Nostalgia, curiosidad o fervor: un siglo de Disney por Madrid
El centenario de la creación de la compañía audiovisual se deja notar en la capital con diversas actividades lúdicas, interactivas o culturales que permiten calibrar el legado poliédrico de un hito en la historia del cine
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![Una visitante en la muestra inmersiva de Castellana en el espacio que recrea 'Toy Story'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/20/toystory-R98ZBdeNZyPjuzJndrepGUK-1200x840@abc.jpg)
Hubo una leyenda, que tampoco él se encargó de desmentir del todo, que situaba en Mojácar (Almería) el nacimiento de Walt Disney. De hecho, en sus conversaciones con Salvador Dalí, cuando su proyecto conjunto, 'Destino', confesaba al surrealista que sentía bullir en él ... sangre española. Del sur. Antes, hace justo un siglo y varios días, junto a su hermano Roy fundó lo que sería andando el tiempo una de las compañías que más han entendido, y nunca mejor dicho, la fantasía. Quizá por eso, por la inspiración reconocida del cercano Alcázar segoviano, Madrid tenía que rendir un homenaje a Disney. Tampoco hubiera imaginado Walt que su sello, hecho a base de estajanovismo propio y ajeno, iba a asociarse con Stan Lee, con Pixar, que orbitarían en otra onda. Pareciese que lejos de Madrid.
Eran las once de la mañana, y el sol, que cuando salía caía a plomo desmintiendo el otoño, alumbraba la exposición 'Disney 100 años' en El Corte Inglés de Castellana. Se notaba expectación, críos amorosamente liberados del colegio por los padres, que un día era un día. Y, entre el tráfico, los madrileños, que andaban a medio camino entre los últimos ecos de 'La Bella y la Bestia' y ya el fenómeno de 'Frozen'. La exposición, inmersiva, organizada por los grandes almacenes y la propia compañía Disney, con colas que en días de trasiego han podido alcanzar las cuatro horas, tenía «controlados los aforos». Y a fe que fue así.
En plena Castellana se abría una carpa en la que, con atención a las nuevas tecnologías, y contando con ellas pero también con el centenario, se permitía que padres e hijos contemplaran primeramente un esbozo de Mickey Mouse, que posteriormente vieran la evolución del imperio del dibujante y que pasaran del cuarto de Andy, micromundo de 'Toy Story' y el vaquero Woody, a una recreación del Halcón Milenario entre un numeroso jolgorio de todas las edades. Y así será hasta el domingo.
Tatuarse al Rey León
Antes de la hora de apertura ya se congregaba una fila poblada. Rubén y Fernando, 34 años por barba, montaban guardia ante una feliz espera. Rubén evocaba, 'machadianente', a esa imbricación entre Disney «y la infancia»; su amigo Fernando, entretanto, recordaba las primeras experiencias también 'inmersivas', «aquellos audiolibros» en los que se aprendía a leer, incluso a declamar, negando el dicho de que la letra con sangre entra. Fernando incluso llegó a pensar en en tatuarse la esfinge de Simba que el mandril Rafiki traza del heredero en un tronco. «He visto mil veces la película de dibujos, también la versión moderna. El musical no, fíjate».
![Carteles de todas las películas de la factoría desde sus inicios](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/20/cartelesserreria-U24455477283GZi-624x350@abc.jpg)
La inocencia y cierta ilusión iban creciendo; también en los más talluditos. Fuera, una diáfana con tres 'foodtrucks'; dentro, un resumen somero de los hitos poliédricos del entramado audiovisual. Desde el primer corto de Mickey Mouse, 'Stemboat Willie' (la primera película que aunó imagen y sonido, voz del propio Walt, hombre orquesta de sí mismo) hasta 'Frozen' o el poder de la tecnología en la animación. Antes, los bocetos que hicieron de Mouse un icono, tres esferas que están en el hipotálamo de medio mundo. Se seguía con la ruta en la instalación de 700 m2, donde el balcón de Peter Parker evocaba la doble vida del Hombre Araña. Cerca de la máscara de Darth Vader y el sabor de aquel doblaje de Constantino Romero, un rincón de princesas donde unos espejos reflejaban la evolución de las heroínas de Disney.
