Los quioscos ocultos de la Puerta del Sol: «Vendemos la mitad que antes»
Los nuevos puestos de cristal confunden a los clientes: «La gente no sabe lo que es; creen que es de información», denuncian los quiosqueros, azotados por el calor
La lucha de los quioscos por su supervivencia: «El ser humano cada día es más gilipollas por culpa de las pantallas»
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«Menudo cambio», dice una clienta asomada, con medio cuerpo fuera, al interior del quiosco. «Pero para mal», prosigue. El vendedor asiente con un saludo lastimero y encoge los hombros. La conversación continúa por otros derroteros, pero de fondo queda una renovación polémica de los ... nuevos quioscos de la Puerta del Sol, unos cilindros de cristal, colocados hace hoy más de tres semanas, que han despertado el malestar de los propietarios por las deficiencias todavía pendientes de subsanar y una importante caída de las ventas: «La gente sale del Metro, ve una cosa de cristal y no sabe lo que es».
La Puerta del Sol revela casi al completo su renovada apariencia. Los nuevos quioscos, unos pabellones de vidrio con forma de racimo, se han agrupado en el eje oeste-este, a los extremos, junto a las calles Mayor y del Arenal, a un lado; y la Carrera de San Jerónimo y la calle de Alcalá, al otro. «No es lo mismo», insiste otro quiosquero, que antes tenía su negocio en el centro de la plaza, frente a Preciados y El Carmen. «Los clientes vienen a Sol y no encuentran el quiosco; piensan que hemos cerrado», lamenta. Sin embargo, se empeña en quitarle hierro a su nueva ubicación y centra sus críticas en el diseño rupturista de los puestos: «Entran aquí pensando que es un acceso al Metro».
En el tiempo que llevan abiertos tras el cambio de las antiguas instalaciones a las nuevas, que llevó algo más de dos meses, las ventas se han reducido al menos un 50%. En algunos casos, la facturación ha caído incluso por debajo de la mitad de lo que solía ser habitual en estas fechas del año, de menor afluencia. «En un fin de semana hacíamos unos 3.000 euros de caja, ahora con suerte llegamos a 1.000», aclara el vendedor de otro de los establecimientos, que ha sustituido ya completamente las revistas y los periódicos por 'souvenirs' para los turistas. La explicación es la misma: estos cilindros de cristal, tres en cada extremo de la plaza, confunden a los clientes. A esto se suma, menciona Jesús, las vallas de obra que tapan la vista de los posibles compradores: «La gente no nos ve».
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El puesto vecino al de Jesús es uno de los más veteranos de Madrid, el de Carlos. Un cartel en las vallas señala lo impensable para él: la localización de su nuevo quiosco, que en realidad es el de siempre, pero renovado y oculto entre las obras. Lleva al frente del negocio 43 años, en los que ha vivido buena parte de la historia reciente de la ciudad. Este es el cambio más radical de cuantos ha experimentado, «y eso que llevamos cuatro», comenta el propietario del «único quiosco en Europa» que abría las 24 horas del día. Gracias a eso, añade, «tenemos muchos clientes y los que nos encuentran, si es que lo hacen, vienen».
Menos exposición, más calor
Carlos es un «sentimental», como él mismo se define. Su negocio todavía sobrevive a base de la venta de revistas y periódicos, en un momento en que el resto de establecimientos gira hacía un modelo más turístico. No es de extrañar cuando el 70% de los clientes son extranjeros, según calcula otro quiosquero, y reclaman buses turísticos, viajes, bebida y regalos. «Los compañeros me están diciendo que aligere revistas, pero me gusta tener de todo», defiende. En su opinión, el principal problema de los nuevos puestos está en la organización: «Tiene menos exposición. Los clientes antes iban por la calle y veían el periódico; ahora, si no entran, no lo ven».
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El quiosquero reclama más espacio para colocar sus artículos. En las estanterías, ha dispuesto unas tablas de madera para almacenar más revistas y, al frente del mostrador, ha completado las existentes con otras baldas más altas. «Antes, en menos espacio, entraban más revistas», asegura. Arriba, encima de su cabeza, ha fabricado una suerte de conducto con cartones para orientar el aire que sale del sistema de ventilación, otra de las quejas de los vendedores, azotados por las altas temperaturas en una Puerta del Sol sin sombras. «Estos cilindros de cristal en Escandinavia estarían bien, que tienen cuatro horas de luz, pero aquí en España no vale», critican.
Desde el Ayuntamiento de Madrid afirman que están «trabajando para resolver los problemas que plantean algunos quiosqueros», relacionados con el aire acondicionado y otros «aspectos que afloran una vez que se han puesto en funcionamiento los quioscos». Estas mismas fuentes municipales concretan que están desarrollando las piezas y buscando soluciones para resolver los problemas «en la mayor brevedad posible».
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