Spectator in Barcino
Del muro del Tinell al muro de La Moncloa
El pacto del Tinell expulsó de la política catalana al centro derecha nacional. 20 después, su estrategia excluyente se proyecta desde el Gobierno
El Gobierno de Pedro Sánchez alega «dificultades» para perseguir los homenajes a etarras
![Pedro Sánchez, presidente del Gobierno](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/12/16/sanchez-efe-ktGG-U60910840389OqG-1200x840@abc.jpg)
Desde su investidura, Pedro Sánchez ha levantado un muro que limita la política al autodenominado «Gobierno de coalición progresista»: a un lado, PSOE y asociados; extramuros, quienes disienten de su ejecutoria etiquetados de «extrema derecha».
En Cataluña, año 2003, el PSC ya levantó un muro ... para la exclusión de sus adversarios. Desde su triunfo como alcalde de Barcelona en los Juegos del 92, Pasqual Maragall era la gran esperanza del catalanismo no nacionalista, pero los resultados de las elecciones autonómicas no arrojaron la ansiada mayoría absoluta: Convergència y el PSC estaban empatados en votos y con una mínima diferencia en escaños. La «gran esperanza» hubo de conformarse con hacer de la necesidad virtud: el candidato socialista urdió un gobierno de coalición, el tripartito, con Esquerra y los comunistas de ICV-EUiA. El 14 de diciembre de 2003, Pasqual Maragall, Josep Lluís Carod-Rovira y Joan Saura firmaron en el gótico Salón del Tinell el pacto homónimo de lo que se conoció como 'tripartito'.
Bautizado oficialmente como «acuerdo por un gobierno catalanista y de izquierdas» el pacto del Tinell se desplegaba en cuatro apartados: «Autogobierno. Calidad democrática; Nuevo impulso económico para Cataluña; Cataluña, una nación socialmente avanzada y Nueva política territorial y ambiental».
El acuerdo de PSC-ERC-ICV-EUiA se completaba con un inquietante anexo acerca de los criterios sobre la actuación política general: «Ningún acuerdo de gobernabilidad con el PP, ni en la Generalitat ni en el Estado». Los firmantes «se comprometen a impedir la presencia del PP en el gobierno del Estado y renuncian a establecer pactos de gobierno y pactos parlamentarios estables en las cámaras estatales». Socialistas, independentistas y comunistas conjurados para «dejar sin efecto el conjunto de normas contrarias a la plurinacionalidad» y retirar los recursos interpuestos por el Estado en la jurisdicción ordinaria o el Tribunal Constitucional.
El muro que había cimentado el nacionalismo pujolista, explicitado en el Programa 2000, lo iba a erigir precisamente Maragall, el político que había de acabar con los carnés de catalanismo y la división entre buenos catalanes (votantes de Convergència) y malos catalanes (críticos al pujolismo). Carod-Rovira verbalizó la expulsión del PP al calificarlo de partido «alienígena» en Cataluña.
El muro del Tinell revelaba la transversalidad de un nacionalismo que ahora abrazaban Convergència, PSC, Esquerra y comunistas con el gregario fervor del partido único. La deriva identitaria se fortaleció con un nuevo Estatuto cuyo grosor superaba a la Constitución española. El muro del Tinell y el Estatuto, en cuyo referéndum solo participó un tercio del electorado, marcaron el kilómetro cero del proceso independentista.
El primer tripartito acabó mal: el 4 de enero de 2004 Carod-Rovira, 'conseller en cap' y presidente en funciones por la ausencia de Maragall, se entrevista en Perpiñán con la cúpula de ETA (Mikel Antza y Josu Ternera): acuerdan que la banda no atente en Cataluña. El siniestro cónclave irrumpe en portada de ABC. Carod-Rovira había actuado por cuenta propia.
El segundo tripartito, eufemístico 'Govern d'entesa', siguió enfilando la montaña rusa –«Dragon Khan» en palabras de Maragall– de la coalición del Tinell. Con José Montilla en la presidencia, cada formación maneja cual compartimento estanco la consejería que le corresponde. Iniciativa hace de gobierno y oposición; Esquerra controla la cultura y los medios de comunicación públicos.
El nuevo Estatuto reformaba la Constitución por la puerta de atrás. En su artículo 'El espíritu de las leyes', 15 de noviembre de 2005, Eugenio Trías desvela que el neoestatuto «lejos de alentar un nuevo modelo de España Plural –el federal–, auspicia, en pura confusión de conceptos, un patrón confederal». El filósofo colige que «es lógico y coherente que un texto así haga feliz a opciones independentistas». Lo que no tiene lógica es que «cuente con el aval del PSC; un apoyo decidido, sin fisuras». Al igual que ahora, con la degradación cesarista del sanchismo, el socialismo abjuraba de su responsabilidad de Estado para mantenerse en el poder, aunque ello suponga convertirse en rehén de sus socios.
El espíritu del Tinell, con su dialéctica del enemigo propia de Carl Schmitt, jalonará la hoja de ruta del gobierno Zapatero y su heredero ideológico Sánchez. El independentismo parece gobernar España entera, como denunciaba Trías en 2005: «Sus principales tesis, y el espíritu que las inspira, se han impuesto en el gobierno autonómico catalán y en el Gobierno actual de la nación española». El extracto confederal de la «nación de naciones» zapaterista «diluye hasta el escarnio la función, los resortes y la potencia de ese espectral Estado español que le daría cobijo», objeta el filósofo.
El muro del Tinell, que expulsó de la política catalana al centro derecha nacional, se consolidó con unas formaciones que priorizaron el nacionalismo sobre el progresismo no identitario. Veinte años después, no ha sido debelado: su estrategia excluyente se proyecta en el muro del inquilino de la Moncloa.
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