Otros espejos deformantes, como los 'valleinclanescos' del Callejón del Gato, remitían a los hielos de 'Frozen'. Se oían gritos de dos pilotos, muertas de la risa, a los mandos del Halcón Milenario. Un Hulk a tamaño natural parecía a punto de romperse esos pantalones tejanos entallados. Quién sabe si los muñecos, cuando se quedan sin gente, hablan entre ellos de los miles de visitantes y sus hazañas. Sorprendía que aquí, frente a otros fenómenos, las colas se guarden de forma tan europea. Era un mix entre los clásicos y las nuevas perspectivas; entre Donald y Han Solo. Un retazo heterogéneo de la historia del cine.
![Recreación del Halcón Milenario en la carpa de La Castellana](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/20/nmin-U37181351045TrQ-624x350@abc.jpg)
Tampoco era casual el cartel que avisaba, a la entrada, de la espera estimada. Aunque en ese claro de La Castellana, con las colas en zigzag, no se sentía demasiado el agobio de otros eventos capitalinos y con niños. Al más avispado se le podían quedar detalles de cómo los guionistas iban modificando los relatos originales de J.M. Barrie, de los hermanos Grimm y así.
Vero y Sandra sabían de la leyenda almeriense de la nacencia de Disney. Y estaban desde buena mañana aguardando que se abrieran las puertas. Lo curioso es que un rumor del Cabo de Gata acabara en dos chicas de «veinte años». De estas alturas de Madrid, Nuevos Ministerios, a la Serrería Belga, que acoge la exposición 'Walt Disney Animation Studios: Un siglo de historias', van cuatro kilómetros y medio, y un cambio en el prototipo del madrileño que aprovechaba y aprovecha estos días en una Disneylandia itinerante que el espacio cultural clausurará el 29.
El ozonopino, la sesión doble
En Serrería, las filas mutaron por la fijeza en el detalle, por el gusto por el trazo, por los mayores de sesenta que tienen asociada tal o cual película a un momento de su existencia. Y no sólo eso, también a esos cines de sesión continua, de acomodadores y el aroma a un ozonopino que, 'proustianamente', los situaba hace ya décadas en la sala de proyección y la butaca. Francisco rememoraba «el cine Iris, en Guzmán el Bueno» cuando María Eugenia, su amiga, comparaba el consumo audiovisual de hace no tanto con el presente.
«Antes, todo era un rito familiar. Ahora, los jóvenes se encierran a ver sus cosas. Nosotros tenemos un VHS sólo para estas películas, que son un tesoro». Ellos, que habían llegado a la Serrería por casualidad, siguieron ya hablando del séptimo arte en general frente a lo que la muestra, con réplicas de los carteles que no necesariamente diseñaron los dibujantes originales. Y, lo que es más interesante para los sibaritas de la historia del cine, que es decir la historia del mundo que conocemos: los bocetos de la factoría, guiños congelados de escenas inmortales: el beso perruno y romántico/gastronómico de 'La Dama y el Vagabundo'. O los trazos que hicieron de '101 dálmatas' el primer largometraje realizado con la técnica de la xilografía. Se echaba de menos el jazz de 'Los Aristogatos', eso sí, de fondo musical que daba la imagen sonora de un París que tenía tantas concomitancias con el de Julio Cortázar.
![Curiosos ante la instalación temporal en Madrid Río](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/20/1473000911-U07080228842cpQ-624x350@abc.jpg)
En la intimidad como eclesial de Serrería hay previstas tres charlas de especialistas las tardes del sábado 21 y del 28: Fernando Güell (director de arte), Rodrigo Blaas (director y animador) y Cristina Díaz ('dircom' de Disney España), que disertará sobre los cortos. Historias breves que también han «tocado el corazón de muchas generaciones».
En el mejor espacio, la joya de la corona: un facsímil original de cámara multiplano de 'Pinocho'. Con Pepito Grillo mirando el firmamento italiano cuando la animación era artesanía y un trabajo entre la genialidad y la esclavitud.
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Al lado del Palacio de Cristal de la Arganzuela, en pleno Madrid Río, los curiosos leían los doce paneles que explican, hasta el domingo, y por décadas, las glorias y vicisitudes del centenario en una instalación que, al sol, parecía un cementerio militar, un mausoleo si se entrecerraban los ojos.
Un joven corría entre los paneles y rodeaba los ceros de la 'estatua' del centenario como Alicia (la del País de las Maravillas) bajo el lisérgico árbol del Gato de Chesire. En noviembre, hay previsto más de Disney en la capital. Nostalgia, curiosidad o fervor. El ratón en el corazón patrio.
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