Madrid es, también, Tabarnia

Tabarnia fue el mejor invento que nos quedó de aquellos días de ruido y furia. Viajes al chalet cateto de Puigdemont en Waterloo, y risas, muchas risas, cuando a los preindultados de Lledoners se les sacaban las vergüenzas. Tabarnia es y fue plena sociedad civil en pleno, y también la envidia de otros terrenos donde cocían otras habas, en ese caso no esencialistas y sí delincuentes como las independentistas.

Estará bien, el día seis, que la política haga coyunda con el humor, para más rubor de Rufián, ese madrileño que aún no lo sabe. Para que al colmillo y a la pólvora del independentista, a seiscientos kilómetros, se le vaya venciendo con una gansada lírica de Boadella, referencia de muchos y que, verdaderamente, fue con muchos valientes una contrarrevolución de las sonrisas

Tabarnia no es ya sólo lo que fue, sino lo que puede llegar a ser, como aquel torero al que preguntaron si se torea como se es. En este momento exacto, a días del quinto aniversario catalán, Tabarnia puede dar mucho. Habrá que estar atento al boicot presunto que algunos botarates le pueden montar en la capital del reino: meros botarates, niños aburridos, y okupas sudorosos.

Que Madrid reciba a Tabarnia como se merece.