Montero y Belarra revientan el protocolo del traspaso de carteras con ataques a Sánchez
Las exministras de Podemos señalan al presidente que las nombró en su despedida, mientras el buen humor reina en el resto de relevos
Bolaños advierte: la renovación del CGPJ «no es una opción, es una obligación»
![La ministra de Igualdad, Ana Redondo, recibe la cartera de manos de Irene Montero](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/11/21/relevoenigualdad-RWVnljJPgKbzB3HfhC9E8tL-1200x840@abc.jpg)
El acto de traspaso de carteras es burocrático, institucional y tradicional, donde el ministro saliente le entrega una cartera de piel (alegoría del ministerio de turno) al que se estrena y se fotografían para mostrar respeto a la alternancia. Democracia. PP y PSOE, ... PSOE y PP se han intercambiado decenas. Sueltan un breve discurso y, salvo en contadas ocasiones, llega a ser incluso aburrido. Ayer, por primera vez, Podemos reventó el protocolo.
Las líderes del partido, Ione Belarra e Irene Montero, arremetieron contra el presidente con el que han compartido gobierno a la vez que se despedían de su cargo. Y por si no fuera suficiente, se aseguraron un público afín, una clac dispuesta a corear sus mensajes, como si fueran dos mítines.
Fueron las únicas, en un día marcado por los discursos de guante blanco, los parabienes, el calor humano e incluso el buen humor. El que hubo, por ejemplo, en el Ministerio de Educación, donde la titular de esa cartera, que repite en el cargo, Pilar Alegría, recibió el relevo como responsable de Deportes de Miquel Iceta, quien bromeó hablando de que le entregaba «media cartera». Y la ya exportavoz del Ejecutivo, Isabel Rodríguez, ahora ministra de Vivienda, quien con la misma sorna subrayó: «Yo no he traído cartera, pero tienes trabajo, Pilar».
Parecido tono hubo en Transportes, donde Raquel Sánchez entregó la cartera a Óscar Puente; en Justicia y Política Territorial, donde Félix Bolaños recibió respectivamente el testigo de Pilar Llop y lo entregó a Ángel Víctor Torres; en Universidades, donde Joan Subirats entregó la cartera a Diana Morant; en Industria entre Héctor Gómez y Jordi Hereu; en Seguridad Social con José Luis Escrivá y Elma Saiz; en Cultura con Iceta entregando su otra «media cartera» a Ernest Urtasun y en Sanidad, donde José Manuel Miñones entregó su cartera a Mónica García. Parecía un día de boda en los ministerios, salvo donde estuvieron Montero y Belarra. El mismo ambiente se vivió a primera hora, sin ellas, en la jura de todos los nuevos ministros en Zarzuela ante el Rey, donde todos se hicieron la primera foto de familia del nuevo Gabinete entre sonrisas.
«Han echado a Podemos del Gobierno»
«Es un día difícil y triste para mí, hoy el presidente y el PSOE consiguen lo que no consiguieron en 2019, echar a Podemos del Gobierno, y esto no es que sea injusto, es ante todo un enorme error político, porque tenemos enfrente una ola reaccionaria salvaje y en el bloque democrático nos necesitamos todos, especialmente al motor de las transformaciones», dijo Belarra, exministra de Derechos Sociales.
Una Yolanda Díaz muy seria escuchaba a sus espaldas en el mismo escenario, sede del Ministerio de Derechos Sociales, consciente de que ese mensaje contra el PSOE escondía otro contra ella y Sumar. En una carta a la militancia antes de ayer, Belarra la tildó de «colaboradora necesaria» de la operación socialista para «sustituir» a Podemos por una «izquierda servil».
Belarra cedió sus competencias a Pablo Bustinduy, designado por Sumar, y a Sira Rego, de Izquierda Unida, también designio de Díaz. La vida da tantas vueltas... Bustinduy fue compañero de Belarra en el grupo parlamentario del primer Podemos. Pero rompió en 2019 con el partido al discrepar de Pablo Iglesias. Díaz le recuperó hace unos meses para construir su proyecto electoral.
«Les deseo la mayor de las suertes y de los aciertos», les dijo al principio de su intervención Belarra, que agradeció a su equipo estos años al frente del departamento y recordó también a su antecesor en el cargo, Pablo Iglesias. «Se tuvieron que celebrar cuatro veces elecciones generales para que la gente que piensa como nosotros pudiera estar en el Gobierno», añadió.
También estuvo cediéndole sus competencias a Bustinduy el extitular de Consumo, Alberto Garzón. Y además de la vicepresidenta y ministra de Trabajo, estuvieron acompañando ahí la nueva ministra de Sanidad, Mónica García, y la vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera. Esta última, de la cuota del PSOE, escuchando silbar las balas entre Podemos y Díaz.
Mas dura, incluso, estuvo Irene Montero, que no quiso dejar pasar su última oportunidad ante un micrófono de una institución pública sin convertir el traspaso de carteras en un mitin. Se revolvió contra Pedro Sánchez, de quien dijo que las «echa» del Ejecutivo (a ella y a Ione Belarra) por, añadió, «poner las instituciones al servicio del avance de los derechos feministas».
Las palabras fueron recibidas con una mezcla de estupefacción y sorpresa por parte de un auditorio totalmente dividido entre los que jaleaban abiertamente a Montero y quienes trataban de mantener la calma en espera de que la nueva ministra, Ana Redondo (Valladolid, 1966), tomara la palabra.
Una fragmentación entre el público que ya se había hecho evidente momentos antes, cuando Montero había tratado de involucrar a su sucesora en su batalla contra el presidente del Gobierno. «Ministra, te desearía suerte pero creo que no es lo más importante que necesita una ministra de Igualdad. Te deseo que te rodees del mejor equipo, que nunca te dejen sola y que tengas valentía para incomodar a los hombres amigos de 40 y 50 años del presidente del Gobierno», le espetó a su sucesora, que le escuchaba de pie, unos pasos detrás y con rictus serio, en alusión a las palabras pronunciadas por Sánchez en campaña electoral sobre los efectos contraproducentes de determinadas actitudes promulgadas desde Igualdad, después del escándalo de las excarcelaciones y rebajas de condena por el 'sólo sí es sí'.
Entre el público, la parte morada del auditorio aclamaba con vítores y aplausos, mientras que la otra mitad mantenía la compostura.
Montero no dejó ni un solo detalle a la improvisación, tampoco en su indumentaria. No llevaba esta vez pulseras con eslóganes políticos, con la bandera republicana o pañuelos verdes a favor del aborto. Esta vez el mensaje estaba en lo que vestía. Pantalón de tela príncipe de Gales con juego de distintos tonos morados, con un chaleco a juego, desabotonado, de forma que apenas cubría el discreto lema bordado en blanco sobre la camiseta blanca: «Confía, coño».
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