LAPISABIEN
Mamá
Suyo es el deseo de que permanezca en Madrid
Abril florecía
A mamá le debo un monumento y una casa, y mil perdones. Mi mamá, niña del sur, tenía su horizonte en Argüelles, donde los tíos, la prima Almudena, y rememoraciones. Sus recuerdos, tan vívidos, me daban de casi niño de teta un plano ... deseado de Madrid. Por eso fui creciendo, estudiando, para ser de aquí.
El niño que yo era fue creciendo a las faldas de la mamá, aunque sólo fuera en el ensueño. Mi mamá, tan de Pozoblanco, me hizo madrileño. Entendía, a 250 kilómetros en línea recta, que allí empezaba el mar. Y al mar se fue. Donde nací.
Ahora, cuando vienen mal dadas, mi mamá persiste en el sueño de Madrid. Un sueño, un afán que diría Landero, que abarca a toda la familia. Esa sueño de cristal que nos ha dado vida, siempre.
Ahora ando en una encrucijada vital, de las que tienen dos opciones: la mala y la peor. Y mamá, ya abuela de Candelilla, está ahí, encajando los golpes de una soledad doble: la mía y la suya. Porque en el fondo, y no tan en el fondo, confía en mía.
Nunca ha perdido la sonrisa, que es ese bajar la testuz pelirroja, acariciarse el pelo y pensar que todo va a ir a mejor.
Probablemente irá, pero en este espacio quiero darle un beso periodístico a quien me lanzó a Madrid. Y eran tiempos de Prehistoria.
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Escribo por no llorar, y ella lo va a entender. Cuando lo lea. Si le llega, que no quiero abrir el buzón de las lágrimas gratuitamente, quiero decirle que la quiero. (sic)
Que hay una ciudad que fue y es como el padre que se me fue tan temprano. Por eso, las lágrimas de hoy, serán sonrisas mañana.
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