LAPISABIEN
Un vuelo de duermevela
Sueño, en algo que parece una nube, que estoy entrando en los bulevares
La del libro
Madrid hay que volarla. Que el viento, aunque sea en sueños, sople de la parte de Ávila. Que en el Alto de Garabitas la paz sea ese mismo viento llevando los ojos bien entrenados por todo el Parque del Oeste, y de ahí, ... me lleve a bordear esa costanera que es el paseo marítimo que la ciudad nunca tuvo, a pesar de la ilusión y los grifos de Madrid Río.
Surfeando por ese Madrid volado, uno pilotaría la cometa, la alfombra mágica, lo que sea, por Marqués de Urquijo; y en la esquina de Ferraz vería movimiento. Pero ya dijo otro inquilino de Ferraz que el viento no es de nadie. Salve...
Sueño, en algo que parece una nube volantina, que estoy entrando en los bulevares, con sus olores y sus resabios a notable tirando a sobresaliente, a buena acacia y a apuntes de copistería. En ese momento hago girar a Eólo Princesa abajo, hacia Callao, con gente que se entrecruza y quizá no se vea más en décadas.
Ya el viento encajonado lleva a la Gran Vía, y este parapente/alfombra mágica sorprenderá a los de siempre. A las colas, a los que vienen a esta calle a buscar un tema literario o una novia. Quizá me guiñe una cigala de marisquería gallega como guiñan las cigalas, que en sus antenas llevan el código de vuelo de aficionados al dron más barato. A los que volamos sin paracaídas.
Qué placer de volar Madrid. Qué último sueño bendito del insomne, que es aquí uno que escribe y no duerme. El sol está a punto de salir y me he quedado varado en una terraza con piscina, vacía, desde la que entrecerrando los ojos se ve mi antigua casa, la que bañaba el viejo mar latino.
Ya despierto sé que nunca sobrevolaré Madrid, como José Antonio sabe que nunca dormirá, probablemente, bajo techo. Pero los sueños, como los objetivos, hay que proponérselos con una fuerza rayana a la mala leche. Hay que volar Madrid por encima del tráfico agotador. Arriba sopla algo de fresco.
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La ciudad extendida; el norte más verde, el sur ardiente. Como en 'Manhattan' de Woody Allen hay que quedarse con una imagen, y la mía no es de un puente. Es la más alta de la urbe.
La mía es la de Madrid como si yo mismo fuese un dron. Ajeno al callejeo, que viene siendo sano deporte de riesgo. Quiero volar Madrid y no en el duermevela.
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