La primera nieve
Navacerrada va quedándose desierta y bajo el Puente de los Franceses sólo navegan siluros con parpusa, locos de atar y dos patos del Trópico
Tan cerca, tan nuestros...
Tiene esa primera nieve en Navacerrada un perfume que huele sin oler, y sin embargo, como una madalena de Proust, nos lleva a lo antiguo y a la fascinación que a los que nacimos en el Mediterráneo nos provocaba la pureza de los pinares tras ... el nevazo. Cuando en un Ford Fiesta de los viejos subíamos a resbalarnos en bolsas de basura como si fueran trineos de una novela de Tolstoi en el corazón del severo Sistema Central; sería en aquella época en que el mundo era un poco más serio. Las nieves de antaño que cantó Villon y que ahora son novedad cuando en la sierra la nieve es una invitada que llega tarde, mal, y breve. Cuando la nieve es una mala dominguera. O sea.
Desde Princesa, en lo que llamaban el Cerro del Pimiento a decir de Eduardo Haro Tecglen, si el día está claro, se ve, de Pascuas a Ramos, la Bola del Mundo blanca y radiante, igualita que una novia 'juanramoniana'. Yo la miro, y ella me mira, y si no está blanca y el calendario llama a muérdago, se siente una desazón que va calando; quizá porque, pese a todo, aún guardamos una nostalgia irrepetible de Filomena. El cambio climático existe, se ve, y en esto no hay que hacerle caso a un grifota de Vallecas, con zarcillos hasta en el menisco y una diarrea mental considerable. Quien me conoce sabe que me preocupa el meteoro, el cielo, la calor que llega a la Villa cuando languidece abril y asoman por el parque del Oeste los primeros bikinis.
La primera nieve arranca siempre buenos recuerdos. El Retiro blanco, y el Palacio de Cristal pintando de Navidad febrero. O el placer de intuir desde una oficina impersonal los picachos de Gredos, ponerse el sol, y las Cuatro/Cinco torres; así, en una misma postal. La nieve ha perdido ese costumbrismo que era como la castañera o como Antonio Sánchez y su taberna. Ya en la Casa de Campo nadie patina sobre hielo, Navacerrada va quedándose desierta y bajo el Puente de los Franceses sólo navegan siluros con parpusa, locos de atar y dos patos del Trópico.
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