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La Bestia de Parla y su terrorífico historial criminal en solo un año

Este congoleño de 30 años ha agredido a vecinos y policías del municipio madrileño, ha destrozado mobiliario de un juzgado y ha okupado viviendas por doquier. Suma más de 20 delitos en diez meses

El delincuente, en una de sus intervenciones en televisión telemadrid
Carlos Hidalgo

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Miércoles, 26 de octubre. Un vecino de Parla llama a la Policía para denunciar la agresión de Galphon G. T. a una mujer. Armado con palos, la insultaba en plena plaza de Federico García Lorca, uno de los lugares habituales por los que solía moverse este congoleño de 30 años. Eran las cinco de la tarde y los agentes engrilletaron a este peligroso delincuente.

El conocido como la Bestia de Parla sumaba su detención número 21, la mayoría de ellas en este año 2022. Solo en octubre, fueron seis. Al pasar a disposición judicial, también rompió parte del mobiliario del juzgado.

Se trata de un okupa habitual («yo no abro las puertas de las casas, yo escalo», llegó a decir), al que le encantaba subir en redes sociales, como su cuenta de TikTok, sus 'hazañas'. También que le grabaran los medios de comunicación, hasta dar entrevistas a reporteros televisivos.

Aquella tarde de octubre, el hombre que le denunció recibió varios golpes en la cabeza por parte de este sujeto. Motivo por el cual ha acabado, por fin, entre rejas. Como adelantó ayer ABC, su estancia en la cárcel de Valdemoro, como preso preventivo, está siendo más que complicada, con enfrentamientos, agresiones a funcionarios y otros internos, destrozos y amenazas de muerte constantes.

En otra ocasión, se subió a una casetilla y se enfrentó a la Policía, a pecho descubierto. Desde allí lanzó piedras a los agentes, que acudían a detenerle por uno de sus múltiples robos con fuerza. Después de 40 minutos, consiguieron arrestarle. Eso ocurría en agosto pasado, mes en el que fue detenido otra media docena de ocasiones.

Ocho peticiones de expulsión de España

Otros quebraderos de cabeza los provocaba con sus okupaciones, pues convertía en un infierno la convivencia con los vecinos: «A veces, les corto la luz, provoco un incendio«, ha llegado a reconocer.

Hasta el verano, eran ocho las veces que se había solicitado su ingreso en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Madrid, para que fuera expulsado de España. En ningún caso prosperaron esas peticiones.

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