El asesino de Morata, en el corredor del terror de Igor el Ruso y Hannibal Lecter

Dilawar Fazal está preso en la cárcel de Teixeiro, aislado en una galería por la que han pasado los peores reos de la historia

El triple asesino de Morata mató a su compañero de celda tras jugar al ajedrez

Dilawar (izquierda), Igor el Ruso (arriba a la derecha) y Sebastián Santiago Heredia abc

Se ha convertido en el (pen)último asesino en serie de nuestra historia más reciente. Cuatro víctimas en apenas dos meses y distintos escenarios: los tres hermanos de Morata de Tajuña, a mediados de diciembre, y su compañero de celda en Estremera, ocho semanas más tarde, en febrero. Dilawar Hussain Fazal Chouhdary, paquistaní de 42 años y conocido en Arganda del Rey, donde regentó un locutorio, como 'el Negro', cumplió ayer dos semanas en un nuevo penal. Tras su último crimen, este individuo fue trasladado a la prisión de Teixeiro (La Coruña), en la que ingresó este 24 de febrero.

Lógicamente, lo han encerrado en aislamiento, dentro de lo que marca el regimiento penitenciario. Machacarle la cabeza con una pesa artesanal hasta matarlo a su compañero de litera, por más que hasta ese momento no hubiese dado un problema, no es lo habitual en las cárceles españolas. Por eso, está en una especie de minigalería del módulo 15 de la cárcel gallega. Por allí han pasado los más salvajes reos de la historia penitenciaria española, como Norbert Feher 'Igor el Ruso'; el conocido como Hannibal Lecter, Fabrizio Joao Silva Ribeiro, y Sebastián Santiago Heredia 'el Terror del Puerto'. Sus alias solo muestran una minúscula parte de lo que han sido capaces de hacer.

Pero vayamos por partes. Dilawar está en primer grado pese a ser un reo preventivo, debido a la «muy especial gravedad de los hechos cometidos, como establece el artículo 10» de la Ley Orgánica General Penitenciaria, explican a ABC fuentes penitenciarias de toda solvencia. Cuando entró en enero en Estremera, tras el triple crimen de Morata de Tajuña, era de segundo grado. Ahora, se le aplica el 91.3 del Reglamento Penitenciario, que especifica a «aquellos penados clasificados en primer grado que hayan sido protagonistas o inductores de alteraciones de régimen muy graves, que hayan puesto en peligro la vida o integridad de los funcionarios, autoridades, otros internos o personas ajenas, tanto dentro como fuera de los establecimientos y en las que se evidencie una peligrosidad extrema».

Aparte, se le ha clasificado en el Fichero de Internos de Especial Seguimiento 1 (FIES), lo que es sinónimo de control directo, por su especial conflictividad. En su caso, se teme, además, que pueda repetir sucesos similares entre rejas. «Por ejemplo, hay que cachearlo más que a los demás», añaden. En concreto, lo hacen a diario y cada vez que él entra o sale del cubil, que es meramente para salir al patio, solo, un máximo de tres horas al día. Un tiempo que nunca agota. Y se registra su celda también todos los días.

Desayuna, almuerza, cena y se ducha en la celda, de unos 12 metros cuadrados, donde tiene el plato para bañarse, el váter, un lavabo, un estante de hormigón, huecos para la ropa, el pequeño escritorio y una litera de dos camas, que solamente él ocupa, con la superior abatible. Allí, en ese corredor corto, donde también han estado islamistas, se encuentra solo Dilawar, a la espera de clasificación, con los movimientos «más restringidos» que ningún otro.

Tiene derecho a acudir a la cabina a hablar por teléfono y pedir libros a la biblioteca, cosa que no hace. «No es retador ni chulesco, a diferencia de otros que han pasado por allí. Es mayorcito de edad [en comparación con la media de internos del módulo], pero no tiene una complexión física exagerada. Además, se nota que no es el típico paquistaní que aún anda desubicado en España, sino que lleva ya bastante tiempo en nuestro país», especifica alguien que lo conoce. El contacto con los funcionarios es mínimo; se comunica con ellos por un interfono y lo sacan cuando toca, siempre pasando por el arco detector de seguridad.

La noche que acabó con la vida del búlgaro Angel Asenov Velikov, de 40 años, habían jugado al ajedrez. Fuentes del caso explicaron a este diario que discutieron porque el finado se quejó de su olor. Lo asesinó y luego hizo las dos camas, se duchó y tapó el cadáver con una manta. Dilawar recogió sus cosas y dejó apartadas las de su cuarta víctima mortal. Más de una hora después del crimen, avisó por el intercomunicador al único funcionario de la noche de lo que había hecho: «He matado a mi compañero».

«¡Os voy a matar, perras!»

Si en los pocos días que llevaba en Estremera antes de eso, el paquistaní se interesaba con otros reos por «qué cárcel es la más tranquila» en caso de que le condenen (ya preveía que le va a caer muy probablemente la prisión permanente revisable); ahora no tiene con quién hablar de sus cuitas. Dijo que había matado a los Díaz Ayuso porque les prestó 30.000 euros a cambio de que le devolvieran 60.000 contando los intereses de una inversión que nunca existió; y que su madre «había muerto de hambre en Paquistán» porque le habían dejado sin un duro y él mismo tuvo que traspasar en locutorio argandeño que llevaba años regentando: «Me he quedado en la calle por su culpa».

Antes que Dilawar, pasó por la galería corta de Teixeiro Igor el Ruso, uno de los tipos más diabólicos: asesinó a dos guardias civiles y a un vecino de Andorra (Teruel) en 2017 y agredió a cinco funcionarios de la cárcel de Dueñas (Palencia). Nuestro particular Hannibal Lecter, de metro noventa y 120 kilos, es Fabrizio Silva. Uxoricida en 2004 (acabó con la vida de su novia en Bilbao de 25 puñaladas), diez años después asesinó a patadas a su compañero de celda en la cárcel de Córdoba. En la de El Puerto III agredió a varios funcionarios e incluso intentó cortar la yugular a uno de ellos. Tras pasar por la coruñesa, este guineano murió en la de A Lama (Pontevedra) en 2019. Cumpliría condena en 2047.

Sebastián Santiago Heredia, malagueño de 38 años, le ha metido fuego a su celda; ha amenazado a los empleados («Abridme la puerta, perras. Yo salgo a la sala a la hora a la que me dé la gana u os mato a vosotros y a vuestra familia, hijos de puta»)... Hasta 200 incidencias y más de cien sanciones ha coleccionado en penales como Teixeiro, Zuera, El Puerto, y hasta en el hospital zaragonazo Miguel Servet, mientras le atendían de las lesiones que se hizo dando puñetazos a la pared de su celda.

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