El Campo del Gas: el primer recinto multiusos que pasó de la lucha y el fútbol a un concierto de Supertramp
HISTORIAS CAPITALES
Se encontraba en el Paseo de las Acacias y fue testigo de grandes gestas boxísticas desde los años 40
El día que Floyd Mayweather se pasó a la lucha libre
![El Campo del Gas, durante un encuentro de fútbol en 1964](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/01/12/campo-del-gas-RdKYlNbTQ528jEyLHXqZGKP-1200x840@abc.jpg)
Madrid ha contado con escenarios de lo más variopinto, gozados, y sufridos a partes iguales por los espectadores, y dedicados tanto al deporte como a los espectáculos musicales. La falta endémica de recintos del tamaño adecuado para los grandes conciertos desplazaba estos, en muchas ocasiones, ... a estadios de fútbol. Y, en el caso que nos ocupa, a recintos tan pintorescos como era este versátil y polifacético Campo del Gas.
El lugar era un espacio situado entre el Paseo de las Acacias y la calle del Gasómetro, que los fines de semana solía albergar espectáculos de lucha libre y boxeo, pero que también se dedicó al fútbol.
El Campo era parte de la anexa fábrica de gas, de la Sociedad Madrileña para el Alumbrado de Gas. Comenzó a funcionar a partir de 1943, y era un recinto al aire libre. Su momento de mayor apogeo fueron las décadas de los 50 y los 60, cuando tanto el boxeo como la lucha eran también muy populares en Madrid.
En los meses cálidos, el campo de fútbol sin césped se trasformaba en un ring rodeado por sillas de tijera, donde se sentaban los aficionados para seguir a algunas de las grandes figuras del boxeo de la época: José Legrá, Pedro Carrasco o Fred Galiana. Era uno de los recintos favoritos -junto con el Palacio de Deportes- para este deporte, y también para otro muy popular en esos años: la lucha libre. Ahí, con cierta dramatización extra, el bueno y el malo se enfrentaban en lucha desigual, repartiendo mandobles a diestro y siniestro. Y era la estrella Jesús Chausson.
Este amplio solar, de 16.000 metros cuadrados, situado junto al depósito de gas, estaba cerrado por una pobre tapia de ladrillo a la que añadieron una malla metálica -y antes, unos trozos de cristal clavados en la parte superior- para evitar que la gente se 'colara' en los espectáculos sin pagar. Cosa que casi nunca conseguían.
El suelo era de tierra, cubierto de cáscaras de pipas y de colillas, y compuesto, según recuerda algún testigo que jugó al fútbol sobre él, de una arena negra como no se veía en ningún otro campo. La popularidad del lugar hizo que por allí pasaran equipos como el Gas Club de Fútbol, la Agrupación Deportiva Ferroviaria -la histórica 'ferro', que llegó a ser el tercer equipo más importante de Madrid en la posguerra-, el C. D. Cuatro Caminos, la Unión Delicias o el C.D Getafe, entre otros.
Por mucho que nos las demos de modernos ahora, la cita bíblica «no hay nada nuevo bajo el sol» nos coloca en nuestro sitio de nuevo: los espacios multiusos ya se conocían décadas atrás, y el Campo del Gas era una buena muestra de ello. Porque igual que era escenario de un combate de lucha libre, lo era de un reñido encuentro futbolístico, y también albergó grandes conciertos. Como el del grupo Supertramp, en gira europea, que recaló en Madrid y, ante la falta de espacios mejores, terminó celebrando su actuación en el Campo del Gas, en 1983.
Un acontecimiento que, al decir de los críticos, tuvo sus altibajos y sus sombras, que no pudo disimular el despliegue de luces que realizó el grupo británico. Primero, por las malas condiciones del lugar, polvoriento, lleno de baches y donde se coló hasta el apuntador, lo que subió visiblemente el aforo ya abultado de 12.000 espectadores. Segundo, porque al decir de algunos entendidos, la cercanía de las viviendas impidió al grupo desarrollar su música al volumen necesario, por lo que sonaban «bajito, muy bajito». La cosa se puso tan fea, que las autoridades decidieron prohibir el siguiente concierto previsto en el lugar, uno de Rod Stewart que prometía incrementar aún más el aforo.
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El Campo del Gas cerró sus puertas cuando la compañía Gas Madrid, propietaria de los terrenos, decidió dar otro uso a los mismos, y convertirlos en aparcamiento y almacén para su firma. Lo contaba la crónica de ABC del 16 de octubre de 1987. Y lo hizo no sin protestas: las primeras de todo, las de los 1.124 miembros del Club Social de la empresa, que utilizaban lo recaudado por taquilla o alquiler de campos -unos 4 millones de pesetas a lo largo del año- para organizar actividades como los regalos de Reyes Magos para los hijos de empleados. Pero también se quejaron los clubs que jugaban ahí, y que de la noche a la mañana se encontraron sin campo donde entrenar y competir.
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