LAPISABIEN

El culín de sidra

La imagino desafiando borracheras, jaurías humanas, pies descalzos con juanetes...

Los del fondo

Un famoso presentador observa el reloj de Sol bajo el luminoso de Tío Pepe EFE

La botella de sidra está en el alcorque del árbol. El culín último languidece en mi calle, helado de estos fríos cuchilleros. Quizá vino andando, la botella de marras, desde la Puerta del Sol. La imagino desafiando borracheras, jaurías humanas, pies descalzos con ... juanetes extemporáneos y demás.

Es la única señal de que ha cambiado el año en la ciudad. Ha amanecido el primer día laborable, y el segundo, y el tercero, y nos hemos entonado del chocolate que no nos tomamos en la Nochevieja por no tener con quién. Una tableta de cacao de saldo en el microondas, y el piso vacío, gélido. Sin televisor ni radio. Ni envidiado ni envidioso.

Ocurre que la Nochevieja tiene su capital en Sol, pero a unas alturas de la vida, ponerse frente a un reloj con unas uvas del Vinalopó suena a otras épocas en las que había pelo en la testa y la barba andaba pelirroja, no peligrosamente blanca.

Madrid se ha divertido y se anda divirtiendo, que es la máxima de estas fechas. Se van despejando las nieblas, y no hay mayor alegría que un comercio, que todos los comercios, abiertos en Princesa. Ya lo decía el poeta: «Quizá tienen razón los días laborables». La botella del Gaitero está pegadita al tronco del árbol, testimonio de una bacanal o de un sorbito familiar. Alguien ha tenido el detalle de no romperla en mi ventanuco.

He escrito de perfil sobre las Navidades, pero no es buena opción. Que haya saturación de luces puede ser bueno. Tan bueno como cualquier atractivo de la ciudad. Enero no es una cuesta, es más bien, en Madrid, como una orfandad de una luz que crece, como el frío este con sol. Un ratero ha intentado matar a un policía en el metro, y se ve que aquí las cosas no cambian a mejor.

En Nochevieja, lo confieso, no hice nada. Leí, abusé de la melatonina y de otros placebos del sueño. Notaba esa angustia de fin de algo. Para cuando la Pedroche salió a Sol y al 'prime time', yo ya estaba en un duermevela de laberintos que mezclaba a La Latina con Malasaña. Últimamente sueño, y es una tradición navideña, con calles de Madrid que dan al mar. En 2024 me quitaron mi paraíso de la infancia. Quizá debí apurar el culín de sidra. O comprar una botella de absenta y una vela.

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