Niño de Elche: «Madrid es la ciudad en la que me he sentido más cerca de la idea de hogar»
COLONOS
Por muy grande que sea la ciudad, y por ello mismo, tiene un punto de anarquía que le subyuga
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El Niño de Elche no tiene acento de su familia granadina, que son acentos que se mantienen por mucho que uno viaje por el mundo y conozca otros sonidos del español. El Niño de Elche (Elche, 21 de enero de 1985), así, en persona, ... tiene algo de sociólogo lúcido, capaz de surtir la ciudad de apotegmas. Se quería hablar con él sobre purismo y heterodoxia, y el entrevistado, muy avispado, lleva la parla a otros lugares que rozan el urbanismo y su misma presencia en la ciudad. Además de sus discos en solitario y de otros en colaboración, ha marcado un camino musical, que es también ético y estético, y conversa después de vivir en una ciudad clásica como en Sevilla, clásica «hasta en el 'underground'».
En Madrid habita lo más parecido a un hogar desde 2017. Acaso porque Madrid es, en su forma de establecer las ciudades, una urbe «atravesada» que hay que entenderla como «atravesada de muchas influencias». Lo mismito que le ocurre a las ciudades «fronterizas». No rehúsa ninguna pregunta, y habla con conocimiento de gran divulgador. No obstante, además de en la literatura, se desempeña también por las torrenteras radiofónicas. La primera pregunta, al niño más rompedor de lo que son los cánones flamencos, es el concepto de purismo que deja de Madrid abajo familias rotas, y artistas que triunfan. En su caso el purismo es una entelequia, una ficción como toda ortodoxia. Aunque le añade una parte no desdeñable de fundamentalismo, con lo que eso supone para un creador. Hablando del menú gastronómico matritense, da una parte de su posición frente al mundo: no le interesan los orígenes, sino la variedad que ofrece la mesa en Madrid, venida de todos los lugares.
No ve el casticismo aunque la entrevista se desarrolle en Lavapiés. Dice que Madrid le huele también a Navidad, que le suena a amistad y que si hay que entrar en el hoy, la ciudad le atruena a conversaciones de amistad. Es un hombre que cuando le permiten los diversos compromisos pasea Madrid, deteniéndose en los tipos, poniendo oreja a las conversaciones que dan el mapa completo de por donde respira la ciudad.
El Niño de Elche habla con el tono de voz bajo y ex cátedra quizá porque su creación se topó por muchas puertas cerradas por la intransigencia del mundo flamenco constreñido y poco oxigenado. 'In memoriam. Posesiones de un ex flamenco' y 'Llamadme amparo' son libros que más que volúmenes son guías para atravesar por su universo. Bebe agua embotellada y se marcha a cruzar el Atlántico. A una ciudad de las que dicen 'atravesada'.
—¿Qué es el purismo?
—Una ficción como toda ortodoxia, pero también un fundamentalismo. Sobre todo una ficción. Y que se encuentra en cualquier tipo de ideología que tienda a lo conservador.
—Lo tiene claro. ¿Y la heterodoxia?
—El purismo y la heterodoxia son primas hermanas, no son contrarias. Son formas de hacer. La ortodoxia, una ficción que intenta genera formas de hacer ficcionales que no se corresponden a las artísticas. Hay tensiones entre la ortodoxia con la realidad que vivimos. No son contrarias, plantean unos caminos y se alimentan de ellos.
—Entre purista y heterodoxa, ¿Por dónde tira más Madrid?
—A las ciudades no las catalogo en ese sentido. Catalogo, por ejemplo, como clásica a Sevilla: en la oficialidad y en el 'underground'. Madrid es más compleja y es más difícil de generalizar. Como ciudad grande, y parafraseando a Miguel Anxo Basto, son ciudades que, por muy controladas que estén, dan lugar a una cierta anarquía. Por eso yo soy tan urbanita.
—¿Qué le queda del Palmeral de Elche?
—Iba a decir los altos vuelos, pero no. Lo refrescante de una palmera. Lo que cobija.
—¿A qué le sabe Madrid?
—Me sabe a la gastronomía que aquí se trabaja. Sobre todo un buen cocido, que tiene que ver con la opulencia, con diferentes pasos, con el compartir, con diferentes texturas. Madrid tiene que ver con eso. Hay un debate sobre la cultura gastronómica de la ciudad, su identidad. A mi no me interesa el origen de las cosas, lo que sé es que Madrid las acoge y las ofrece.
—Es una buena metáfora gastronómica de la ciudad. ¿A qué le huele Madrid?
—Más allá de la polución, tengo grabado un olor muy característico; el de cómo huele Madrid en Navidad.
—Permita pedirle una opinión sobre el casticismo. Estamos a 20 metros de la taberna de Antonio Sánchez.
—No lo percibo en el día a día como en otras ciudades. Al fin y al cabo, Madrid es una ciudad atravesada.
—¿Atravesada?
—Me interesas las ciudades atravesadas cuando son fronteras, cuando son fronterizas. O cuando son céntricas. Mucha gente no entiende que el centralismo de Madrid es lo propicio para ser esta una ciudad atravesada.
—Dejemos la teoría urbanística un momento. ¿A qué le suena Madrid?
—Muy buena pregunta. Me suena a conversaciones de nuevas amistades y a conocer a gente nueva. En mi biografía ha sonado a afters.
—¿Y en lo flamenco? Es decir, ¿cómo canta Madrid?
—A veces canta por derecho, y a veces canta por derechas. (Ríe)
—Dígame un piropo sobre Madrid.
—Madrid es la primera ciudad en la que me he sentido lo más próximo a esa idea de hogar.
—¿En qué Madrid le puede facilitar la vida?
—Con momentos de silencio, no solo en el sentido sonoro, también en el de frenar la agitación.
—¿Qué le gusta hacer en Madrid?
—Me gusta pisar las calles, observar la gente. Sus charlas.
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