La obra cumbre de la ebanistería que custodia los secretos de Felipe II en El Escorial
El monasterio descubre a sus visitantes cinco puertas del siglo XVI únicas en el mundo, cuya estructura matemática se equipara a la de La Alhambra
Los libertadores de El Escorial luchan de nuevo
![Uno de los accesos a la sala de Embajadores del Monasterio de El Escorial](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/09/01/puerta1-RLAjxyyNYCyOwRZOUH8FnrK-1200x840@diario_abc.jpg)
Felipe II resguardaba el sector más íntimo y secreto de 'la octava maravilla del mundo', el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, con cinco sublimes puertas talladas por artesanos de la ciudad de Augsburgo, los más virtuosos de su época. Las piezas ... se componen de cinco diferentes maderas finas, están tratadas con técnicas de máxima dificultad y provistas de una insuperable profundidad, debido al dominio de la perspectiva y la geometría de los autores. Intactas desde el siglo XVI, son consideradas una «obra cumbre de la ebanistería mundial», en palabras de Almudena Pérez de Tudela Gabaldón, conservadora de Patrimonio Nacional encargada de su cuidado. Una joya que pasa desapercibida a los ojos visitantes y que ahora el organismo busca reivindicar para que el público «no pase de largo».
Mientras Felipe II planificaba la majestuosa obra del monasterio, encargó a los entalladores más importantes de la ciudad alemana de Augsburgo –donde residía la cumbre de la élite artesana europea de la época– la misión de elaborar las puertas que custodiarían las estancias más personales e íntimas del monarca.
Hace medio milenio, el tratadista Lorenz Stoer, en su texto 'Geometría y perspectiva', presentó un nuevo universo de posibilidades matemáticas «útiles para los entalladores». Inspirados en ello, el llamado 'maestro de hacer escritorios', Bartolome Weysshaupt –junto a su hijo Jeremías– y el artesano Matheus Fux, encontraron un camino para distanciarse del resto de grandes maestros de Augsburgo: el dominio de figuras geométricas avanzadas.
Junto con ello, incursionaron en la técnica del quemado de arena para darle sombreado al arce, en la curvatura del roble ebonizado y en la utilización de hongos para crear maderas de chopo azuladas y verdosas. El resultado fueron las puertas más complejas de las que se tienen registro. Consciente de ello, Felipe II las instaló en la entrada a su famoso relicario, que cuenta con 7.400 restos de santos de todo el mundo; y en el acceso a la sala de audiencias personales, donde recibía a sus invitados con una bata negra y apoyando su hombro informalmente en una tabla.
Madera, universo y poder
Si Borges y Escher cortejaron al infinito, los ebanistas Weysshaupt y Fux simbolizaron el universo. La figura geométrica de doce caras que se repite en las piezas, el dodecaedro, representa al todo, según planteaba Platón. Fux y Weysshaupt, entonces, tallaron la figura del universo en las puertas que daban al relicario y al salón de audiencia.
Así, las entradas al núcleo más íntimo del imperio donde nunca se ponía el sol quedaban revestidas bajo una simple pero clara encarnación del cosmos. Un solo verso matemático, una delicada sutileza simbólica que manifestaba la posesión del poder absoluto. «Felipe II no era como Luis XIV; no necesitaba de alegoría para sus victorias, todos ya sabían quién era y eso permitía su sobria personalidad. Por eso, este es otro tipo de lujo presente en los detalles«, dice la conservadora.
