Así es Almeida: qué estudios tiene, su meteórica carrera política y sus principales propuestas para Madrid
El regidor, que busca revalidar su cargo en Cibeles, se ha convertido en uno de los rostros más carismáticos del PP
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![El alcalde, José Luis Martínez-Almeida, en las escaleras del Palacio de Cibeles](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/05/19/almeida-RpUHR9BVsa2tvSQNDH1nXIJ-1200x840@abc.jpg)
Hace poco más de un lustro, José Luis Martínez-Almeida (Madrid, 48 años) era un político desconocido. Después de que Esperanza Aguirre abandonara el Palacio de Cibeles por los escándalos de corrupción de sus allegados, Almeida tenía en sus manos la misión de relanzar al partido. El delfín aguirrista fue nombrado portavoz del grupo municipal en el Ayuntamiento de Madrid y, tras una trayectoria de cargos en la sombra en todos los niveles de la administración pública, este abogado del Estado -estudió Derecho en Icade-, católico y el más pequeño de seis hermanos, se hizo un hueco en la esfera política. En 2019 forjaría una alianza de derechas para arrebatar la alcaldía a Manuela Carmena y devolver la capital al PP. Desde entonces, su popularidad se ha disparado.
Almeida es uno de los rostros más carismáticos del PP. El alcalde se desenvuelve sin problema en las sesiones plenarias y en los rifirrafes con los concejales del resto de partidos. En las redes sociales es un icono de los memes: Almeida pega un balonazo a un niño, Almeida da un salto mortal, Almeida pega otro balonazo a un fotógrafo. Durante 18 meses asumió la portavocía nacional de su partido, donde pesos pesados lo calificaron de «alcalde de España». Tras 18 meses en el cargo, dimitió para sortear la mayor crisis interna del PP que, en marzo del año pasado, derrocó a su líder, Pablo Casado, y al secretario general, Teodoro García Egea. Así demostró su lealtad a Isabel Díaz Ayuso.
Almeida y el espionaje a Ayuso
El intento de espionaje a la presidenta de la Comunidad de Madrid fue un episodio turbulento en Cibeles. Almeida siempre negó el presunto encargo de Génova para, desde la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo de Madrid (EMVS), encontrar los trapos sucios de Ayuso. Esa supuesta investigación pretendía probar que el hermano de la dirigente, Tomás Díaz Ayuso, había cobrado una comisión de 283.000 euros por un contrato de mascarillas en plena pandemia. El escándalo propició la dimisión del coordinador general de alcaldía, Ángel Carromero.
La posterior comisión municipal de investigación, diez sesiones en las que la mayoría de comparecientes citados no aparecieron, terminó como empezó: sin respuestas. Y el caso se olvidó. En la recta final hacia el 28M, Almeida y Ayuso forman un alegre tándem electoral, al menos, de cara a la galería, para conseguir la reelección en las urnas. El alcalde que consiguió calmar las aguas, y que ha esquivado las críticas de la izquierda por el caos de Bicimad y los «arboricidios», está centrando su campaña en la «extraordinaria gestión» de los últimos cuatro años y el momento dorado que vive Madrid como «motor económico» de España. Entre sus principales propuestas: soterrar el norte del paseo de la Castellana, rebajar el IBI (Impuesto sobre Bienes Inmuebles) al mínimo legal, plantar 500.000 árboles en cuatro años, construir una decena de centros de mayores y abrir las salas de estudio de las bibliotecas las 24 horas.
Las encuestas apuntan a que el PP será la lista más votada, y Vox o Ciudadanos (en el caso de que sobrevivan los liberales), su aliado para volver a gobernar. Aunque el mandato concluye con algunas cuentas pendientes. En 2019, tras pactar un gobierno de coalición con Ciudadanos y los votos de Vox, Almeida prometió tumbar el Madrid Central de Manuela Carmena. Nunca lo hizo, aunque fuera el principal azote de la medida de la exalcaldesa en la oposición. De hecho, el candidato del PP ha implantado un calendario de restricciones progresivas hasta 2025, cuando los coches más contaminantes estarán vetados en todo el municipio. Y el otro gran compromiso electoral de 2019, el soterramiento de la A-5 en el paseo de Extremadura, sigue en un cajón.
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