Chicas en las bandas latinas: del reclutamiento a la explotación sexual
Crecen las adolescentes que se integran en los grupos, encargadas de pasar información o esconder las armas
«Solo deseaba estar drogada. Quise matarme cinco veces con pastillas o tirarme al metro», confiesa María

Siempre han estado ahí, pero de una manera prácticamente testimonial. Las bandas latinas han tenido a chicas en su entorno, más como acompañantes o meras cómplices; pero en la actualidad son cada vez más a las que los líderes de los 'coros' y 'capítulos' (grupos ... territoriales) están reclutando. Lo preocupante son los abusos, también sexuales, que están sufriendo, sobre todo a la hora de integrarse en los Dominican Don't Play (DDP) o los Trinitarios, por ejemplo; aunque también hay casos entre los Blood, la tercera organización criminal de esta índole en la actualidad. Fuentes policiales indican que estas prácticas «no son algo nuevo»; sin embargo, otros informantes sí que ponen énfasis en el número de muchachas, muchas menores de edad, que están engrosando la nueva remesa de bandas juveniles, tan agresivas ahora como no se veía desde su surgimiento, hace dos décadas.
Por ejemplo, deben mantener relaciones sexuales con algún cargo importante del grupo, desde felaciones a coitos, «y además las hacen grabar» con teléfonos móviles. Los casos más extremos son los que se practican con menores de edad o, muy al límite, todo lo que se ha conocido a raíz de la fase de explotación de la operación Sana: una decena de chicas tuteladas que habrían sido no solo objeto de agresiones sexuales por parte de varios DDP, sino también vendidas a terceros a cambio de drogas, sustancias a las que llegan a enganchar.
En los inicios, cuando los Latin Kings se implantaron en 2000, apareció un subgrupo denominado las Latin Queens, que se dedicaban, en menor número y agresividad, a perpetrar reyertas y robos a otras chicas, la mayoría de sus rivales, los Ñetas. Pero se desintegraron rápidamente. El rol ahora de las pandilleras es variado. Por ejemplo, «pasar información y esconder las armas que utilizan los chicos», explica a ABC María (nombre ficticio), que entró en los Trinitarios a los 13 años, cuando estos comenzaron a cobrar fuerza. Ahora es la banda más numerosa, junto a los DDP, y también más peligrosa. Las cifras oficiales hablan de que en Madrid existen unos 400 miembros activos de bandas latinas, aunque la cifra parece ir 'in crescendo' en esta tercera generación que está copando los titulares de la crónica de sucesos día sí y día también.
Las utilizan como una especie de agentes dobles: «Quedas con chicos de los DDP, coqueteas con ellos… Y así obtienes información para los tuyos». La manera de captarlas es siempre el 'enamoramiento', algo parecido a la técnica del 'loverboy', tan común en los jóvenes proxenetas rumanos, que explotan a sus novias.

'Cebo' para asesinar al Pérez
Hubo un caso reciente de homicidio en el que se utilizó a una chica como 'cebo'. El asesinato de un joven de 15 años apodado Pepe, el 5 de febrero en Atocha, fue el revulsivo para que arrancara el aún vigente plan contra bandas juveniles impulsado por la Delegación del Gobierno. Pero también trajo una sed de venganza de los Trinitarios contra los DDP. Hasta que el 23 de abril, en plena calle del Alcocer de Villaverde, siete menores de edad atacaron a uno de los investigados por el homicidio de Atocha: Alejandro Pérez Carmona , el 'Pérez', español de 18 años. Lo lograron después de concertar una falsa cita con una chica. El primer día, la víctima no acudió a la quedada. Pero el segundo sí, y fue cuando iba de camino a verse con ella cuando le acuchillaron hasta la muerte. Actuaron por orden de los jefes de su grupo, mayores de edad.
Las muchachas, como los varones, entran en la banda porque carecen de una estructura familiar sólida y desde pequeños se sienten aislados de su alrededor. O directamente sufren acoso escolar, como María: «Y entonces te sientes aceptada, integrada en fiestas, vas a discotecas y te echas novio. En mi caso, un trinitario».
Pero el machismo es una constante en estos ambientes, y los pandilleros son «extremadamente celosos y agresivos». Se convierten en relaciones tóxicas, en las que cada una de ellas no puede ni mirar a otro joven que no sea su novio. «Pero ellos sí que pueden estar con todas las que quieran», matiza. Tampoco participan en las reuniones internas de la banda. Se quedan apartadas, como meros floreros.
Hay malos tratos. Físicos y psicológicos. Y relaciones sexuales, a veces, no consentidas. También embarazos, como le ocurrió a María a los 14 años, que buscó en internet cómo abortar y tomó una medicación para acabar con el feto. «Empecé a sentir las ideas de suicidio. Solo quería estar drogada… Tomé pastillas cinco veces para quitarme la vida o también pensaba en tirarme al metro».
En la actualidad, también están participando en robos y palizas a otras chicas, y así colaborar en la financiación del 'capítulo' al que pertenezcan, como hizo antes la dominicana María. Sin embargo, cada vez hay más españolas. Y, sobre el número, no hay una cifra concreta, aunque se habla de alrededor del 10%-15%. «En mi 'capítulo éramos 30 chicas y unos 50 chicos», recuerda esta expandillera. Las edades de captación también son muy llamativas, y ocurre como con los varones: hay casos de niños y niñas de 12 años que ya están metidos de lleno en estas organizaciones criminales.
Prostituidas para la banda
El tercer informe anual de bandas latinas, del Centro de Ayuda Cristiano, sigue cuantificando en unos 2.500 jóvenes pandilleros los que se mantienen activos en España, la mayoría en Madrid. «Una cifra -añade el documento, de hace menos de un mes- que se mantiene estable y que no disminuye». Resalta también que las chicas son prostituidas para conseguir dinero para la banda.
Otra tarea es esconder las armas. Cuando un grupo es sorprendido por la Policía, aprovechan para pasar a las mujeres del clan las armas blancas o de fuego que puedan llevar, y estas las ocultan. Esto se debe a que si, en el binomio policial no hay una policía, tienen que esperar a que llegue alguna para poder cachear a las féminas, como marca la normativa.
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