos dado, le hemos dado!».
La anécdota —que aquí no es una chanza sobre los métodos de la estadística, sino un tributo a su afán de precisión— sugiere que es más fácil registrar fielmente los datos que explicar las pasiones removidas detrás de ellos. La preferencia de la población española entre el Real Madrid y el Barcelona, según la encuesta efectuada por DYM para ABC, fija un 37%-35,7% a favor del club blanco. A quince días de su duelo liguero en el Camp Nou, el lunes 29 de noviembre, la simple intuición acientífica hubiera aventurado que esa ventaja del Real Madrid sería mayor, justificada por su histórico y general arraigo y la superioridad de su palmarés. El Barcelona, sin embargo, ha apretado en el gráfico este marcador antes de disputar el otro en el campo. Las razones del empate virtual en simpatía quizá puedan desentrañarse en el rastro de las dos últimas décadas.
El Real Madrid pretende —necesita— reconquistar en el distrito de Les Corts algo más que la Liga. Su urgencia obvia es ganar los tres puntos; su objetivo latente, recuperar el aura perdida. Ha sido para el Madrid, en los últimos veinte años, algo casi peor que una pérdida: una ganancia del Barcelona, que hizo pasar a sus manos la bandera del fútbol. La belleza del juego, que promueve afectos además de títulos, ha ondeado últimamente en el mástil azulgrana.
Descifrar los argumentos de este tipo de predilecciones es más difícil que marcarles un gol a Valdés o a Casillas. Ahora bien, parece razonable suponer que la tendencia blanca en el segmento de edad 56-75 años se nutra de glorias algo remotas, y que la propensión barcelonista en el segmento de los más jóvenes (16-25) lo haga de mitos recientes.
El Madrid brindó el último motivo genuino para el proselitismo con La Quinta del Buitre, a finales de los 80. Los ojos de la afición se colmaron de color blanco, síntesis del arco iris del fútbol. Después el espectro se tiñó de azul y grana. El Madrid, pese a varios éxitos, especialmente europeos, fue resignando la supremacía. No solo en España, sino en el mundo. Con la irrupción del presidente Florentino Pérez (3 grandes títulos de 21 competidos), la cantera se ninguneó, fluyó turbio el aluvión de técnicos, identidad y estilo se esfumaron, la mercadotecnia se confundió con el sentimiento, la tolerada frivolidad de las estrellas fue el contrapunto de las crisis institucionales, y el merenguismo planetario —por no decir galáctico— se resintió de tales extravíos, mientras un Barcelona en auge, aun con tropiezos, hacía el trayecto en sentido contrario.
Empezar a restablecer aquel orden universal es el reto de Mourinho, última etiqueta blanca, en su visita a Guardiola, símbolo azulgrana.
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