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Revivir el fin de Pompeya en la nave 16 de Matadero Madrid

Haciendo uso de las nuevas tecnologías de la realidad virtual, el visitante puede sentir la gloria y la decadencia de la ciudad romana y la hecatombe del Vesubio

Complutum revive: así rezaban, luchaban o comían los romanos

Recreación de la vida cotidiana en la ciudad TANIA SIEIRA
Jesús Nieto Jurado

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Era un 24 de octubre del 79 según las últimas investigaciones. Antes de Cristo. En la novela 'Los últimos días de Pompeya', de Edward George Bulwer-Lytton, se describía así lo consuetudinario de la ciudad alegre y confiada: «Habían llegado al barrio de las tiendas más lujosas cuyo interior brillaba desde lejos con los colores vivos y armoniosos de pinturas al fresco, variadas hasta el infinito». Los lares cuidaban las casa, y nada hacía presagiar la tragedia. En las 'domus' fluía el agua, los dioses tutelares cuidaban de su jurisdicción. Es la primera sensación del viaje inmersivo a la Pompeya horas antes de las cenizas. De la tragedia que oscureció el sol.

Una proyección da una sensación primera de un recorrido, al principio calmo; luego las teselas del suelo van mudándose a otros suelos más pobres. Es la magia de la proyección en la que todo está calculado al detalle. Incluso el volcán, con la vegetación que habría de tener el Vesubio en aquel fatídico 24 de octubre de casi ochenta años antes de nuestra era.

El visitante que asiste a la exposición inmersiva de Matadero sabe muy bien a lo que va, pero también saldrá sabiendo que la contingencia y el capricho mandan desde antiguo. Desde muy antiguo. La erupción que colapsó Pompeya está incardinada en todos aquellos con un mínima sensibilidad por la Cultura Clásica. Pero da lo mismo. Las nuevas tecnologías reconstruyen un mundo real, tan real que se hizo de noche, caen bolas de fuego que impactan al lado. Todo tan real que habría que llevar un pulsómetro para medir cómo el corazón puede despegarse, de repente, en una reconstrucción del horror de hace más de dos milenios. En varias salas, eso de la experiencia inmersiva se va haciendo más real. Desde cómo era la Pompeya de horas antes hasta cómo el Apocalipsis se desató.

Imagen principal - Los visitantes recorren las diversas instalaciones de la muestra
Imagen secundaria 1 - Los visitantes recorren las diversas instalaciones de la muestra
Imagen secundaria 2 - Los visitantes recorren las diversas instalaciones de la muestra
TECNOLOGÍA E HISTORIA Los visitantes recorren las diversas instalaciones de la muestra TANIA SIEIRA

También, claro, la vida cotidiana de las calles. Los gladiadores, sacrificados en el anfiteatro, los gritos, las armas. La muerte, en suma, en lo que fue la civilización romana. Capaz de un fresco bello, de socializar en el 'triclinium', pero también de la barbarie o de recrear una naumaquia. Nada queda a la imaginación, un felino irrumpe en tres dimensiones como un morlaco, y no hay forma de salir de lo inmersivo con gafas de realidad virtual y tecnologías análogas.

Roma era así, y así se cuenta. El visitante se se aísla, sabe que nada es real, pero mira sus manos y las ve cortadas, con el color de la misma ceniza que ha conservado esas 'pietás' previas que están ya en el imaginario de todo aquel que piensa en Arqueología. Fuera, cuando el paseante virtual se quita el aparataje, se da cuenta que está en Madrid necesita un tiempo para vaciarse de adrenalina. Releer quizá la explicación de lo que ha visto, acostumbrar sus ojos a un sol no tan diferente del del Golfo de Nápoles. Paneles explicativos informan de esta hecatombe que fue más, que hizo que al Vesubio se le mirara de una forma diferente, vigilante de una ciudad que aún cree que Maradona es una fuerza que le protege de la lava.

Caminar sobre los mosaicos

Más luego, claro, eso que llaman la historia de la Historia. Y el papel de aquel que llamaron 'el mejor alcalde de Madrid, Carlos III', cuyo empeño siendo rey de Nápoles, sacó del letargo una ciudad congelada en el tiempo hasta ponerla en el mapa de esos viajes cultivados donde las huellas del tiempo están ahí. A la espera de que, y son palabras de la propia muestra, «la antigua ciudad romana» llegara a cambiar «el conocimiento del mundo antiguo para siempre».

En la muestra, el madrileño queda fascinado. Ve que bajo sus pies hay mármoles que se convierten en peces. A la derecha un monte que parece inocente y que poco después iba a despertar toda la furia de Vulcano. María José, a la salida, no podía esconder una lágrima que era «una mezcla de todo, de lo que fue aquello, de lo bien que está montado».

Y es que el de Matadero, concretamente la nave 16, el único espacio en España para exposiciones de este tipo hasta el 15 de octubre. Lo explica la curadora de la exposición, Míriam Huéscar: «La vida, la destrucción y el descubrimiento de Pompeya como nunca antes se ha visto». Y de «estreno mundial en Madrid».

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