El regreso de los viejos colonos del río Manzanares
Cuatro especies de peces vuelven al río del que desaparecieron en los años 50 y prosiguen la renaturalización del cauce madrileño
El renacer del río Manzanares: cómo la naturaleza colonizó la ciudad en cinco años
![El delegado de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante (dcha.), durante la suelta de peces en el río Manzanares](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/05/21/peces-manzanares-RjeheE1EVE23AHknQzNbDeM-1200x840@diario_abc.jpg)
Los pájaros gorjean escondidos en las ramas de los olmos, sauces y fresnos que se inclinan hacia el cauce, donde el agua los arrulla y corre rápida, turbia. Cuatro hombres se entrometen en este paisaje natural, la ribera de Mingorrubio, en el monte de El Pardo, con el agua hasta las rodillas y dos bidones azules. Dentro hay decenas de pececillos criados en cautividad. La boga, la bermejuela, la colmilleja y el cacho, cuatro especies de peces que desaparecieron del Manzanares en la década de los cincuenta, vuelven al hábitat que ha renacido en los últimos años, la lengua de biodiversidad que atraviesa la capital.
Los bidones se abren y, durante un rato, los expertos introducen agua del río, miden la temperatura y esperan. Los ejemplares de boga, bermejuela, colmilleja y cacho se capturaron en 2021, en los cauces del Lozoya y del Guadarrama y en el arroyo de Canencia, y se trasladaron a una de las estaciones depuradoras del Ayuntamiento de Madrid. «Tenemos cuatro estanques, uno para cada especie, donde se recrea el ambiente fluvial, con vegetación, se controla el oxígeno, el nitrógeno y todos los parámetros químicos. Intentamos afectarles lo menos posible. Los ejemplares se reproducen, y no hacemos nada más que garantizar que estén cómodos y darles de comer», explica la jefa municipal del Departamento de Depuración, Elena de la Paz. La boga es el único ejemplar que aún no ha criado en cautiverio.
Los bidones se vuelcan, los pececillos saltan a la corriente y su aleteo plateado se pierde entre las aguas marrones. No es la primera vez que el consistorio repuebla el Manzanares con fauna ictícola; hubo una suelta anterior en 2021, cinco años después de que el Ayuntamiento de Madrid abriera las presas y compuertas del tramo urbano y el agua volviera a fluir. El estallido ecológico superó las expectativas de los expertos y, en apenas un lustro, la naturaleza colonizó la ciudad. «La reintroducción de estas cuatro especies, que desaparecieron como consecuencia de la mala calidad de las aguas, ha supuesto un éxito y hoy podemos decir que gracias a esos proyectos de renaturalización del Ayuntamiento de Madrid se ha recuperado la biodiversidad», celebró este martes el delegado de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, después de soltar los alevines.
La cría de primavera
Una pata se lanza al río y sus polluelos la siguen. La corriente pronto los aleja la orilla y se deslizan cauce abajo. Su punto de partida, en lo alto de la senda fluvial del Manzanares, también es una zona renaturalizada. Ya no queda rastro de la estación de cemento gris que medía el caudal hasta 2015. La Confederación Hidrográfica del Tajo recuperó los márgenes y unió ambas orillas con una pasarela de metal. Allí donde prosperan árboles, arbustos y pájaros se soltarán, entre martes y miércoles, 200 ejemplares de boga, bermejuela, colmilleja y cacho. «La idea es que se reproduzcan en el río. Se liberan antes de la época de reproducción, en primavera, cuando las hembras van a frezar [verter los huevos en el fondo] y los machos van a fecundar», dice Felipe Morcillo, implicado en esta conservación 'ex situ' y profesor en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense.
MÁS INFORMACIÓN
Una mujer cruza el río acompañada de casi una decena de perros. La mayoría utiliza la pasarela, pero alguno sumerge medio cuerpo en el agua fría y se sacude alegremente al salir. «El estado de la flora y de la fauna se puede ver paseando por el río: es extraordinario», asevera De la Paz, «tenemos especies de todo tipo de árboles de ribera, más de cien especies de aves, y muchísimos barbos, el pez más común del Tajo». El ecosistema se enriquece ahora con esas cuatro especies de ciprínidos (la familia de las carpas) que dejaron el río a mediados del siglo XX y que, sin barreras, hoy podrán nadar hasta el Jarama y el Tajo.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete