Los últimos de Gran Vía: «La avenida madrileña ha perdido su identidad»
En 1986, la centenaria calle contaba con 909 personas empadronadas. En 2024 ese número se ha reducido hasta 577 censados. Hoy no hay rastro de aquellos madrileños residentes. Sólo oficinas, despachos y pisos turísticos
Historias, secretos y anécdotas de los cien años largos de la Gran Vía
![Gonzalo Goiri frente al 62 de Gran Vía, donde vivió su familia](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/18/gonzalogoiri-RL7he9YCIOOOEQsFq5hHSfK-1200x840@diario_abc.jpg)
Ni rastro queda de aquellas familias españolas que una vez habitaron los fastuosos edificios de la Gran Vía. Los madrileños que antaño conquistaron sus cielos neobarrocos han desaparecido. Las finas placas de buzón ya no albergan nombres y apellidos. Tan sólo números de apartamentos, ... despachos, oficinas y agencias inmobiliarias. Pero de aquellos 'gatos' residentes ni gota. El ambiente hogareño que una vez inundó la estimada avenida es ahora un mero recuerdo. Así lo confirman los porteros y conserjes que yacen en sus casi ochenta portales. «Gran Vía ha perdido su identidad», coinciden.
Antonio Muñoz lleva siendo guardés del número 12 durante 22 años. Desde los cinco ya habitaba las inmediaciones. Su tío, también portero —«un oficio en extinción», asegura—, vivía en el número 6, donde pasó gran parte de su infancia. Ahora reside en el ático del edificio del que es guardián. Un piso de 50 metros cuadrados y 70 de terraza que «hoy valdría hasta dos millones de euros». Cuenta en conversación con este periódico que, debido a esto, ha vivido muchos de los cambios que han afectado a la calle.
«Yo he contemplado la Gran Vía como barrio; con sus viviendas familiares y sus plazas abarrotadas de niños. Las terrazas arrojaban tranquilidad y elegancia. Por entonces Gran Vía también era aquel paisaje tan típico del verano español, con sus madres conversando charlatanas en las puertas de sus casas hasta bien entrada la madrugada. El cambio ha sido drástico», señala. Son recuerdos de mediados de los años setenta, cuando coincidió con Massiel y su «fuerte carácter», que buscaba un piso que habitar. Entonces no había porteros, sino serenos errantes.
Evoca el centinela una Gran Vía de ultramarinos, ferreterías, zapaterías, librerías y lavanderías. «Ya sabes, de negocios antiguos, comercios pequeños. Todo ha desaparecido. Ahora sólo divisas tiendas de alimentación 24 horas». Una Gran Vía cercana, la misma que pedía sal al vecino. «Ahora se trata de una avenida fría, sin relación ni cordialidad entre sus vecinos».
Antes
Después
![Imagen después - Terrazas en septiembre de 1963 y Gran Vía en la actualidad](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/18/granviaahora-U85172435283UhK-624x350@diario_abc.jpg)
![Imagen antes - Terrazas en septiembre de 1963 y Gran Vía en la actualidad](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/18/granviaantes-U35058183604tTO-624x350@diario_abc.jpg)
Cuenta este abulense que en aquella década el mismo número 12 —que revela que, durante la Guerra Civil, albergaba un tanatorio en su planta baja—estaba entero conformado por viviendas familiares que hoy son oficinas o pisos turísticos «que degradan la zona»: «Ya nadie vive en Gran Vía». Para corroborarlo, este diario visita todos sus vestíbulos en busca de algún privilegiado que aún resida —y sea propietario/a— en la apreciada vía. Pero es que ni rastro.
Mismamente en el edificio Coliseum, situado en el número 78 y compuesto por diez plantas de viviendas, el conserje allí presente informa, a voz de pronto, de que tan sólo queda una persona en la planta superior, y «es demasiado mayor». En el resto de portales, la situación es similar: «En el edificio viven únicamente un par de personas. Y ni siquiera se encuentran en estos momentos en la vivienda. El resto son pisos en alquiler».
![Imagen principal - Antonio Muñoz, portero; llegada de nuevos inquilinos a la vía y uno de los edificios de la calle](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/18/antoniomuoz-U55862848734Guc-758x470@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Antonio Muñoz, portero; llegada de nuevos inquilinos a la vía y uno de los edificios de la calle](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/18/mexicanos-U06210751130ZEZ-464x329@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Antonio Muñoz, portero; llegada de nuevos inquilinos a la vía y uno de los edificios de la calle](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/18/edificio-U33233517516FeF-278x329@diario_abc.jpg)
Según datos oficiales, existen 577 personas empadronadas en esta calle. En 1986, año desde que existe registro digital del padrón municipal, eran 909. Esto supone una reducción del 36'5 por ciento de censados. Además, «el perfil de personas que se instalan como inquilinos en estos pisos también ha cambiado. Gran Vía se ha llenado de personas extranjeras», señala uno de los porteros que yace en el último tramo de la vía.
Es una realidad: las familias españolas han emigrado de la célebre arteria madrileña. De hecho, regresando a los datos anteriores, en 1986 tan sólo 23 personas —el 2'5 por ciento—, de las 909 empadronadas, pertenecían a otra nacionalidad. En 2024, de los 577 registrados, 223 personas son extranjeras (un 36'8 por ciento).
