Un Titanic inmersivo atraca en Madrid

Con realidad virtual y experiencias sensoriales y 5D, la nave 16 de Matadero recrea los momentos trágicos y los cotidianos de la historia del célebre transatlántico

Revivir el fin de Pompeya en la nave 16 de Matadero

Interior de la exposición inmersiva ERNESTO AGUDO

Un antiguo matadero de carnes, en mitad de Madrid, puede convertirse en lo que sea. En la antigua Pompeya, en el interior del Titanic. Sólo hay que fiarse de los sentidos, y que los sentidos se sometan dócilmente a las nuevas tecnologías. ... Casi no hay pacto que conceder del espectador al relato; se entra de repente en un mundo que trasciende al cine y que está por inventarse aún más todavía.

Del Titanic todo está contado en todos los soportes y, aún en estos tiempos, hay quien se ha dejado la vida, literalmente, por aproximarse a un mito. Esos rudimentos bien merecen una exposición inmersiva a 23,40 la entrada más cara.

'La leyenda del Titanic', propuesta de la Asociación Madrid Artes Digitales (que abrirá el viernes 13) no hace alarde de lo trágico del suceso en la nave 16 de Matadero, opta por algo más delicado.

Es el espectador quien tiene la última palabra mientras desfila por camarotes confeccionados con la materialidad del píxel. Se sugiere una experiencia completa de lo que supuso ese prodigio de la ingeniería naval a principios del siglo pasado y los efectos de la catástrofe en un mundo que iba transitando por la primera década del siglo XX. Lo virtual y lo documental, la reproducción de las vajillas de la naviera White Star Line, están en su sala, donde se rinde homenaje a los fallecidos, especialmente a los tres españoles. El prólogo informativo de la muestra ayuda a entender la fascinación por el fenómeno en su complejidad.

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Cuenta el comisario de la exposición, el marino civil Fernando José García Echegoyen, que esa querencia suya por el Titanic «viene de la infancia»; cuando vio el filme 'A night to remember', «la mejor película sobre el barco que se ha hecho hasta la fecha». En su percepción, a lo largo de toda una vida de investigación, puntualiza que «hubo posiblemente dos orquestas con dos repertorios diferentes». El hecho mismo de que con la nave hundiéndose se dedicaran a tocar, «ya los encumbra». En su acto humano como en la mitología.

Todo esto es lo previo, pero el visitante, en una sala de realidad virtual, se encuentra rodeado, literalmente, por la música clásica que se tocó en la travesía y reinterpretada para la ocasión por René Merkelbach. El espacio se sincroniza en ese homenaje a los músicos, hasta que hay un crujir de hielos que anuncia el final. Cuentan los organizadores que la «banda sonora del espectáculo cuenta con más de 50 músicos y coro»: homenaje a la orquesta del buque.

Detalles marineros en la entrada a la muestra ERNESTO AGUDO

La música, fundamental, da paso a la sala inmersiva con más de mil metros cuadrados, donde están contados con tono épico los hitos del Titanic. Desde su construcción en los astilleros de Belfast con el martilleo de los tornillos y las poleas; su travesía y su interior. Como es norma narrativa, la escala moral humana es fundamental y se hace a través de una historia familiar, la de la familia Callaghan, padre e hija, que viaja a Nueva York en busca de la prosperidad y el amor.

Las proyecciones en 360 grados, el espacio de 1.200 metros cuadrados, juegan con la perspectiva, apelan a la sensibilidad y dejan al público silente. Absorto en una historia que forma parte de su memoria de lo no vivido.

La tecnología llega a un nivel supremo para que el azul del cielo en la inmensidad atlántica se disfrute en todo su esplendor. Así como las gaviotas que seguían al transatlántico. Las gafas de realidad virtual vuelven a ser necesarias en la sala de metaverso, en la que un submarino desciende a las profundidades abisales donde reposa el barco. Suena un mensaje respetuoso y por megafonía, en memoria del submarino Titan de la compañía OceanGate.

De ahí, el paseante accede a los espacios nobles, escucha conversaciones corteses de pasajeros, camina por una moqueta que casi se siente bajo la planta de los pies, penetra en un camarote de primera clase en las vísperas de un baile de gala, visita la famosa escalera y la oscuridad de la sala de máquinas.

Es el propio capitán Smith, en una mañana radiante en cubierta, quien despide al que ha curioseado, con todas las experiencias sensoriales y 5D a su disposición, un jirón del pasado sobre el que se aplican una nueva narrativa.

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