Milagro de Puigdemont en Argelès
Cientos de fieles cruzan la frontera con Francia para asistir a los mítines de la resurrección del presidente fugado: «Me están temblando las piernas»
ANA IRÍBAR, VIUDA DE GREGORIO ORDÓÑEZ: «BILDU HA GANADO LIQUIDANDO A SUS RIVALES»
![Uno de los tenderetes de comida en los mítines de Puigdemont](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/26/ImagenJUNTS-CARLESPUIGDEMONT2-RPbAiD7FFcBWx3A8TgIWRaM-1200x840@diario_abc.jpg)
La tramontana insiste en derribar las banderas electorales que han colocado en el exterior del mitin de Puigdemont en Argelès-Sur-Mer, junto a la frontera francesa. El 'president' en un territorio de cielos oscuros tan propio de las leyendas fundacionales. Son las siete ... de la tarde con chaparrones cuando Puigdemont se aparece en el papel de visionario de los pueblos elegidos ante medio millar de apóstoles de ojos muy abiertos, brillantes, gentes que juntan las manos ante la aparición de su mesías del unilateralismo. «Me están temblando las rodillas».
Maribel ha llegado en uno de los seis autobuses desde Barcelona. Miles de militantes acudirán cada día durante la campaña hasta este pabellón municipal que ha alquilado Junts para que sus partidarios puedan comprobar que Puigdemont existe y se acerquen a tocarle las llagas electorales de la que creen será su resurrección definitiva.
«Es diferente verle en persona. Siento una emoción distinta», admite esta agente de seguros. Nota que la venida del profeta está cerca. «Ya va a ser», confía y hace cábalas sobre cómo sería el regreso del fugado a España. «Lo imagino, no sé, acompañado por miles de personas que llenáramos las cunetas desde la frontera con Francia hasta el palacio de la Generalitat», admite. Está convencida de que la aprobación de la amnistía del Gobierno de Sánchez es inminente y así, doblegada la Justicia española, el candidato se podrá dar un baño de masas triunfal que -de alguna manera emocional y simbólica- ya está sucediendo.
«Esta es la fiesta del regreso», anuncia Laura Borràs desde el escenario con esa contundencia suya como de delantero de los All Blacks del unilateralismo y el público ruge en algo cercano al estadio de Twickenham cuando juega la selección inglesa de rugby. El Vallespir es una comarca muy de rugby, tanto que el centro municipal en el que Junts ha instalado sus cuarteles de campaña lleva el nombre de Jean Carrère, un jugador legendario de la selección francesa. Actúa Puigemont donde actúan normalmente artistas. El día 12 de mayo está anunciado un mago y anda uno pensando que a Gonzalo Boye, el abogado de Puigdemont de mirada tan fija y enigmática, si le pone uno chistera, capa y varita, se marca unos trucos fantásticos.
No es magia, es religión
Pero esto no es magia: esto es una religión y aquí están los religionarios. Son gente o muy joven o mayor, depende, además de otros en edad de trabajar que se han cogido el día de vacaciones para acudir al culto. Sobre las cabezas, las esteladas se mueven con la languidez con la que se ondean las banderas en los mítines, como si uno no creyera en nada. Se ve mucho calzado de trekking, bolsos de marca y ropa de montaña en una mezcla deportiva y señorial, un aire como ripollés que lo mismo es procedente para salir de ruta por el Canigó que para tomar el aperitivo en Pedralbes. Han partido a las tres de la tarde de Barcelona en seis autobuses que los dejarán en casa a medianoche, cansados pero victoriosos por lo que les acontece.
Fuera del recinto, decorado con los colores de la campaña -coinciden con los del partido de Le Pen-, han preparado una carpa con mesas corridas de madera para que pasen el rato los militantes. Las mesas de madera y la carpa son dos elementos del imaginario popular democrático casi tanto como las urnas. Hablamos de unas mesas como para una calçotada de esas que se montan en fiestas que terminan en '-ada' y en las que se puede sentar el pueblo a sus democráticas anchas. Aquí no hay calçots, y es una pena, sino un par de foodtrucks con bombillas antiguas que emiten una luz amable de canción de Joan Manuel Serrat (ahora proscrito) y en los que venden sándwiches a cinco pavos. Al otro lado de la carpa, han montado tres máquinas de dardos y seis futbolines de aquellas oficinas de 'bigtech' en los que se entretienen los conductores del autobús, rutinarios y ajenos al destino de los pueblos elegidos que se forja ahí dentro.
Después de Borrás toman la palabra Rull y Turull, y recordamos la secuencia aquella de nombres de procesados que se recitan como una delantera del Madrid de los cincuenta: ¡Forn-Rull-Turull! Parecen alegres, lozanos, determinados. Rull luce un moreno de dueño de yate, tan lejos de los neones de Lledoners de los que le libró Pedro Sánchez. Una voz anuncia a Carles Puigdemont como el auténtico hombre bala. Cuando sube al escenario, reviven las banderas en su agitación optimista y ruge el público cuando jura que no le pagarán «la fiesta a Madrid». La gente se abraza. Ya han ganado.
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