El extraño caso de la cafetera premiada y desaparecida que tuvo en jaque a la prensa de Madrid
Historias capitales
Se recorrió medio mundo buscando este invento español, que se extravió a la vuelta de una exposición en Bruselas, con intervención incluso de la Interpol
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![El aerouperto de Barajas, donde finalmente se encontró el bulto, en una imagen de 1969](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/02/15/barajas-1969-RyTxKFcWBBRJXWHyImGXA8N-1200x840@abc.jpg)
A veces, un objeto pequeño y de apariencia insignificante, por circunstancias de la vida, termina cobrando un protagonismo inesperado. Ocurrió, por ejemplo, hace 55 años, en junio de 1969, cuando un invento español premiado internacionalmente se extravió de forma inopinada y nadie era capaz ... de dar cuenta de qué había ocurrido. Un pequeño misterio que llevó a buscar el objeto perdido por medio mundo y a que intervinieran autoridades internacionales, y que finalmente, quedó resuelto.
Se trataba de una cafetera. No una normal, claro, sino una «máquina robot de elaboración, servicio y cobro exacto de café», tal y como figuraba en el rótulo que la acompañaba. Era al parecer un prototipo muy valorado, que había obtenido, en 1967, la medalla de oro al mérito en la 'Third Annual Inventors and New Products Exposition', de Nueva York, y posteriormente el mismo galardón en la Exposición de Bruselas de 1969.
El inventor José Marlet Barrera participó en ese certamen internacional de inventos convocado en la capital belga; envió desde Barcelona su máquina, que llegó en perfecto estado al lugar de su exposición. Allí fue muy admirada y su autor recibió los elogios de los participantes, y la máxima condecoración concedida fue para este robot-cafetera.
Una vez finalizada la exposición, se embaló y consignó el invento en idénticas condiciones en que se hizo para llevarlo hasta allí. La compañía belga de transportes Gontran Fréres se encargó de ello, y llevó todas las piezas que habían sido expuestas hasta la Aduana de Bruselas, por medio de camiones. Y de allí, fueron al aeródromo y embarcaron en las líneas aéreas Sabenas para devolverlos a sus países de origen.
Todos los aparatos que salieron hacia Madrid llegaron puntualmente a su destino. Excepto la máquina del señor Marlet, que desapareció sin dejar rastro. Dos meses después, los periódicos insistían en el misterio: pese a las investigaciones que había realizado la compañía Sabena, y la denuncia del señor Marlet ante el juzgado número 10 de Barcelona, seguía sin haber noticias de la cafetera. Incluso, cuentan las crónicas que una agencia envió un despacho asegurando que la máquina «había sido vista en determinado sitio de Nueva York», aunque las indagaciones sobre el terreno determinaron que no era más que una 'fake news'.
Comenzó a sospecharse entonces si todo habría sido fruto del espionaje industrial: recordaban en la prensa que a la reunión en Bruselas habían acudido representantes de todo el mundo, y muchos, y apuntaban directamente a los de los países del Este, se habían mostrado «visiblemente interesados en la observación de cuanto había expuesto». Temían que algún estado sin tanto rigor en el reconocimiento de patentes como los europeos hubiera decidido desviar la cafetera prodigiosa hacia sus fronteras, con la intención de reproducirla.
Sobre este extremo de la pérdida se pronunciaba el presidente del Consejo Sindical Asesor de los Inventores Españoles, Juan Soler Martín, que consideraba el invento de la cafetera una genialidad que «en Bruselas despertó la admiración en los más severos técnicos europeos». Le parecía que no podía ser «un extravío vulgar de un bulto por aviación; bien llegaron todos los demás en perfecto estado a Madrid. Tampoco creo en un robo de equipaje corriente. Espero que la acción de la Justicia, de la Policía y de la Interpol aclararán tan oscuro asunto».
La luz, finalmente, se hizo, a mediados de junio de ese mismo año 1969, y fue tan prosaico que resultaba difícil de creer: la cafetera fue hallada en uno de los almacenes del aeropuerto de Barajas, donde estaba desde el 5 de abril, cubierta por una lona.
El director de las líneas aéreas belgas Sabena, Georges Volckaert, explicaba entonces a la prensa que la cafetera había sido buscada por todo el mundo: sobre la mesa de su despacho se acumulaba un dossier con toda la correspondencia, telegramas y telex que mantuvo durante estos meses con motivo del «asunto de la cafetera». Al final, la casualidad hizo que se diera con ella: se dio orden al personal del aeropuerto para que desalojasen y limpiasen uno de los almacenes exteriores del aeródromo, y allí, bajo una lona que tapaba unos bultos, se encontró la famosa cafetera. El operario encargado de la tarea reconoció enseguida el paquete porque, tras tantas semanas de búsqueda exhaustiva, se había aprendido de memoria el nombre y el domicilio del destinatario.
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Vokckaert advirtió «extrañas» circunstancias en la desaparición del invento español, y elucubraba su propia teoría: «Alguien, seguramente el que llevó el paquete a la Aduana, sufrió un error al escribir el número que correspondía a la etiqueta, tal vez la etiqueta misma. Pudo haber ocurrido también que alguien colocase la mercancía en el mismo coche en que se traslada ésta al aparato y luego se olvidase de retirarla. La verdad exacta de lo ocurrido será muy difícil que se sepa algún día».
En la Aduana española, al llegar el paquete, se dieron cuenta de que este bulto en cuestión no figuraba en el manifiesto procedente de Bruselas, y se lo comunicaron por telegrama a Bélgica, de donde «inexplicablemente, no respondieron», aseguró Vokckaert. Así que como unos no contestaban y los otros nunca repreguntaron, el paquete se quedó olvidado bajo la lona durante meses.
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