![Imagen principal - Arriba, los autores utilizaban una mezcla de hongos en la madera de chopo para darle un color azul y verde. A la izquierda, figuras geométricas presentes en la puerta que daba acceso al relicario de Felipe II. El autor buscaba representar el universo y los cuatro elementos. A la derecha, una de las puertas tiene a un hombre pensante o melancólico, una figura reiterada en el arte de la época.](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/09/01/puerta2-U16601700008FaM-758x470@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Arriba, los autores utilizaban una mezcla de hongos en la madera de chopo para darle un color azul y verde. A la izquierda, figuras geométricas presentes en la puerta que daba acceso al relicario de Felipe II. El autor buscaba representar el universo y los cuatro elementos. A la derecha, una de las puertas tiene a un hombre pensante o melancólico, una figura reiterada en el arte de la época.](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/09/01/puerta4-U22524370763sof-464x329@diario_abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Arriba, los autores utilizaban una mezcla de hongos en la madera de chopo para darle un color azul y verde. A la izquierda, figuras geométricas presentes en la puerta que daba acceso al relicario de Felipe II. El autor buscaba representar el universo y los cuatro elementos. A la derecha, una de las puertas tiene a un hombre pensante o melancólico, una figura reiterada en el arte de la época.](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/09/01/puerta3-U35070786681dad-278x329@diario_abc.jpg)
Bartolome Weysshaupt envió sus dos puertas principales en 1567, tras cinco años de trabajo. Matheus Fux hizo llegar la suya en 1568, según atestigua el historiador de Augsburgo en el siglo XVI, Paul von Stetten. «Para estos artesanos, era una forma de medirse y presentarse ante la corte», continúa la experta, pero desconoce si llegaron a tener algún roce específico.
Ambos eran maestros artísticos, título que significaba haber realizado obras que demostraran el perfeccionamiento de las principales técnicas del momento, además de cumplir con su función práctica. Entonces los alemanes decidieron llevar las matemáticas al extremo. Se trató de un despliegue soberbio de figuras geométricas, hasta llegar a la más compleja: el icosidodecaedro, que representa la unión del universo con el agua. «Estas puertas, más la biblioteca, tienen un valor matemático equivalente al de La Alhambra», sostiene el extremeño Ángel Requena Fraile, experto en la aplicación de las ciencias matemáticas al arte y exdocente universitario.
Gloria y melancolía
A esto, los autores le añadieron motivos vegetales, animales, instrumentos musicales y astronómicos. De esa manera, ciencia, arte y naturaleza, confluían armónicamente en una misma pieza. Magna síntesis de lo que el mismo monasterio busca representar a nivel general: la reunión mundial de todas las maestrías.
También cuentan con la clásica figura del hombre pensante con el puño apoyado en el rostro. Debido a ello y a la existencia de una ruinas talladas, la historiadora María Paz Aguiló plantea una interpretación conjunta de las piezas más allá de la belleza decorativa que plasman y el poder hegemónico que implícitamente sugieren. Las puertas tendrían, pues, un tercer sentido: la dialéctica entre la caducidad de la vida y el hambre de gloria. Una teoría que también comparte la conservadora a cargo del mantenimiento de las puertas, que añade la melancolía como última característica. Estas intenciones finales tendrían que ver con la cuota personal de los artesanos, quienes buscaban reflejar su sentir ya una vez exhibidos los objetivos externos.
«En los ojos de ese siglo, las artes decorativas eran igual o más valoradas que la pintura», indica la experta de Patrimonio Nacional, que recalca la doble condición de artistas de los artesanos de la Corte. Uno de los parámetros para medir aquello era el coste del mobiliario artístico, bastante superior al de los cuadros.
Tratamientos
En cuanto al método de conservación de estas obras, que llevan más de 450 años sin mayores daños, la clave es la calidad de la materia prima. En concreto, las maderas utilizadas: roble, pino, arce, olivo y nogal. Además, es el propio ebanista del Palacio Real de Madrid quien se persona en el monasterio para tratarlas en caso de cualquier leve desprendimiento y las restaura con una pasta natural de piel de conejo.
«Muy poca gente las mira extasiados, la mayoría se van», reconoce María Antonia, encargada de las salas donde se exhiben actualmente las puertas, consciente de lo infravaloradas que están por los visitantes. El recorrido habitual del público suele consistir en una ruta por la biblioteca, la basílica, las salas capitulares, el panteón, y el palacio de los Austrias, por lo que, abrumados de tanto monumento, utilizan la sala de acceso a las puertas como zona de tránsito.
Para darle el relieve que merecen, desde Patrimonio Nacional han optado por mantener las hojas de las puertas cerradas con el objetivo de que llamen más la atención de los viajeros.
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