Javier Veiga: «Madrid es maravillosa. Es una pena que a veces su imagen se distorsione por algo ajeno»
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Javier Veiga es oriundo de una península, la de O Grove, casi una isla si hacemos caso a la Filología. Allí, donde el mar cubre y marca la vida, el 'colono' tuvo los primeros contactos con todo. Con las caracolas, con Neptuno embravecido.
Con ... los días de calabobos y demás. Media vida en Madrid lo proclama como madrileño, o 'madrileiro' según su paisano Nancho Novo, otro galaico que pasó por esta sección. Actor, productor, escritor, es el 'hombre orquesta' que permite la ciudad.
Y triunfa, con la modestia sempiterna del gallego que no puede perder la referencia del mar. Sus ojos ya miran como madrileño, y el centro, tan recoleto, es su escenario de al día.
—Ha dejado caer algo importante, así, a micrófono cerrado, que dirían los clásicos. Que usted solo piensa en el día de campo cuando el tráfico madrileño se le indigesta.
—Y pienso no solo en días de campo, también en vivir en el campo.
— El tráfico es la Puerta del Sol del amanecer. Yo le pregunto, desde este rincón que puede parecer orensano de Madrid, en qué campo piensa.
—Pues pienso lo mismo en un sitio frondoso como Galicia, que en otro como Lanzarote, donde no hay un puñetero árbol. En general me gusta vacacionar en sitios manejables...
— Zapato Veloz cantaba, y aunque esta cuestión no sea nueva, lo de hay un gallego en la Luna...
—Es que hay un gallego en todas partes. Los gallegos hacemos una conquista silenciosa sin demasiado ruido. Y es nuestra manera de conquistar.
— También Fernando Arrabal, no muy lejos de aquí, me habló, en otros términos y otros fines, de la conquista silenciosa. Pero vayamos a su origen. Algunos tratadistas de Madrid describen a la capital como una ciudad andaluza con resabios gallegos, o al revés.
—Bueno, somos una tierra de inmigrantes, al final haces tu pequeño círculo, que tenemos ese carácter de juntarnos allí donde vamos. Aunque la multiculturalidad es lo mejor de Madrid y, cuando a veces la pierde, pierde la esencia esta ciudad. Es una ciudad de todos y de nadie. Nunca he sentido que haya como tal un carácter madrileño. La esencia que te decía es, justamente, no tenerla.
—Y el mar... Usted es de mar.
—No sólo eso, soy de una península, prácticamente una isla que es O Grove, que tiene cuarenta playas. Y venir a un sitio de secano, pues como que el mar es algo que extraño. Mi referencia del mar ya no es solo nostálgica, sino es como mi referencia geográfica. Si veo el mar me ubico con facilidad. En cualquier sitio.
—Ha dejado caer que es un 'madrileiro'.
—Sí. Es una expresión acuñada por Nancho Novo. Diré que en mi DNI figura la dirección de Galicia, no la de Madrid. Aunque estoy empadronado aquí.
—Su serie 'Moncloa, dígame' supuso una reflexión humorística sobre lo que habría de venir...
—Era un poco avanzada a su tiempo. Hacer sátira política en ese momento era complicado porque parecía imposible. Y hoy se podría hacer sin muchos problemas. Antes no se podían tocar las instituciones, y ahora no se pueden tocar las personas.
—¿Madrid permite ser renacentista?
—Hombre, yo no me considero un renacentista. Me considero un hombre orquesta. Es una versión más campechana. Siempre me ha gustado tocar muchos palos. Mi madre decía que era un culo de mal asiento. Y en eso sí me identifico.
—Sin ánimo de identidades, ni por cuestionar por ellas. ¿Madrid es su casa?
—Cuando digo Madrid es mi casa. Es la que tengo con el banco aquí a medias, pero también la de mi padre. La realidad es que aquí llevo viviendo 30 años.
—¿Hasta cuándo le sale el gallego en este secarral?
—El carácter me sale mucho, para desesperación, supongo, de algunos, y alegría de otros.
—¿Qué le da esta ciudad?
—Que aquí se cuece todo, y que ese centralismo, que a veces puede generar cierto rechazo fuera, es algo que hay trabajarse desde dentro. Madrid es un polo cultural, sin duda, pero hay que luchar, los que estamos aquí, para que ese rechazo que digo desaparezca.
—¿El actor en Madrid debería tener algún estatuto especial?
—Supongo que sí, es un trabajo muy peculiar. Esa atemporalidad que se lleva. Y como muchos otros trabajos. Todavía creo que seguimos apareciendo en el epígrafe de artistas y toreros, que creo que es algo 'demodé', y que no pasa nada por revisarlo.
—A un gallego, pedirle una reflexión sobre el sol de Madrid...
—Llevo muy mal el sol.. El calor. Ya podía ser el sol madrileño un poco más nublado.
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—Media vida aquí...
—Supongo que es una ciudad más ordenada en algunas cosas, el río, por ejemplo, es una maravilla. Es una ciudad confortable. Creo que la multiculturalidad, lo madrileño, ahora mismo es visto con más recelo que cuando yo llegué. Y parte de culpa, insisto, la tenemos los que vivimos aquí. Madrid es una ciudad maravillosa. Es una pena que a veces esté distorsionada su imagen con algo ajeno, que no tiene que ver con ella.
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