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San Cristóbal, el barrio 'invisible' de bandas latinas y narcopisos en Madrid

El sur de Villaverde sigue arrastrando problemas de pandillas juveniles, tráfico de drogas y okupación

La candidata de Vox, Rocío Monasterio, visita la zona y tacha a otros partidos de «negacionistas de la inseguridad»

'Orgullos@s de San Cris': terapia de radio para mejorar la imagen del barrio

La candidata de Vox, Rocío Monasterio, ayer, en el barrio de San Cristóbal José Ramón Ladra

Iuri Pereira

Madrid

Miguel lleva toda la vida viviendo en San Cristóbal, un barrio de más de 16.000 habitantes en el distrito de Villaverde. 58 años, los que cumplirá en unos meses. Aparca su furgoneta en la calle de Godella y baja portando dos electrodomésticos que parecen recién comprados, en su caja, con total seguridad. Al otro lado de la acera, a poco más de diez metros, en el número 56, dos hermanos de nacionalidad marroquí fueron apuñalados el pasado mes de abril por una tercera persona que vivía con ellos en una vivienda okupada. Otro bloque de esa misma calle, el 68, estaba entero okupado. Venían de la Cañada Real, asegura Miguel, y tenían a los vecinos atemorizados. «Parecían intocables, pero los desalojaron el verano pasado», comenta. Aunque admite que existe cierto riesgo, no quiere vivir con miedo: «Nací aquí y no me voy a ir». Es el día a día de un barrio que se siente invisibilizado por las instituciones y que quiere espantar los fantasmas de la inseguridad.

Godella es una de las calles de este barrio humilde del sur de Madrid señaladas en el mapa por la delincuencia y el menudeo de drogas. En diciembre del pasado año, un joven de 21 años resultó herido grave en un tiroteo, presuntamente por un ajuste de cuentas entre un grupo de magrebíes y un clan gitano. En marzo, la Policía Nacional desplegó una macrooperación, vigilada desde el aire por el helicóptero Cóndor, contra narcopisos denunciados por los vecinos. Ninguno de ellos es ajeno a los males que azotan la zona desde hace décadas, aunque algunos, como Miguel, insisten en minimizarlos y alejar el estigma: «Claro hay delincuencia, pero es mínima; lo que pasa es que ese mínimo hace más ruido que todo lo demás. Hay delincuencia en toda la zona sur, no solo aquí».

Precisamente, en la calle de Godella, Rocio Monasterio citó a los medios de comunicación para hablar de delincuencia, okupación e inseguridad. «Hay que acabar con el deterioro de estos barrios y conseguir que los vecinos recuperen su modo de vida, que puedan salir a la calle», urgió la candidata de Vox a la Asamblea de Madrid. En su intervención, Monasterio tildó al resto de formaciones políticas de «negacionistas de la inseguridad» y los instó a «contar la verdad de lo que está pasando» en barrios como el de San Cristóbal. En su visita, repitió este mismo discurso a sus residentes, y recibió alguna respuesta que tal vez no esperaba. «Eso de que no se puede salir por aquí es mentira», le espetó un grupo de personas mayores sentadas en un banco.

San Cristóbal siempre ha tenido fama de zona conflictiva. Lleva años cargando el sambenito de ser el barrio más conflictivo de Madrid. Ya en los 80 era conocido por los 'yonkis' y, en la actualidad, carga con la mancha de las bandas latinas. Las personas extranjeras representan alrededor del 35% del total de habitantes de barrio, en su mayoría procedentes de países de Latinoamérica y del Magreb. Pero tal vez el dato que mejor ilustra el agravamiento de los problemas relacionados con las pandillas juveniles es el nivel de escolarización de los menores. Tiene el dudoso honor de ser el barrio de la ciudad con mayores índices de abandono escolar –en torno al 50% de los alumnos de secundaria abandonan–.

Es mediodía y cientos de adolescentes se agolpan a la salida del IES San Cristóbal de los Ángeles. Algunos de ellos parten calle abajo hasta Rocafort, otro de los puntos calientes de la barriada. Ángel, vecino de esta zona, explica que los padres no pueden permitirse pagar actividades extraescolares a sus hijos. «Entonces lo que hacen es estar fumando porros, porque no tienen otra cosa que hacer y es lo que ven a diario», añade. En su opinión, las instituciones debería fomentar entre estos jóvenes actividades deportivas y lúdicas que les ayude a abandonar las calles, «algo que pueda entretenerles o motivarles: torneos de fútbol, gimnasio o piscina gratis...».

En cualquier caso, Ángel no se siente inseguro, tal vez porque, según él mismo admite, «nos hemos adaptado a vivir en esa circunstancia». Piensa que el barrio ha mejorado en los últimos años, desde la pandemia, «aún sabiendo que no lo ha hecho del todo». Todavía se ven robos, peleas y los narcopisos «salen unos y entran otros». Fuera de ese 'mundillo' –el de las pandillas y el tráfico de drogas–, afirma que viven tranquilos, pero «si buscas problemas, te encuentras problemas serios».

Para otra de sus vecinas, Manoli, que lleva más cuarenta años en San Cristóbal, «cuando vamos tranquilamente cada uno a nuestra bola, no es tanto como lo pintan desde fuera». Francisco, ecuatoriano que lleva años viviendo en Villaverde, coincide: «En general, no he vivido ninguna experiencia 'chunga' en todo el tiempo que llevo aquí, más bien es la crítica que se hace desde fuera del barrio».

Bandas latinas, tráfico de drogas u okupación. San Cristóbal sigue acusando los mismos males, de los que quiere deshacerse pronto.

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