Un 36'8 por ciento de personas registradas en la calle son extranjeras
En el mismo edificio, un par de jóvenes latinoaméricanos nos invita a pasar a su inmueble. Apenas llevan en España dos meses. Las cajas de mudanza en los pasillos lo ratifica. Afirman que pretenden quedarse en la capital durante un largo tiempo. Mínimo un año. La finca, por la que están pagando más de 2.000 euros mensuales, es amplia y luminosa. Frente al salón emerge una Gran Vía estival. Ambos expresan que anhelaban la avenida por ser «el epicentro de todo».
Alquiler de renta antigua
La búsqueda de propietarios sigue. Hacia el cielo, carteles de «se vende». Esta pérdida de madrileños en la vía se debe, entre otras, a que muchos de estos pisos que pueden observarse caminando eran alquileres de renta antigua. Es decir, todo contrato de alquiler firmado antes de 1985. Este tipo de contrata —hoy desaparecida— proporcionaba al arrendatario la posibilidad de un alquiler vitalicio que podía incluso heredarse.
Con la regulación de la ley de arrendamientos urbanos en 1964 —que protegía en gran medida a los inquilinos por la dificultad que entonces existía de poder comprar una vivienda—, estos contratos podían llegar a ser indefinidos e incrementar su renta era casi imposible —en muchas ocasiones eran acordados entre arrendador y arrendatario—. Dichos acuerdos duraban hasta que el inquilino fallecía. Y, no obstante, sus familiares tenían la opción de poder subrogarlo hasta varias generaciones. Pero a medida que la Gran Vía se modernizaba, los contratos dejaron de renovarse.
«Pagábamos 100 euros por un piso de 500 metros cuadrados. Comenzaron a echarnos»
A partir de 1985 se tomaron medidas para derogar la ley. Y en 1994 se aprobaron diversas reformas con el objetivo de que este contrato comenzara a desaparecer. Así fue como se evaporaron aquellas inmensas casas para convertirse en bufetes. «Era más lucrativo para la propiedad: hacer de un piso tres despachos», expresa Gonzalo Goiri, un joven de 37 años que se crió entre los pasillos racionalistas del número 62 de la popular avenida. Aquella «espectacular» finca fue durante 23 años su hogar. Hasta que en 2009 se vieron obligados a abandonarla.
Se trataba de la casa de sus abuelos, el segundo izquierda. Entonces su tía abuela vivía en el quinto derecha del mismo bloque. Un número cuando menos familiar. «Tenía tres patios. El salón daba a Gran Vía, frente al teatro Lope de Vega. Veías la televisión mientras escuchabas el bullicio de sus gentes. Sus muebles ocupaban verdaderas plazas de toros. Los pasillos eran tan largos y amplios que mi hermana aprendió en ellos a montar en bicicleta. ¡Hasta teníamos una campana para llamarnos de lo grande que era todo aquello!», detalla. Pero, apenado, expresa que «nos tuvimos que marchar».
![Imagen principal - Modistillas madrileñas el día de Santa Lucía; Jóvenes a la entrada de un cine de verano y Administración de Lotería número 21 en 1958](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/18/5630704-U46528660713mFW-758x470@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Modistillas madrileñas el día de Santa Lucía; Jóvenes a la entrada de un cine de verano y Administración de Lotería número 21 en 1958](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/18/cine-U58354812701Scf-464x329@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Modistillas madrileñas el día de Santa Lucía; Jóvenes a la entrada de un cine de verano y Administración de Lotería número 21 en 1958](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/18/loteria-U10247351550KSP-278x329@diario_abc.jpg)
«Quizás pagábamos 100 euros por un piso de, aproximadamente, 500 metros cuadrados en Gran Vía. Entonces, cuando mi bisabuela lo arrendó por primera vez era mucho dinero. Pero ahora no es correlativo. Como he dicho anteriormente, no es negocio para la propiedad. Así pues, comenzaron a echarnos. Empiezan quitándote la calefacción o poniéndote impedimentos para cambiar el inmobiliario. Te fuerzan a irte», cuenta Goiri mientras rememora aquella antigua bañera con patas que tanto perduró y a la que tuvieron que «acomodarse».
«Hoy Gran Vía no tiene identidad. La joven de mil nombres ha perdido su glamur», arroja el madrileño, que señala que «la identidad la crean los vecinos». Con él coincide Muñoz, que sigue añorando aquella atmósfera infantil y juvenil de los años setenta. No obstante, afirma que la vía también tuvo sus insanas épocas. Y que existen cosas peores que los turistas. Los ochenta fueron malos años —«si no los peores», como lanza un vecino que escucha de refilón la conversación— por la cantidad de droga que se movía alrededor: «Yo conocí la calle de Prim y del Almirante repletas de chaperos. Gracias a Dios eso también ha desaparecido».
La llegada del colectivo LGTB
Uno de los cambios más bonitos que ha vivido el portero, asegura, fue la llegada, a principio de los años noventa, de la comunidad LGTB al barrio. Entonces en la zona de Chueca, sobre todo, «existía mucha delincuencia». «Los comercios tradicionales comenzaron a cerrar y no se volvía a abrir ningún otro establecimiento. El barrio se vino abajo».
Cuenta que entonces existían muchas buhardillas vetustas «que no valían prácticamente nada» al ser edificios que no poseían siquiera ascensores. Fueron personas del colectivo las que limpiaron el barrio y revalorizaron este tipo de viviendas. Los inmuebles que hoy encuentras por 100.000 euros, ellos los compraron por 20.000», explica.
Aunque durante la visita observamos una ligera tendencia a la Gran Vía pasada, porteros y exhabitantes valoran la avenida: «Seguiría viviendo aquí. Tendemos a volver donde hemos sido felices».
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