Sobrevivir al infierno de la trata en Madrid: «Me estaba prostituyendo y casi no era consciente»
Después de una década subsistiendo en la telaraña de prostitución de la capital, Selena disfruta de una «vida completamente normal» gracias a la red de ayuda municipal
Las mafias captan a chicas cada vez más jóvenes en TikTok e Instagram para prostituirlas en pisos y en las redes sociales
![Selena (nombre ficticio) posa en el Centro de Atención Integral a Mujeres Concepción Arenal](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/15/victima-trata-RVbWZTzWmx1iF7Lz4AyzzcI-1200x840@abc.jpg)
Aquí no aparecerá la dirección de su casa ni su nombre real. Tampoco detalles concretos de su juventud o su nacionalidad. La llamaremos Selena, y con saber su edad, 49 años, es suficiente. El lugar de la entrevista es un despachito en el interior de un local de cristales translúcidos que pasa desapercibido en una calle estrecha de Madrid. Dos trabajadoras municipales la acompañan en todo momento y revisan las fotografías para que no haya manera de reconocerla una vez se publiquen. Todo este cuidado es para protegerla a ella, que durante más de una hora, delante de una botellita de agua y un paquete de clínex, no tiene reparos en contar cómo sobrevivió al infierno.
Aunque esto no es el relato de una catábasis, sino de lo que viene después, es preciso mencionar algunos capítulos de la vida de Selena. Nació en un país latinoamericano, en un hogar desestructurado que tuvo que abandonar demasiado joven. También fue madre demasiado joven. Tardó muchos años en decidir marcharse al otro lado del Atlántico, a esa España que sus compatriotas alababan porque parecía posible armar un futuro. Aterrizó en la capital con todos los papeles en regla y cualificada para encontrar trabajo en una residencia geriátrica. Entregó muchos currículums, pero no recibió ninguna llamada de vuelta. Una amiga le recomendó un sitio y, de pronto, estaba en un burdel entrevistándose con una madama. «¿Tú crees que valgo para esto?», preguntaría Selena; tenía 36 años. «Tú, tranquila, ¡aprenderás!».
Tras una década subsistiendo entre las telarañas de trata y prostitución de la ciudad, Selena trabaja a jornada completa en una cadena de supermercados. Disfruta de sus libranzas y paga el alquiler. «Mi vida es completamente normal», dice, con una ancha sonrisa, en la salita del Centro de Atención Integral a Mujeres Concepción Arenal. Junto a ella está la directora del centro, Silvia García, y la jefa de la Unidad de Atención a otras Violencias del Ayuntamiento de Madrid, Manuela García-Casarrubios, que interviene: «Selena tiene su trabajo, tiene autonomía, pero el Concepción Arenal, y si no [mira a Selena], tú me corriges con total libertad, sigue siendo su casa, es su referente, es su familia». Selena asiente. El tabú de su pasado solo se desvanece en ese local de cristales translúcidos: «En cualquier otro ámbito, es un tema completamente muerto», asegura.
Selena aguantó dos años en su primer piso-burdel, que gestionaba a quien ella llama la «encargada», la madama que repartía a los «clientes» entre las chicas. «Había un hombre terrible, iba dos horas, y entonces un día le digo que yo no quiero atenderlo. «¿Cómo que no quieres atenderlo? Son dos horas, vas a ganar 70 euros». Así que sabías que si no lo atendías, te iba a dejar aguantar el hambre toda la semana. Ella era quien manipulaba la situación de si tú podías o no hacer dinero», cuenta. Al final, la madama la echó y Selena terminó en uno de los agujeros negros de la drogra y la prostitución madrileña, el burdel de Legazpi, durante tres años. Huyó después de una trifulca en la que una mujer casi la apuñala y decidió continuar en un piso por libre. Otro lustro más.
Desterrar la culpa
Selena sobrevivía en un mundo hostil, en el que ni siquiera las víctimas son aliadas, y mucho menos las instituciones. «No es que yo quisiera blanquear el hecho de que estaba ahí prostituyéndome, es que casi no eres consciente de que estás en esa situación», explica. Ahora sí identifica las vejaciones, humillaciones y agresiones sexuales del pasado; su entrevista apenas encierra una milésima parte de la brutalidad que experimentó en una década. Entonces solo podía obviarlo y seguir adelante. «Son mujeres muy valientes, pero no se nos puede olvidar que, detrás de todo eso que cuenta, hay una falta de derechos y una situación de vulnerabilidad», añade García-Casarrubios, «lo más jodido de todo esto es que, en el fondo, crees que has sido tú la culpable».
Ahí se enfoca la labor del Concepción Arenal. Selena quiso parar, buscar empleo, formarse, pero no podía desprenderse de su única manera de ingresar dinero. Hasta que se topó con un anuncio del centro municipal, a finales de 2020. A partir de ese momento, el ascenso de los infiernos: citas regulares con trabajadoras sociales y psicólogas, un primer puesto de tres meses como informadora Covid, un programa de formación en Mercamadrid, otro curso organizado por una fundación que favorece la inclusión laboral de colectivos vulnerables... Y, hace año y medio, la llamaron para su empleo soñado.
Selena es una de cientos. A lo largo de 2022, el centro Concepción Arenal atendió a 482 víctimas de trata con fines de explotación sexual y otros abusos de derechos humanos en contextos de prostitución. Su unidad móvil asistió a 899 mujeres, 208 más que en 2021; esa furgoneta recorre los puntos rojos, la calle y los burdeles y, poco a poco, se convierte en un punto de apoyo. Un café en invierno, una pausa en mitad de la jornada, un profesional a quien pedir consejo por un problema ginecológico. Hasta que el logo municipal ya no es una amenaza. «Vamos estando ahí para que, cuando llegue su momento, ellas puedan dar el salto y decir: «Sí, yo quiero iniciar un proceso de cambio»», sostiene García-Casarrubios.
Selena visita de cuando en cuando el centro. Ahora disfruta de un entorno saludable, con familia, amigos y compañeros de trabajo. «Estoy super contenta con mi trabajo y con mi vida, a pesar de esos pequeños fantasmas que todavía tengo», reconoce. Ella e incontables mujeres. Como el mito griego de Selene, la diosa capaz de viajar a través de la oscuridad y las sombras para luego regresar al mundo de la luz.
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