Cuento de hadas en Madrid
BAJO CIELO
Cuando se versiona un tema solo hay dos opciones: o se mejora o se destruye. Y la segunda opción debe ejecutarse por el propio hacedor de la afrenta
El Madrid de azoteas, palomares y bañadores
![Iluminación navideña en Madrid](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/11/30/navidad-madrid-RjeTgk8yyVIOk3bCdi3m54H-1200x840@diario_abc.jpg)
No suelo dedicar mis textos a cuitas personales. Es un principio y un final que trato de cuidar al máximo, como la frontera que nunca cruzaré o el destino que no pisaré jamás, sea Burkina Faso o una Nochevieja en Marina D´Or, ciudad de vacaciones. ... Pero aún con esa convicción, no puedo pasar por alto el nuevo 'Cuento de hadas en Madrid', que Iván Ferreiro ha versionado recientemente para demostrarnos que la vida, a veces, es de una crueldad inimaginable, indescriptible, vampírica y aterradora. Ayer se cumplió un año de la muerte de Shane MacGowan, el líder de The Pogues, y uno de esos extraños casos en los que el dolor y el exceso se convierten en modo de vida para hacerse canción. La suya fue una cuenta atrás con el temporizador trucado, una cuesta abajo sin defensas en las curvas que fue amputando trozos de inocencia de un tipo tocado por la varita mágica de la ternura. Un talento bruto, un canalla de cogorza lenta y nublada de esa Irlanda que apestaba a pasto y lluvia eterna, que creció entre el asesinato de Jane McConville y la promesa de un mundo mejor más allá de la aldea de Carney. Todo en él era tragedia. Pero de esas luminosas que van brillando más fuerte a medida que se destruía a sorbos. Así era Shane. Y, desgraciadamente, un año después de su muerte, una versión en forma de villancico de su mítica 'Fairytale of New York', resuena en este diciembre implacable para volver a matarle.
El culpable ha sido Iván Ferreiro que, por supuesto, no tiene la culpa de admirar a The Pogues tanto como yo. Pero sí de pensarse que hacer una versión, cambiar Nueva York por Madrid y rodearse del perejil de todas las salsas (véase Leiva, Pablo López o Rozalén), son motivos suficientes para destrozar una de las mejores canciones que nos ha dado la pérfida Albión. Es de una vanidad que aterra, una falta extrema de sentido de lo que se puede y no se puede hacer. Una pena casi a secas, que son las penas que más duelen de lo ciertas que son. No sé cuánto tiene Ferreiro de querer ser María Carey, pero no todo vale en el mundo de la canción. Cuando se versiona un tema solo hay dos opciones: o se mejora o se destruye. Y la segunda opción debe ejecutarse por el propio hacedor de la afrenta. Saber decirse a uno mismo que no, oye, que para esto es mejor borrarla de la mesa de grabación. Que nadie más se infecte de tanta anomalía, que no llegue a más oídos que alteren el bienestar de sus iguales.
La letra es una infamia, versos del tipo «De Madrid eras la diosa, la función se acabó, y todos pidieron más. Sabina rimaba, los borrachos cantaban, al bajar la persiana siempre hay otro bar» y quedarse tan ancho –Ala, ahí os dejo eso para amargarnos la Navidad, madrileños–.
Existen grandes versiones de canciones que mejoran la original o nos muestran un plano desconocido de cómo puede sonar algo distinto y mejor. Se me ocurre 'Unchained Melody' cantada por Elvis Presley, o aquella absoluta joya de versión de 'Amsterdam', interpretada por David Bowie con una guitarra de doce cuerdas en las sesiones de Bowie at the Beeb para la BBC. Versiones a la española se me ocurren, a bote pronto, la desgarradora 'Me quedo contigo' que grabó Antonio Vega mejorando la original de Los Chunguitos, o incluso la simpática adaptación que hizo Muchachito Bombo Infierno de 'La quiero a morir', lijándose la voz en la acera de cualquier ciudad de noche. Pero hay que saber rechazar una canción que peca precisamente de sonar igual pero peor. No cambiar ni un ápice la música: misma intro, mismas cuerdas, mismas pretensiones y con un final tan catastrófico como en este 'Cuento de hadas en Madrid. La voz de Shane, rota de vida, no es la voz rota de Iván, que suena repelente al tratar de imitar la honestidad de los excesos de MacGowan. Pero creo que también existe la pretensión de asentar un villancico en el colectivo que por mucho que trate de parecerse navega por el lado opuesto de la calidad y de la honestidad de un artesano de canciones. Pocas cosas son tan incómodas como tener que decirle a alguien que, para eso, mejor no hacerlo. Un brindis al sol por este primer año sin Shane MacGowan. Como dice una de mis escritoras favoritas, Milena Busquets, también esto pasará.
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