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La lluvia obliga a suspender todas las procesiones del Jueves Santo en Madrid

Ni el Gran Poder y la Macarena, ni Jesús El Pobre, han podido sacar a los cuatro pasos. La cofradía de San Pedro el Viejo abrió sus puertas y salvó la estampa de sus anderos agachados

El primer kilómetro cero de la Pasión de Cristo, según Madrid

Un andero durante la breve salida de Jesús El Pobre, este Jueves Santo TANIA SIEIRA
Jesús Nieto Jurado

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El cronista acudía, con buena voluntad, de primeras, a la recoleta calle del Nuncio, iglesia de San Pedro el Viejo, donde hay un milagro freático que baja, subterráneo, hasta las bajuras del Viaducto y llena de santidad castiza el Manzanares. Pocos lo saben. Pero el azulejo de Jesús El Pobre, cautivo y desarmado, lo sabe. Un milagro del pan y los peces se esperaba, aunque adaptado a esta capital. Ya Carlos Amores, prioste de la hermandad, custodio último de las tallas de Jesús el Pobre y de María Santísima del Dulce Nombre, había avisado de que su Cristo, a media voz, llevaba un túnica roja, «símbolo de la sangre», la que vertió por los pecadores, e iba derramando camino del Gólgota.

El Pobre es el otro Señor de Madrid, las andas de un sencillo trono, frente a la amplitud de Medinaceli. Cada uno es cada cual, y en eso va la dualidad de Madrid, que es una virtud de la Semana Santa. Una dualidad complementaria. En El Pobre desde primera hora andaban con lo sacro; para empezar una ofrenda a las once y cuarto de la mañana. Daban las seis menos diez, y la Lira de Pozuelo, del paso de palio iba abriendo las calles feliz por su acompañamiento en el día anterior al palio de Los Gitanos.

Julia Perea, mantilla, ponderaba la «emoción tremenda» ante la «expectación y el fervor». Un «ojalá» se le escapaba de las habitaciones últimas de la sangre. Rumor que preguntaba por la 'aguaora', dicho desde dentro. Del mismo dentro donde la comisión repartía las insignias, lo que no significaba «que fueran a salir». Los pasos, aún sin las andas, parecían de cristal. Había labios apretados incluso en el cuerpo de gala de la Benemérita. P. Rivas, saetero, mientras esperaba la decisión, contaba que con su saeta «cumplía un sueño», dentro y fuera del templo. «Un sueño»: el de una saeta titulada como su Cristo al que iba a cantar. Con «mención de los costaleros, del Señor», y de él mismo y su infancia. Puro Proust aflamencado. En un principio anunciaron que no se iba a realizar «la completa estación de penitencia», y en media hora, anunciarían nuevos planes.

Los anderos agachados, la icónica estampa de la salida de Jesús El Pobre, este Jueves Santo TANIA SIEIRA

Salir a la puerta

De salir, le preguntaban a Carlos Amores, «a la Colegiata y volver». Rostro pálido. Ya se sabía el anuncio del Gran Poder y la Macarena de, definitivamente, no arriesgar su patrimonio. Entretanto, los móviles en silencio pero parlantes de las mantillas, las que no eran Julia, hervían. Otra mantilla lloraba, quizá por algún plano de recurso del directo televisivo y la emoción de lo imposible. Ya se dijo en estas páginas que el don de la ubicuidad era imposible ante una masa nubosa. Aunque lo del recorrido breve no iba siendo creíble. A apenas 500 metros llantos y consuelo en Gran Poder y Macarena. La cruz de guía apoyada, mientras, en la puerta de San Pedro El Viejo.

«Queremos demostrar lo que somos», era el ánimo entre los anderos del Pobre. En la misma Colegiata de San Isidro había un posible resguardo. Un homenaje, quizá, a los que no salieron. Y, entre los lloros, avisaron lo inevitable. Aún así, la decisión de El Pobre fue regalar a la Villa «un pequeñito trozo de Jueves Santo» se escuchó por megafonía. Salir a la puerta, presentación mínima al pueblo. Los anderos iban colocando los varales y la viralidad de la Semana Santa madrileña hacía que él cofrade llorará casi sangre. Como Jesús en Getsemaní. Pedro cantaba su saeta, con un timbre, aseverado por él mismo, 'amarchenado'». Con el compás «de aquellos tambores». Se abrieron las puertas a las 17.52. El agachar en los escalones, varias mecidas. No se le ha privado a Madrid de eso: de un «pequeñito trozo de Jueves Santo». Entretanto, por su barrio de Salamanca, el único Nazareno que repite, no salió.

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