Respetar a Federico

Tras el asesinato de Federico, aunque muchos crean lo contrario, su palabra evoca reconciliación en lo ideológico y unas fuerzas líricas que, como él dijo del duende, parecen venir de lo más profundo. No se fue del todo.

No se fue de esa tierra de jinetes que nunca llegan a Córdoba y de bravos gitanos de bronce que se desangran como en un ensueño o en un conjuro.

Noticia Relacionada

El historial maldito de la estatua de Lorca en la plaza de Santa Ana

Cris de Quiroga

Patrimonio repondrá la placa de caliza, rota por un camión de basura, «en los próximos meses»

A la estatua de Lorca en la plaza de Santa Ana, la que una vez Fernando Arrabal me definió como «de mediopensionista» frente a la majestuosidad de Calderón de la Barca, la han vuelto a importunar. Un camión de basura en no sé qué broma de humor negro reventó la placa.

Porque en la ciudad hay gamberros de todo pelaje. Y descuidos de todo pelaje. Ya le arrancaron la alondra, y ahora le parten la placa que le recuerda el cariño de esta ciudad, donde fue tan feliz. Donde se quitó de Granada, donde «residía la peor burguesía de España».

Su monumento no molesta, mira al teatro, y pone en los labios de la memoria aquellos versos de cuando el coñac de las botellas se disfrazó de noviembre por no infundir sospechas.

Cualquier incidente que acontece en la calle es bueno para recordar a Lorca y ponderar su legado. Porque en la memoria de Federico vamos todos; lorquianos o no. Y la mayoría no vamos tarifando a costa del genio.