LAPISABIEN
El banco nuevo
En realidad, cuando se modifica brevemente lo cotidiano, muere una gamba en la Casa del Abuelo
El reportero, en su descanso
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En Princesa han cambiado un banco. Un banco que era un punto de encuentro entre muchos. El lugar donde los mayores disfrutaban del sol bendito de Madrid. El nuevo banco, todo lo moderno y confortable que se quiera, pareciese que no acoge a los ... habituales.
A esa mujer desesperada, con cara de buena, que a veces, cuando le falla el litio, pone la cara de 'El grito' de Munch. Al niño con aparato dental y uniforme. Al antiguo militar que compra los ciegos al lado, y guarda el número después de sobarlo y darle un mínimo ritual besándolo como El Cordobés besaba los pitones. En ese banco, unas pocas veces, me he sentado. Quizá porque es un oasis casi donde acaba o donde empieza Madrid. Esta misma mañana no había cristiano que lo usara. El Ayuntamiento de Madrid se gasta dinero en comodidad y el madrileño quiere lo incómodo y lo usado.
Descubrí el nuevo banco por casualidad, ahora que miro más al suelo que al cielo porque soy así. En el banco no se sientan ni la juventud creadora de los «me renta». Lo veo y siento cierta conmiseración, tristeza, frente una instalación municipal, que es llevar al límite el enamoramiento 'ramoniano,' de los objetos.
Yo quiero que el banco se use, que se desgaste. Que alguien se siente a tomarle el pulso a la calle. Entonces sabré que el banco no ha sido tomado en vano.
En realidad, cuando se modifica brevemente lo cotidiano, muere una gamba en la Casa del Abuelo. Pasó con el cartel de Tío Pepe en Sol y nos hizo cambiar todo nuestro concepto de Madrid. Cuestión de intervenir en lo cotidiano. Intentaré sentarme cuando calme el tráfico, temple la madrugada, y esté Madrid más tranquilo de navajas, mala gente, y bolomachetes.
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