Lizzo baila, Sigur Rós aúlla y Robbie Williams tira de carisma en el Mad Cool 2023
El recinto, con hierba artificial y lleno hasta la bandera con 70.000 personas, daba la impresión de una Nueva Delhi corporativa
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Empieza el Festival de los festivales. Y el potencial horror de tres días para el vecindario de Villaverde y Getafe, veremos al final. El Mad Cool, sí, cuyo cartel ha ido mutando desde el rock e indie canónico de sus primeros años a, sin hacer ascos a esto, acomodar a estrellas de pop 'mainstream' tipo Robbie Williams que es el cabezón de cartel de este jueves de pistoletazo de salida al Coachella español.
Antes que el exmiembro de 'Take That' saltara al escenario hubo que entrar. Si bien es cierto que la prensa tiene acceso cómodo siempre es interesante… perdón, estresante, conocer la yincana que tienen que hacer las miles de personas para poder acceder al recinto. Colas kilométricas, tensión en el ambiente por si alguien se cuela, solazo y una sensación borreguil difícilmente solucionable porque no debe ser fácil hacerlo de otra manera. Una odisea pero: ¿merecerá la pena?.
Offspring practicó su descarga de punk acelerado y el siguiente platito fuerte fue Machine Gun Kelly, que igual te hace heavy metal a doble bombo como neo punk tipo Blink 182 o hip-hop gangsta. Sobre una pirámide de cubos que lanza fuego empezó en lo alto su líder, famoso también por su amorío con Megan Fox, un sentido del espectáculo arrollador y con una banda de guapísimos. Nacido para tocar aquí, en la Meca de los 'influencers'. Un pastiche impersonal.
![La cantante estadounidense Lizzo actúa durante la primera jornada del festival Mad Cool que se celebra hoy jueves en Madrid](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/07/07/lizzo-kaAI--624x350@abc.jpg)
Luego tocó The 1975 entre ovaciones, masa pegada y escasez de aire para ver el épico intimismo de los británicos, que tenían a mucho público probablemente del Reino Unido. Un estilo marcado, juegos de voces y progresiones intensas para contentar a su melosa hinchada que se las cantaba todas.
Polaroid, Ouigo, Red Bull, Dyson, Banco Santander, Seat u Orange tenían carpas patrocinadas (¡si el Woodstock vetusto nos viera!) en un recinto con hierba artificial hasta la bandera para 70.000 personas que daba la impresión de una Nueva Delhi corporativa con conciertos y que define el éxito de un festival que contra la filial madrileña del Primavera Sound puede decir que sabe más el Diablo por viejo que por Diablo. Un valor seguro, cambio de ubicación incluido.
En estas, nos pasamos a ver a Mimi Webb a un escenario pequeño, público británico femenino mayormente, para escuchar canciones tipo Eurovision que alternaba baladas soul a lo Alicia Keys con tonadas a lo Abba o insulso pop-rock de radiofórmula para un público más rubicundo y afilado en lo conservador que la cabeza de Cayetana Álvarez de Toledo.
Llegó el turno de Lizzo, una de las superestrellas. Y ejerció. «My name is Lizzo! And this is Mad Cool, Bitch!». La diva oronda arrasó. Vozarrón acompañado por un coro y un ejército de bailarines de físico no normativo, como dice la neolengua, para desplegar su pop negro de masas con base funk y soul, incluso corifeo gospel.
Letanías nórdicas
Justo a la vez de los islandeses Sigur Rós, otra cara de la moneda musical, que venían con sus letanías nórdicas y, claro, en las partes muy suaves se metía la zambomba sónica de la otra. Liderados por Jonsi, ofrecieron un precioso y marciano show respecto a lo que se estila en el Mad Cool, no pegaban, con sus melodías etéreas agudísimas entre delicados arreglos electrónicos y con su líder tocando su guitarra-violín, un contrapunto reposado y ruidoso frente al duelo de bailes con Lizzo. Ambos ganaron. Y fantásticas las proyecciones de su show, a cámara lenta, con filtro súper 8 o superposiciones de sombras de un grupo que ha mamado bien Radiohead y que mezcla con pos-rock, con un Jonsi que parece a veces un perturbado manejando un serrucho sobre su entrepierna. Y tremendo ruidaco para terminar que ojalá hubiera pillado desubicado por ahí a algún 'influencer' de 'La isla de las tentaciones' y haberle visto la cara.
Y, por fin, el platazo fuerte. Robbie Williams, el gran divo en un escenario infinito de gente, además con Rina Sawayama cancelando su otro concierto a la misma hora. El británico empezó con 'Let me Entertain you' como primer golpe y luego se marcó un clásico de Wilson Pickett un poco facilón. Sonido desvaído en general pero un Williams muy animado, delgadísimo y tirando de carisma. Enseguida se bajó a tocarse con la gente, incluso, siempre simpático. «¿Me echabais de menos? ¡Yo también a vosotros!». Habló un rato con uno del público y todo. Y se hizo una nueva versión populista, del 'Don't look back in Anger', para acabar petándolo con sus megahits 'Feel' y 'Rock DJ'.
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