Un viaje con escolta y entre lágrimas que trajo el Guernica a Madrid
HISTORIAS CAPITALES
El cuadro, obra maestra de la pintura, llegó enrollado, dentro de una caja que tenía un peso de 500 kilos
Así fue el bombardeo nazi a Guernica: la matanza de la Guerra Civil citada por Zelenski
![Varios operarios bajan la caja en que se transporta el cuadro de Picasso](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/05/GUERNICA-2-Rim8XxElJTWk7aLtemmbSOP-1200x840@diario_abc.jpg)
El Jumbo 'Lope de Vega' viajó en 1981 desde Nueva York, sobre el Atlántico, con un tesoro en su bodega: el 'Guernica', de Pablo Ruiz Picasso, una de las mejores obras de arte del mundo. Pero no sólo transportaba arte: también devolvía a España al « ... último exiliado», como lo calificó el entonces ministro de Cultura, Íñigo Cavero, compañero de viaje del mítico cuadro. Un largo viaje en el que la impresionante pintura fue despedida entre lágrimas por la mayor benefactora del Museo de Arte Moderno de Nueva York, Blanchette H. Rockefeller, y llegó a Madrid sin que los viajeros supieran lo especial de aquel vuelo ni percibieran que entre el pasaje había toda una escolta camuflada.
Era jueves aquel 10 de septiembre. A las 8:29 minutos de la mañana, el Jumbo aterrizaba en el aeropuerto de Barajas. Atrás quedaban años de negociaciones, llevadas a cabo en la más absoluta discreción, y sólo cerradas después de que el el Gobierno español diera garantías al Museo de Arte Moderno neoyorquino contra «cualquier posible demanda de terceras partes por haber actuado impunemente al ceder el Guernica» y comprometerse también «a no reclamar ninguna otra obra de la colección del Museo y cargar con todos los gastos de embalaje y transporte del cuadro».
La crónica en ABC desde Nueva York la firmaba el recordado José María Carrascal, que acentuaba la «resignada tristeza» de la prensa de aquella ciudad al dar la noticia. «El director del Museo, Mr. Oldenburg, se ha disculpado por el secreto y rapidez con que se hizo la transferencia, que impidió a Nueva York decir adiós a un cuadro que ya casi formaba parte de su perfil», recalcaba.
Doce operarios especializados fueron los encargados de descolgar el cuadro y embalarlo para su viaje transoceánico. Fue un arduo trabajo, que duró cinco horas y media, y terminó con el lienzo enrollado en un rulo e introducido en una caja, y esta metida dentro de otra mayor en la que figuraba la inscripción 'From New York to Ministerio de Cultura», con un peso de 516 kilos y unas dimensiones de 4,50 metros de largo por 1,70 de ancho. El bastidor que sostenía el cuadro en el MOMA también se trajo. En total, eran seis bultos los que se cargaron en el avión, incluyendo los 63 dibujos y bocetos sobre la pintura.
Junto con esta preciada carga, viajaron en el Jumbo el ministro Íñigo Cavero y el director general de Patrimonio Artístico, Javier Tusell, además de una escolta repartida estratégicamente entre los pasajeros y confundida con los mismos: ocho miembros de los GEO y ocho policías nacionales, todos de paisano. Los pasajeros del vuelo 952 abandonaron la nave sin sospechar siquiera que habían sido parte de un momento histórico. Se sorprendían por las medidas de seguridad a las puertas del aeroplano y sólo allí conocían la razón de aquel despliegue: habían volado junto al Guernica.
El comandante del avión, Juan López Durán, aclaró a la periodista que firmaba la crónica para ABC, Pilar Trenas, que la tripulación sólo conoció un poco antes de partir del aeropuerto J. F. K, que trasladaban el cuadro con más simbolismo del último siglo. La descarga de las cajas con el cuadro duró más de una hora, y se hizo con el avión rodeado por miembros de la Guardia Civil y dos camiones de transporte internacional de la empresa SIT esperando junto a la aeronave.
Desde la terminal de carga, se inició una impresionante caravana en la que los dos camiones viajaban escoltados por miembros de la Guardia Civil motorizados y coches de la Policía Municipal y la Nacional, y dos
![Imagen principal - Arriba, presentación del Guernica en el Casón del Retiro; entre la multitud, el alcalde Enrique Tierno y la duquesa de Alba. Abajo, los dos camiones con su escolta por la carretera de Barcelona (izq.), y pasando junto a la Puerta de Alcalá](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/05/GUERNICA-6-U05587345275cXw-758x470@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Arriba, presentación del Guernica en el Casón del Retiro; entre la multitud, el alcalde Enrique Tierno y la duquesa de Alba. Abajo, los dos camiones con su escolta por la carretera de Barcelona (izq.), y pasando junto a la Puerta de Alcalá](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/05/GUERNICA-9-U03856346176LlN-464x329@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Arriba, presentación del Guernica en el Casón del Retiro; entre la multitud, el alcalde Enrique Tierno y la duquesa de Alba. Abajo, los dos camiones con su escolta por la carretera de Barcelona (izq.), y pasando junto a la Puerta de Alcalá](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/05/GUERNICA-7_20240405185441-U27858520780CRp-278x329@diario_abc.jpg)
helicópteros desde el cielo: así fueron a lo largo de la avenida de América y por las calles María de Molina y Serrano, hasta pasar junto a la Puerta de Alcalá y llegar al Casón del Buen Retiro, su primer destino en Madrid.
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Como no podía ser de otro modo, hubo también su polémica respecto a este caso: desde el País Vasco, diferentes políticos clamaban porque el cuadro fuera entregado a la población que le dio nombre y que sufrió el bombardeo que allí se refleja. El alcalde de Guernica, Dionisio Abaitua, por ejemplo, consideraba un «desprecio al pueblo vasco» que la obra de Picasso se quedara en Madrid. También lo reivindicaba así el portavoz y consejero de Cultura del Gobierno vasco, Ramón Labayen. Otra opinión fue la de Pedro Aparicio Sánchez, el alcalde de Málaga, la ciudad natal de Picasso, que aunque también había pedido albergar la obra, se habría conformado, dijo, con que «a los alcaldes de las ciudades que lo solicitaron se nos hubiera invitado a recibir el cuadro en Barajas».
Desde su estudio de Son Abrines, en Palma de Mallorca, Joan Miró recordaba que fue testigo de cómo Picasso pintaba aquel cuadro en su taller: «Vi la pasión con la que dio vida a esta obra».
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