Hazte premium Hazte premium

La última pieza del crimen de Soto del Real estaba a solo 200 metros del chalé de Soledad

Un vecino, alertado por el hedor, encontró la cabeza de la mujer asesinada en una vía pegada a la vivienda

El crimen silencioso de Soledad, la mujer de la sonrisa infinita

En vídeo: Delegado del Gobierno confirma el hallazgo de "restos humanos" en Soto del Real | Foto: Interior del chalé de Soto del Real donde se cometió el crimen DE SAN BERNARDO
Aitor Santos Moya

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La cabeza de Soledad, última pieza del macabro crimen de Soto del Real, ya está en el anatómico forense Valdebebas, donde aún tardarán unos días en conocer los resultados del análisis de ADN a la que ha sido sometida. Pese a ello, los investigadores no tienen dudas de que pertenece a Soledad, la mujer de 65 asesinada el martes pasado a manos de Jorge R. D., su marido desde hacía más de 20 años y de quien se estaba separando en los últimos tiempos. «Se llevaban mal, pero se soportaban», han señalado sus allegados tras el hallazgo de los cuerpos, sin sospechar el trágico final registrado.

La parte del cadáver que faltaba fue hallada alrededor de la medianoche del lunes en el camino de Navalafuente, en un tramo pegado a la colonia de San Antonio, donde residía la pareja en un chalé de dos plantas al que la Guardia Civil retiró ayer el precinto policial. Fue un vecino el que percibió un fuerte olor a descomposición al pasar a la altura de unos matorrales y dio aviso a la Policía Local. Todos en la urbanización estaban avisados precisamente de esa circunstancia: la posibilidad de toparse estos días con un hedor desconocido.

Los agentes de Soto del Real localizaron junto a un riachuelo una bolsa de plástico con restos humanos, por lo que avisaron de inmediato a la Guardia Civil. Tras ello, el equipo de la Policía Judicial de Colmenar Viejo procedió a su recogida y posterior traslado al anatómico forense, cerrando así una búsqueda que solo la subida de las temperaturas ha permitido desatascar. De hecho, los investigadores ya rastrearon las inmediaciones con perros especializados (al igual que la propiedad y el coche en el que se movía Jorge), pero las precipitaciones caídas días atrás impidieron detectar cualquier rastro provechoso.

Antes de ser asesinada, Soledad viajó a Londres a ver a una de sus dos hijas, fruto de un matrimonio anterior por el que enviudó, y regresó convencida de que la separación con Jorge era solo cuestión de días. Tanto es así, que a través de su abogado había enviado un burofax a su marido para que abandonara el chalé de Soto del Real. Fue en vano. Al regresar de tierras británicas, la mujer fue asesinada con una carabina, horas antes de ser decapitada con un hacha en el garaje.

El presunto homicida metió la cabeza en una bolsa y la sacó de la vivienda a pie. Los vecinos lo vieron pasear por las inmediaciones como si nada, sin saber que ya había cometido el crimen. La duda que queda ahora es saber si Jorge pretendió en un primer momento desmembrar el cuerpo para deshacerse de él en un intento de huida hacia adelante, o simplemente fue un movimiento que no guarda explicación. Sea como fuere, lo cierto es que el hombre regresó al chalé y decidió quitarse la vida con una escopeta, el segundo arma que los agentes encontraron en la casa.

A sus 65 años, Soledad ya era abuela. Además de su hija afincada en Londres, tenía a otra en Australia, «donde se casó y formó una familia», recordaba un compañero del Centro de Atención a Usuarios (CAU) de la Universidad Autónoma de Madrid, el lugar en el que trabajaba desde hacía muchos años. Dada su edad, tenía previsto jubilarse de cara al próximo curso, aunque en los últimos meses, una cuestión familiar había hecho que reconsiderase su decisión. «Se lo estaba pensando», añadía el empleado, ya que al ser personal laboral (que no funcionaria), podía solicitar seguir hasta los 70 años, siempre que la universidad lo aceptara.

Su marido, en cambio, había tenido que dejar forzosamente la Policía Local de Soto del Real por un accidente de moto poco después de la pandemia. Desde entonces, no había vuelto a ser el mismo. Su padre lo describía así cuestionado por un programa de televisión: «Uno o dos días antes recibió un burofax diciéndole que se marchara de allí, que estaba estorbando. Yo creo que eso le terminó de desequilibrar, cuando lo que esta defectuoso es el cerebro pues ya reaccionas de cualquier manera».

En la colonia de San Antonio, sin embargo, muy pocos sabían que el presunto autor padecía una depresión; tampoco Soledad había manifestado temer a su marido y entre ellos no constaban denuncias previas por malos tratos. Un abanico de circunstancias que de nada han servido para evitar el primer crimen machista del año registrado en Madrid.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación