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Triple crimen en Morata: viaje a la fábula mortal a ninguna parte de los hermanos Gutiérrez Ayuso

Amelia, Ángeles y Pepe dieron un cambio radical hace un año: iban menos a misa y pedían dinero a todos

Sus cadáveres, hallados el lunes en su casa, son el epílogo a años de estafas a manos de falsos novios

Los mensajes con los que engatusaron por Facebook a las hermanas asesinadas de Morata de Tajuña

Los tres hermanos, en 2019, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) ABC

Un pueblo entero mira a la vieja casona de los Gutiérrez Ayuso como si Amelia, la más echada para adelante de los tres hermanos, fuese una suerte de mitad Aliona Ivánovna, mitad Ignacia Vidal. Pero Morata de Tajuña no es San Petersburgo ni Mazarrón. La antigua profesora, ya jubilada y de 68 años, puede ser la piedra clave sobre la que se sustente el origen del salvaje triple crimen del que ella y sus dos hermanos, Ángeles (70) y Pepe (72), son las víctimas. Los cadáveres, ya en descomposición, fueron hallados el lunes en su casa, tres días después de que los vecinos alertasen al alcalde de que no los veían desde hacía un mes.

Los viejos del lugar, pero también sus descendientes, que en muchas ocasiones tuvieron que quitar de la cabeza a sus padres y abuelos que accedieran a prestarle dinero a Amelia, notaron cómo hace aproximadamente un año cambiaron casi radicalmente su comportamiento de total vecindad. Ahora, no son pocos los que se hacen lenguas sobre cómo las mujeres asesinadas pudieron ser tan ingenuas y caer en las redes de unos estafadores de libro. Las embaucaron para enamorarlas con perfiles de Facebook de supuestos galanes del otro lado del Atlántico. Con las tretas más burdas. Pero ellas, solteras de toda la vida, cayeron como moscas en la miel.

Y ahora a alguien le debían dinero, demasiado para una fábula sostenida durante un viaje de tantos años a ninguna parte que ha acabado con los tres hermanos a golpes. Presuntamente, porque la Guardia Civil anda buceando en las vidas (las reales y las soñadas) de ellas para seguir la pista del dinero y cazar a su verdugo.

Pepe tenía una discapacidad intelectual que, pese a ser el mayor de la familia, hacía que lo trataran como a un hombre más indefenso. Hacía gala de ser natural de Torre de Juan Abad (Ciudad Real). Era un aficionado al fútbol al que le gustaba alternar y disfrutar de los partidos con el resto de parroquianos del bar del barrio.

Morata, con sus alrededor de 7.500 habitantes, no ha perdido por suerte la esencia de esos pueblos que, pese a su relativa cercanía con la gran ciudad, siguen resumiendo su idiosincrasia en la plaza, la iglesia y las mesas del café. No era el único que faltaba a sus rutinas desde diciembre. Ángeles había estudiado el Bachillerato en un instituto de Valdepeñas (Ciudad Real), provincia en la que habían nacido y pasado sus primeros años. Luego, estuvo trabajando con un anticuario, hasta que pasó a ser pensionista. «Era de misa diaria, hasta que hace más de un año se dejaba ver mucho menos en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción». Allí era una de las más asiduas lectoras de la Palabra desde el altar. «Se llevaba muy bien con don Pascual, el cura, era muy devota. Pero también a él llegaron a pedirle miles de euros con la excusa del cobro de la falsa herencia por parte del novio americano de Amelia, Edward», recuerda alguien que las conoció bien.

Las cartas nigerianas

Esta historia, realmente, comienza allá por 2016. Amelia, aficionada al arte, la decoración y las plantas, se sentía muy sola. Y, al dejar su trabajo, las horas del día se le multiplicaron. Sus entradas en Facebook comenzaron a ser más y más, hasta el punto de que contaba con tres cuentas distintas. Fue así como recibió un mal día la solicitud de contacto de Edward Wesley Clark, un apuesto exmando militar estadounidense en la OTAN de 79 años, que no era más que en realidad la mezcla de dos de las estafas más viejas: las cartas nigerianas en su versión de la falsa herencia y el timo del enamorado perfecto, que en realidad es un perfil usurpado.

Esta relación de más de siete años no la escondía. Decenas de personas en el pueblo estaban al cabo de la calle, por la propia boca de las hermanas: «Habían perdido la cabeza. Hasta al alcalde de Morata llegaron a pedirle dinero, pero no se lo dio. Los del banco también le advirtieron, al ver los envíos de como mínimo 3.000 euros al mes que hacían al supuesto Edward: 'Te están estafando, Amelia'. Pero ella les contestaba: 'No te metas con lo que hago con mi dinero. Es asunto mío'». Los allegados explican que ofrecían una especie de negocio: prestarles desde 15.000 a 80.000 euros, según a quien se lo propusieran, a cambio de devolvérselo con una alta rentabilidad en cuando «el novio de Amelia cobrara una herencia de 7 millones».

