Asesinato de Juana Canal: La Policía no hizo atestado de la llamada de socorro el día del crimen
El autor confeso y pareja de la víctima, ratifica que la mató golpeándola en el cuello y que la descuartizó en la bañera
La misma noche del crimen, la mujer llamó a los agentes para advertir de que su novio la estaba agrediendo
![Jesús Pradales, durante el traslado a la finca en la que se deshizo del cadáver](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2022/12/19/detenido-juana-canal-RYnhxmRcRvlJ8qQRSZdTqXJ-1200x840@abc.jpg)
¿Pudo evitarse la muerte de Juana Canal en febrero de 2003? Esa es la pregunta que subyace a raíz de nuevos datos conocidos ahora, dos meses después de la detención del que era su pareja como autor del crimen, Jesús Pradales, quien ... el pasado 13 de diciembre volvió a declarar, esta vez ante un juzgado madrileño, que confirmó que permanezca en prisión provisional comunicada y sin fianza hasta que se juzgue este dramático suceso.
En la documentación a la que ha tenido acceso ABC se afirma de manera indubitada que la madrugada del 22 al 23 de febrero, momento del crimen durante una discusión en la vivienda de ambos en la calle de Boldano (Ciudad Lineal), que tras acudir agentes de la comisaría del distrito al requerimiento de la mujer, de 38 años, pidiendo ayuda, ni siquiera se redactó luego un atestado policial.
Se sabe que Juana, a eso de las tres menos cuarto de la madrugada, telefoneó al 091. Hasta el lugar acudió una patrulla de la Policía Nacional, que subió al piso. Jesús les dijo que se trataba de una discusión de pareja, nada fuera de lo común, y que, de hecho, él estaba haciendo las maletas para abandonarla. Juana, temerosa, no supo decir lo contrario. Los agentes se marcharon y de regreso a comisaría ni siquiera redactaron un informe o atestado de lo sucedido. Hasta un año después no entró en vigor la actual Ley contra la Violencia de Género.
Nada más cerrarse de nuevo la puerta, la pelea continuó. En su declaración de este 13 de diciembre, Jesús reiteró que la mató, eso sí, no sin antes intentar aparentar ante la juez, la Fiscalía y la acusación particular, presentes en la sala del juzgado número 21 de Madrid, que «ella cogió un cuchillo«, le amenazó con clavárselo y echarle la culpa a él. »Juana llamó a la Policía y les dijo que yo le estaba agrediendo, por lo que acudieron a la casa«, confirmó.
«Esa circunstancia quedó probada y acreditada durante la investigación policial, aunque no se redactó atestado policial«, insiste el auto de confirmación de prisión, tras la declaración del lunes de la semana pasada. »Poco después, seguimos discutiendo y le di un golpe en el cuello con el canto de mi mano derecha. Cayó al suelo de espaldas. Cuando ella estaba boca arriba, me fui del piso porque estaba bajando mis cosas al coche«, en referencia al Skoda que utilizaba en su trabajo como taxista.
Dijo que, al subir, la vio «inmóvil, con los ojos abiertos»: «Entendí que estaba muerta». El relato siguiente es estremecedor: «Como no sabía qué hacer, decidí partirla en dos» en la bañera, «metí las partes en dos maletas, las metí en el coche y conduje a Navalacruz (Ávila). En un paraje preparé dos zanjas y enterré las dos partes del cuerpo«, confesó. De regreso a Madrid, se deshizo de las maletas en dos contenedores de la calle de Alcalá, al lado de la esquina con Boldano. Limpió todos los restos de sangre y fue entonces cuando escribió una nota falsa destinada al hijo mayor de Juana, que residía con ellos.
Informe médico
El 24 de febrero de 2003, un día después de matarla, Jesús acudió a la comisaría de Carabanchel, barrio donde se marchó a vivir con sus padres, para denunciar a Juana por haberle agredido con un cuchillo y que ella había llamado a la Policía para acusarle a él. De nuevo, en Carabanchel, se comprobó que la visita de los agentes existió pero que no había ningún informe.
Además, presentó un informe médico del hospital 12 de Octubre en el que «no se hacía constar ningún corte en la palma de la mano«, a diferencia de lo que él denunciaba (como heridas de defensa), sino solo »posibles arañazos y una quemadura de cigarrillo«. Encima, culpó a Juana de haberse llevado varios objetos de él y alrededor de 700 euros, procedentes de la recaudación del taxi.
Ese mismo día, a las diez de la noche, Sergio, el hijo mayor de Juana, se presentó en la comisaría de Ciudad Lineal (a la misma a la que ella había llamado pidiendo auxilio horas antes) para denunciar la desaparición de su madre. Dijo que había llegado a casa, tras pasar la noche con sus tíos, y que se había encontrado con la nota de Jesús, en la que le decía: «Sergio, hemos vuelto a discutir y tu madre (ha llamado a la Policía y todo) se ha tomado un montón de pastillas y se ha ido. Ha habido un momento en que se ha quedado muy 'grogi' (sic). Me ha amenazado con beber. Me voy a buscarla».
Sergio, que falleció a la misma edad que su madre en 2016, desconfió del ahora criminal confeso desde el primer momento. En su denuncia de 2003 dijo que «las discusiones entre la pareja eran frecuentes». También que, si se había ido voluntariamente, su madre había dejado en casa todos sus efectos personales (bolso, documentación, dinero…). Que tras ello había llamado tres o cuatro veces a Jesús para preguntarle si había tenido noticias, pero que él se había llevado sus pertenencias y que no sabía dónde vivía tras lo sucedido.
Desaparición voluntaria
El caso quedó archivado el 3 de marzo, como una desaparición voluntaria, sin que apenas se investigara nada. En mayo, el homicida contrajo matrimonio con la que es su actual esposa, con la que tiene tres hijos y a la que durante casi 20 años ha hecho creer que no tuvo nada que ver con la desaparición de su ex.
En 2019, una pareja encontró parte del cráneo y de una tibia en Navalacruz. En 2020, los resultados de ADN confirmaron que se trataba de Juana, tras el cotejo con la base de datos. A punto de que el caso prescribiera, un nuevo equipo conjunto de la Policía Nacional y de la Guardia Civil se puso manos a la obra y consiguió en apenas unos meses resolver el crimen, desenterrar el cuerpo y engrillar a Jesús Pradales, que trabajaba ahora con un puesto ambulante de comida rápida, en las ferias populares. Residía en Fuente el Saz del Jarama. Era el pasado mes de octubre le engrillaron, por fin. Si no se hubiese actuado este último año con la diligencia que no se tuvo en 2003, el 24 de febrero próximo, hubiese quedado como un criminal impune. Ahora, sexagenario, se enfrenta a al menos 15 años de cárcel.
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