Curro Sevilla, el epílogo de la bohemia de Madrid
Antiguo autor de letras para artistas como Los del Río o María José Santiago, vende por 'bizum' o en metálico sus creaciones, entre Lorca y Alberti
'Luces de bohemia', monumental e irregular
![Curro Sevilla muestra sus últimas obras en Carabanchel](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/11/23/35860855_20241121142620-RGkRtG6U2vdSSEswstu6WJK-1200x840@diario_abc.jpg)
Bajando General Ricardos, en la esquina con la plaza de la Villa de Oro (metro Oporto), en esa Puerta del Sol de los 'Carabancheles', se adivina a Curro Sevilla (Alhóndiga, Guadalajara, 1955). Quizá porque en su morral lleva sus poemas, que va vendiendo ... sin mendigar en sentido estricto. El penúltimo bohemio de Madrid intenta vivir con dignidad incluso en las últimas. El frío de una vida «y sus circunstancias».
Parece que resuenan aquellos versos de otro de su cofradía, Pedro Luis de Gálvez, que cantaban a quien «no tiene sed de agua, ni hambre de pan. Tiene hambre de oro y sed de champán». Acaso porque este hombre no sólo empapela con poemas con alma lorquiana y caligrafía de Alberti, sino que en su historia queda una colaboración muy cercana con el productor Paco Ortega, y temas escritos «para María José Santiago, para Los del Río». Curro Sevilla es celoso de su privacidad, pero habita en «una buhardilla» y lo despierta el jaleo y el sol de la mañana. No quiere decir por dónde, y evita, por «el buenismo, el populismo y la demagogia» imperantes en el sistema, meterse en «intimidades».
El penúltimo bohemio de Madrid andaba hace unas semanas buscándose el jornal con sus versos, en El Rastro, cuando la policía le desmontó el tenderete alegando que iba a desfilar una «manifestación de jóvenes tocando el bongo, de forma monocorde». Curro Sevilla reivindica «la figura del poeta», mientras cuelga con esparadrapo, para no dañar ni a la pintura, la puerta de una casa de apuestas. Lo hace con versos que hablan de amor, de esperanza. La ciudad y sus contradicciones.
Él no se considera «un genio», aunque intuye que algo tendrá su obra después «de dos infartos, uno en 2004 y otro en 2006» y seguir sobreviviendo. Reivindica, casi como en una salmodia enfadada, que «a la bohemia la ha matado la picaresca», que «la sociedad de hoy no entiende al artista».
Hace una vida de casi de todo en Curro Sevilla, y, gallardo, proclama que «sería alguien en Tel Aviv o en Nueva Zelanda». Mira su bolsa, cuenta sus rotuladores, sus carpetas, y este hombre, que colaboró con el llorado Herrero Mingorance, sale con una contestación con resabios de Neruda: «Qué bonito sería que en las puertas de las iglesias, de los supermercados, hubiera pintura y poesía». 'Ut pictura poesis' (igual en la pintura que en la poesía) es su frontispicio. Como Manuel Machado, su sueño primero fue ser banderillero.
![Esbozo de 'Manolete y Lupe Sino'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/11/23/IMG-20241120-WA0009-U78378471304iXd-760x427@diario_abc.jpg)
Así, con patillas a lo Morante, figura su antaño fina estampa en la cubierta del libro 'Torero frustrado'. No es un falso andaluz, pero su pseudónimo, Curro Sevilla, trae aromas del Guadalquivir, en cuyas orillas también probó suerte. Igual que en Marbella, donde se puso en contacto con Espartaco Santoni por medio de los productores de Radio Intercontinental. Le ofrecieron la quimera de pagarle «un apartamento, aunque en el último momento falló la cosa». Con todo, sabe que la existencia es «rosas y espinas», y que la genialidad si ha de tener cabida en algún sitio es en Madrid.
No elude la política («vivíamos mejor con Rajoy»), ni la actualidad. Sale en la conversación, al sol primaveral de finales de noviembre, el asunto de los bulos. Si se «pusiera a contar los bulos» que le han puesto en la diana, «no pararía». Por uno de ellos, surgido de «una calumnia de un tragicómico (actor)», estuvo «ocho años sin pisar el Café Gijón». Igual que Francisco Umbral.
La tristeza
No defiende la alegría como una trinchera de Benedetti, pero, a su parecer, con aura melancólica, sabe «lo que está la tristeza», sin que el bohemio como concepto tenga que «ser una persona triste». Por su vida han pasado personajes como El Tortuga: un tipo chepudo que vendía papeletas para una rifa de un colegio de sordomudos en «una calle que ni existe». Lo mismo que con el Cojo Manteca, con el que tuvo relación «pero no amistad». Ya de ahí la conversación deriva a Gregorio XVII, el antipapa de El Palmar de Troya, o al mismísimo Paco Porras.
Recuerda con cariño a Jesús Quintero, que quizá fuera su reflejo televisivo. En su estancia en Sevilla, alguna vez se planteó pedirle trabajo. Pero no sé atrevió, y quizá perdiese ese tranvía, el de tener un padrino. Se consideraba poco frente al 'Loco de la Colina', quien poseía una «locura cuerda, dándole a quien había que dar». Sí le colaboró un médico potentado para que le editase la revista 'Esmeralda' compartiendo su talento con un galeno pretencioso negado para la escritura y el mundo de la edición. Curo o la teoría y práctica del noble arte del 'sablazo'.
Tiene prisa porque no le sancionen en el comedor social. Por eso, este hombre, que ha visto la falsedad y la estafa en los alrededores del Prado, concluye que le «da igual» cómo le recuerden. No le «van a reconocer en vida» y muerto ya le va a «dar igual». Se le pregunta, perdiéndose por General Ricardos, si es nihilista. «Sí», responde, llevándose su chiringuito.
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