El sastre de Las Ventas: «En el traje taurino nunca habrá faena de aliño»
El diseñador, leyenda viva de un arte de la tauromaquia, cuenta con su placa conmemorativa en la Plaza
Antonio López Fuentes, dinastía torera, Sastrería Fermín y un taller en la calle de la Aduana 7, trasera de la Gran Vía, que es un relicario de un pilar de la tauromaquia. Hace unos días, la Comunidad de Madrid le obsequió merecidamente con una placa ... en Las Ventas, con el maestro José María Manzanares hijo, y Miguel Abellán; y demás autoridades y las trabajadoras de su taller, en cuyas manos se cose la gloria, la muerte, que siempre van de la mano.
López Fuentes sostiene la estética del toreo, la del traje y las franelas, que es donde el Arte (justifiquemos aquí la mayúscula) se cristaliza. La placa en Las Ventas se sostiene por sí sola: «La Comunidad de Madrid en reconocimiento a la sastrería Fermín. Al sastre de la luz ANTONIO LÓPEZ FUENTES, creador de Arte en el vestido de torear y el capote de paseo».

Y es cierto que, como recuerda, el diseño del traje torero tiene mucho de esa genética aprendida; él y su hermano Fermín veían a su madre coser. Y de ahí el duende. La sastrería Fermín está dividida en varias estancias, con varios teléfonos; uno para las llamadas de Sevilla, Madrid, Málaga y el territorio nacional, y otro para las Américas y Francia, que el toro lo cuidan nuestros vecinos y es, cruzando el charco, como un cante de ida y vuelta.
Un belén taurino
Fermín López, su hermano y maestro, falleció un 12 de septiembre del 95, y su hermano ya se hizo cargo del negocio, cogió los trastos y a llenar los cosos de alamares. Su negocio, en una segunda planta, insistimos, tiene una estancia «comercial», donde recibe al matador, al apoderado, a quien sea. Detrás de dos cristaleras hay efectos de todos los países taurinos, para que el cliente «se sienta como en casa». Objetos de México, de Ecuador, casi un belén napolitano del toro.
La sorpresa, no obstante, está enfrente, donde efectivamente hay un busto de Manolete de Juan de Ávalos sacado del mismo molde de su monumento fúnebre allá en su Córdoba. Y es que, fijando bien la mirada, en la sastrería Fermín, como en la lidia, todo tiene su porqué. A Antonio, que cita a Picasso, «la inspiración le llega trabajando», incluso en sueños.
A Antonio, que estudió Corte y Confección, «evidentemente», le sale una sonrisa cuando explica el traje con el «que José Tomás se encerró con seis toros en Nimes». Un vestido con «motivos andaluces y mexicanos» que, recuerda el sastre, fue en México donde el de Galapagar tomó la alternativa. Dentro, una sala de recuperación de los trajes, donde una empleada se esmera en recuperar de desgarrones y cogidas esa tela que es más que una tela.
Yerro artístico y 'teresiano'
Sueños con colores y tejidos que tiene enmarcados con su nombre para ayuda de daltónicos o diestros poco dados al cromatismo. Y es que, añade López, en lo que podíamos llamar el vestir con donaire a un torero, «no hay ni puede haber faena de aliño». Por eso, si lo llaman, se sienta en un sillón junto al teléfono y apunta lo que quiere el matador para unos meses
Una sala más adelante, un bordado en un marco de Santa Teresa de Jesús, que fue «un error de comunicación» porque desde Francia querían que en el capote de paseo figurará Santa Teresita de Lisieux. Y ahí sigue la Doctora de la Iglesia, la abulense, en pleno éxtasis; en ese éxtasis que tanto tiene que ver con la tauromaquia.
Hay algo místico en la última sala, la de las bordadoras sentadas, escuchando la radio. Se le pregunta si a veces se inspiran con pasodobles. Ríen, confiesan que «evidentemente», y que a veces hasta han «entrado peñas de San Sebastián con sus tambores y todo». No se puede discriminar si es ironía o no, claro. Bromea Antonio López (puede ser casualidad o no que se llame con el pintor manchego) con sus empleadas: «once o doce, según».
Y ya la visita (insistamos en este concepto de «'visita') termina con una broma, que Antonio es jocoso, coqueto y pinturero que dice algo así como que «el colmo de un sastre es casarse con una americana y tener un traje botones»; y una reflexión sobre el vestir torero y la tauromaquia en general. «Los toros no son de izquierda ni de derechas, son de sol o de sombra».
Antonio López, en palabras de Machado, no es de hoy ni de mañana. Y como en toda visita -repetimos el concepto de visita- hay una confianza tras lo periodístico, el recorrido y el posado. Porque Antonio carece de arrugas, de cualquier tipo de signo de alopecia, y aun así, posa coqueto hacia la cámara que lo retrata con y sin chaqueta (o americana) entre trajes de luces que aguardan las novilladas de otoño, los festivales benéficos en las plazas de pueblo que llevan su coso en los fríos que vienen con su techado cubierto y con esos padres que van a regalar un traje de luces a sus hijos. O capotes para óperas, teatros, espectáculos flamencos o coleccionistas. Todo esto lo cuenta con amabilidad Antonio López, leyenda ya de la plaza de toros de Las Ventas.
La tauromaquia plural, desde la franela al muletazo.
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