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Los repartidores de tu pereza

BAJO CIELO

Explotando al esclavo hay mucho más margen. Pero tú no te preocupes que tu hamburguesa llegará caliente, aunque la pidas a las doce de la noche

El trayecto más difícil de los 'riders': «Como en la iglesia para subsistir»

Repartidores de comida en Madrid REUTERS
Alfonso J. Ussía

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De noche, los coches apenas circulan por las calles de la ciudad. Hace frío, y la niebla se pasea bajo las farolas amarillas dejando que todo se llene de una luz tenue invernal. Los semáforos suenan, pero nadie cruza la calle. Y esa melodía que ... mete prisa al ciego va empalmando su eco de una esquina a otra dejando una banda sonora de absoluta soledad. De pronto, tres o cuatro sombras aparecen, siluetas que deslizan el asfalto erguidas en una suerte de patinete inquietante. Parecen bailar sobre la calle, como si en vez de desplazarse navegaran por el suelo, tapados hasta la cabeza y dejando al descubierto un mínimo trozo de sus caras. Parecen jinetes de una banda que no entiende ni de frío ni de agua ni del calor que abrasará este piso en unos pocos meses. Son repartidores de comida rápida: los esclavos de nuestra pereza.

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