Imagen principal - En las dos imágenes, fotos antiguas de Amelia, a la que le gustaba participar en los festejos. Acudía con sus hermanos a la Semana Santa y romerías de su pueblo. En la tercera, su falso novio virtual Edward Wesley Clark
Imagen secundaria 1 - En las dos imágenes, fotos antiguas de Amelia, a la que le gustaba participar en los festejos. Acudía con sus hermanos a la Semana Santa y romerías de su pueblo. En la tercera, su falso novio virtual Edward Wesley Clark
Imagen secundaria 2 - En las dos imágenes, fotos antiguas de Amelia, a la que le gustaba participar en los festejos. Acudía con sus hermanos a la Semana Santa y romerías de su pueblo. En la tercera, su falso novio virtual Edward Wesley Clark
Apegadas a la tradición En las dos imágenes, fotos antiguas de Amelia, a la que le gustaba participar en los festejos. Acudía con sus hermanos a la Semana Santa y romerías de su pueblo. En la tercera, su falso novio virtual Edward Wesley Clark ABC

Y llegó la ruina

Los timadores vieron en Ángeles otra pieza de caza mayor. También estaba soltera. Y así es como un 'amigo' de Edward le tiró los tejos. Y cayó, hace un par de años aproximadamente. «Les proponían verse por videollamada, pero ellos siempre ponían excusas; así que las conversaciones eran siempre por mensajes de teléfono y por correo electrónico», añaden sus conocidos.

Se acabaron los viajes de una semana que hacían de vez en cuando Amelia y Ángeles. Las salidas a restaurantes. Los caprichos que podían permitirse gracias a las rentas y a sus pensiones. Las primeras, las dilapidaron, vendiendo un piso que tenían en el distrito de Ciudad Lineal y las propiedades en su pueblo natal. En cuanto al dinero de las pensiones, conforme los recibían en sus cuentas los días 25 de cada mes los transferían a sus 'novios'.

El falso Edward Wesley Clark llegó a explicar que necesitaba el dinero (unos 400.000 euros podrían haberles expoliado, si no más) para hacer frente a los gastos de gestión e incluso tras un supuesto accidente de helicóptero ocurrido en Afganistán, en misión de guerra.

La pista del inquilino

Paralelamente, la pasada primavera, se vieron abocadas a arrendar una de las habitaciones de la casa de Morata a un comerciante paquistaní al que conocían por una tienda que tenía en Arganda del Rey, localidad cercana a la que acudían a menudo y donde supuestamente habían pedido más dinero.

Hasta que hubo una primera agresión, un bofetón, del inquilino a Amelia, que denunció. La segunda, este verano, fue peor: le dio con un martillo en la cabeza, también porque él les reclamaba una importante suma de dinero (se habla de 60.000 euros). Tras esa segunda denuncia, la Policía Local acudió a la vivienda y el varón acabó en prisión tras un juicio rápido en un juzgado de Arganda. Una línea de investigación pivota precisamente sobre ese hombre, que habría tenido un permiso penitenciario de dos días durante el pasado puente de la Constitución o el fin de semana siguiente, probable data de los asesinatos. Actualmente, estaba en libertad.

La Guardia Civil y la Policía Local, el día del hallazgo de los cuerpos en Morata de Tajuña DE SAN BERNARDO

En Torre de Juan Abad, a 230 kilómetros de Morata, los vecinos con menos de 60 años seguro que no recuerdan a los tres hermanos, miembros de una familia muy conocida. Allí tuvieron una pensión y eran propietarios de una talla de un Cristo resucitado con la que los paisanos procesionaban en Semana Santa hasta que se la llevaron.

Se fueron hace décadas a Morata, en los años 60-70, aunque volvían esporádicamente porque sus padres están enterrados en este municipio de unos 1.000 habitantes, donde Francisco de Quevedo vivió y escribió más de 50 obras.

«Tenían muy poca relación con el pueblo; venían de vez en cuando porque ellos aquí ya no tenían casa», explica a ABC Severiana, de 71 años, que fue compañera de clase de Amelia en el colegio. «Tampoco ya tenían tierras», añade la alcaldesa, María Fresneda, quien los recuerda visitando el pueblo en algunas fiestas de la patrona, la Virgen de la Vega.

La familia de los tres hermanos era conocida por el apellido del padre, los Gutiérrez, que vivieron en una casa «de la calle del cine», ahora calle de José Escudero, que habían explotado como pensión porque alquilaban habitaciones.

Cumplida la etapa en la que residieron en esta localidad, a 400 metros de la casa de Quevedo, los hermanos marcharon a Madrid y se llevaron la imagen del Cristo resucitado, que todavía se puede ver en las redes sociales de Ángeles y que guardaban dentro de una vitrina en su casa.

Cuando volvían ocasionalmente por su pueblo natal, recorrían municipios vecinos, como Villanueva de los Infantes, donde Quevedo murió y está enterrado. Sus restos se encuentran en la cripta de la bella iglesia parroquial de San Andrés, junto a la imponente plaza Mayor, donde los tres hermanos se fotografiaron en 2019. Es el último recuerdo gráfico que se conserva de ellos por estas tierras de don Quijote.

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