El elefante prehistórico enterrado en un solar de Villaverde Bajo
Historias capitales
Un movimiento de tierras con una excavadora sobre la parcela de una empresa dio lugar al descubrimiento de restos prehistóricos del Paleolítico
Así era Madrid en tiempos de los neandertales, hace 100.000 años
![Defensa de un elefante primitivo, en el Museo de San Isidro de Madrid](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/07/03/museo-san-isidro-defensa-1-Rr4T4EvYaB1DrdIRLPwm36O-1200x840@abc.jpg)
Villaverde Bajo es una zona de Madrid densamente poblada hoy, con abundancia de edificios, vías públicas y un tráfico considerable. Pero no siempre fue así: en tiempos, miles de años atrás, cuando aquello era el valle del Manzanares, lo que ahora es asfalto ... lo ocupaban praderas, una espesa arboleda y un buen número de animales de especies que, en muchos casos, ya no existen. Allí tuvo lugar un espectacular hallazgo arqueológico, y como suelen ocurrir estas cosas, paso casi por casualidad: por una excavadora que retiró unos bloques de piedra y dejó al aire las grandes patas de un elefante prehistórico.
Todo ocurrió en un jueves de primavera de 1958. Concretamente, el 24 de abril. Ese día, operarios contratados por la empresa Transfesa trabajaban sobre los terrenos propiedad de esta firma en una zona despoblada de Villaverde, cerca del kilómetro 8,5 de la carretera de Andalucía. Con la idea de ampliar sus instalaciones, los obreros realizaban trabajos preliminares, limpiando el terreno con una excavadora. La pala levantó una superficie de terreno, y quedó a la vista lo que parecían restos de algún enorme animal.
Inmediatamente, desde la empresa se dio cuenta del hallazgo y se avisó a las autoridades científicas en la materia: el profesor de Paleontología Bermudo Meléndez, y el profesor de Lengua y Literatura del Instituto Lope de Vega y egiptólogo, Rafael Blanco y Caro. Lo contaba días después en las páginas de ABC Francisco Hernández-Pacheco de la Cuesta, catedrático de Geografía Física y Geología Aplicada de la Universidad de Madrid y jefe de la sección de Geografía Física del Museo de Ciencias Naturales.
Lo primero que encontraron los dos científicos cuando acudieron al lugar del hallazgo fueron unos huesos muy bien conservados: dos húmeros, dos tibias, un omóplato grande y varias costillas. Y algo muy poco corriente: los colmillos se encontraban unidos al cráneo. Los restos fueron trasladados al Museo en una camioneta, y allí los examinaron a placer. Descubrieron que eran de un elephas meridionalis, en apariencia muy corpulento -unos 4,5 metros de altura-, con unos colmillos muy desarrollados, de 2,70 metros, y la piel desnuda, como corresponde a un ejemplar que vivió en un clima cálido.
Cómo llegó allí aquel elefante es parte del misterio: según los expertos, pudo ser que fuera cazado y descuartizado y sus restos quedaran esparcidos por la zona. O puede que fuera a morir al río, y el agua disgregara sus huesos. En todo caso, estos se encontraron en un amplio radio, de unos 10 metros, acompañados de instrumentos de piedra de los que las sociedades primitivas utilizaban para la caza.
En la zona comprendida entre El Pardo a la desembocadura del Manzanares, en el Jarama, se extendían en el Paleolítico poblaciones humanas distribuidas en torno al río. Y por allí debió caminar en su día ese elefante que terminó sepultado en los terrenos de Transfesa. Y no estaba solo, sino que por ese área del valle del Manzanares también aparecieron otros restos: del toro primitivo, el box prianogenius; de cérvidos, de caballos, de osos… En general, fueron hallados a una profundidad de unos 8 metros.
Colaboración
La intención de los descubridores de este primitivo elefante, según manifestaron entonces, fue montar las piezas localizadas, reconstruyendo el esqueleto lo más completo posible, y exhibirlo en la Sala de Paleontología del Museo de Ciencias Naturales.
Semanas después de haber sido localizados los restos del ejemplar, se reconocía en la prensa la absoluta colaboración de la empresa propietaria del terreno a la hora de permitir las labores de recuperación. Parece ser que en ello tuvo mucho que ver el interés de uno de los directores de la firma por la cuestión, que había sido alumno del arqueólogo padre Fidel Fuidio.
Según lo publicado en la fecha, el elefante era del Cuaternario, de hace unos 100.000 años. Y bajo él se encontraron restos de hachas. La última pieza que descubrieron fue la calavera del elefante, que presentaba «muy bien conservadas, las cuencas orbitarias, la concavidad correspondiente a la trompa y el agujero nasal», junto a «dos defensas en forma de lira y de dos metros aproximados de separación por los extremos externos». Indicios que les permitían apuntar que era un ejemplar de edad avanzada.
Un año después, hubo un nuevo descubrimiento: el cráneo completo y las defensas de otro elefante, en un arenero del kilómetro 7 de la carretera de Andalucía. Dichas defensas, de casi 4 metros de largo, se llevaron, y aún pueden verse, en el Museo de San Isidro.
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